JEREZ DE LA FRONTERA / Carmen no estuvo allí
Jerez de la Frontera. Teatro Villamarta. 23-VI-2023. Ainhoa Arteta (Carmen), Marcelo Puente (Don José), Berna Perles (Micaela), Simón Orfila (Escamillo), Marian Guerra (Frasquita), Marifé Nogales (Mercedes), Javier Povedano (Dancairo), Manuel de Diego (Remendado), Omar Lara (Zúñiga), Juan Guerrero (Morales), María José Franco (El Destino). Coro del Teatro Villamarta. Orquesta Filarmónica de Málaga. Escenografía y figurines: Jesús Ruiz. Iluminación y dirección de escena: Francisco López. Dirección musical: Oliver Díaz. Bizet: Carmen.
Posiblemente sea ésta de Carmen la mejor producción operística del Teatro Villamarta de Jerez de la Frontera. De la mano del tándem Francisco López-Jesús Ruiz, se nos presenta una Andalucía, entre sevillana y cordobesa, alejada de las estampas folcloristas y de los delirios de los viajeros románticos. Sin charanga ni pandereta. Una Andalucía profunda, trágica (la figura de la bailaora de negro que encarna el Destino nos pone siempre ante nosotros el negro final de los personajes), sumida en la decrepitud de esos muros ajados, desconchados, antaño altaneros, ahora vencidos por el tiempo y por el abandono por parte de los gobiernos. Todo funciona a la perfección: el riquísimo vestuario de Ruiz, de una bellísima gama cromática y de texturas; la iluminación de tonos dorados en las escenas diurnas y las gradaciones de la noche del tercer acto; el movimiento de actores medido y muy teatral, incluso en las escenas de masas, siempre fluidas a pesar del reducido espacio.
Oliver Díaz optó por tempos más bien lentos que a veces se venían abajo (como en el preludio del tercer acto, la chanson bohemiènne, la seguidilla, inicio del segundo acto) y que parecían estar pensados para ayudar a alguno de los cantantes. La concertación alcanzó su mejor momento en el chispeante quinteto del segundo acto y el peor en la escena inicial del cuarto, con una orquesta, un coro y una escolanía (estupendos toda la noche, por otra parte) cada uno por su lado. La Filarmónica de Málaga sonó con sedosidad en las cuerdas y sobresaliente empaste, con magníficas intervenciones solistas de oboe y trompa.
Cumplió Ainhoa Arteta su deseo de encarnar a la cigarrera sevillana, a sabiendas de que ni su voz ni su estado actual son los apropiados para ello. Al carecer de los graves precisos, tuvo que ahuecar la voz de forma artificial, perdiendo el apoyo y dejando emitir sonidos abiertos y feos, con un excesivo bamboleo que se contagió al resto de los registros. Con problemas notables de fiato que le obligaban a cortar las frases con la consiguiente pérdida de ligazón, los ataques eran imprecisos, la afinación errática y los cambios de color constantes por mor de los problemas de apoyo mencionados. De dicción irreconocible y sin la capacidad de seducción vocal que el personaje requiere, hubo tan sólo atisbos de reguladores en la messa di voce con la que remató una insubstancial seguidilla. Sus mejores momentos estuvieron en el cuarto acto, más por su actuación teatral que por su voz.
Se anunció antes de iniciarse el último acto que Marcelo Puente estaba afectado de una faringitis. Ello puede explicar los problemas en la franja superior, los atisbos de gallos y hasta alguno que se le escapó; pero no el excesivo vibrato, síntoma de otros problemas en la producción del sonido. A pesar de ello, su actuación y su fraseo encandilaron por la autenticidad de su pasión y la veracidad de su actuación, con acentos y énfasis que hubieran brillado más de estar en plena posesión de su voz. Simón Orfila fue un Escamillo aguerrido, con un canto de bravura, expansivo y potente, muy apropiado para un personaje cuya partitura no pide apenas requerimientos en materia de variedad en el fraseo. Sus acentos vibrantes abrocharon su famosa aria con pleno éxito. La mejor voz de toda la noche fue la de una Berna Perles en plenitud de facultades. Voz de bellos perfiles, adecuadamente proyectada, firme, con capacidad para plegarse a un fraseo lleno de detalles, de reguladores y de medias voces. Ahí quedó para el recuerdo su aria del tercer acto, perfecta muestra del uso de la voz como recurso expresivo, pues la abordó con voz temerosa, recogida (las dudas y el miedos e Micaela en la sierra), para irla agrandando conforme se hacía más firme su convicción. Hubo filados estremecedores.
Estupenda selección para los personajes secundarios, con cantantes de la calidad y la profesionalidad de Povedano, de Diego, Nogales y Guerra (brillante quinteto en el segundo acto), además del resto de cantantes.
Con este título se cierra la temporada y también la larga etapa de Isamay Benavente al frente del teatro jerezano, que trocará por el Teatro de la Zarzuela el próximo mes de noviembre. Queda en el aire el futuro del Villamarta, a cuya nueva dirección le corresponderá igualar al menos el alto listón dejado por Benavente.
Andrés Moreno Mengíbar
(foto: Esteban Abión)