JEREZ / Conmovedora ‘Madama Butterfly’
Jerez. Teatro Villamarta. 13-VI-2019. Puccini, Madama Butterfly. Maribel Ortega, Leonardo Caimi, José Antonio López, Marifé Nogales, Pablo López y Manuel de Diego. Coro del Teatro Villamarta. Orquesta de Córdoba. Director musical: Daniel Gil de Tejada. Director de escena: Pablo Viar.
Favorecida por su tesitura natural, que le permite cantar el personaje de Brünhilde, la soprano jerezana Maribel Ortega ha dado una vuelta de tuerca al papel de Cio-Cio-San, prima donna assoluta de la tragedia lírica Madama Butterfly, haciendo que el idealizado timbre vocal (lírico-dramático-ligero) de adolescente que pide tal protagonista quede en la imaginación del oyente. Éste ve superado tal inconveniente de modo inmediato por la potencia de voz de esta cantante que supera ampliamente la dinámica orquestal lo que lleva a que se concite en ella la máxima atención dentro y fuera del escenario, sin por ello perder un ápice de poesía y función dramática en la progresión emocional que requiere su papel a lo largo de la ópera.
Para ayudar a la consecución de tal pretensión es necesario hacer mención del director de escena, el dramaturgo bilbaíno Pablo Viar, que ha dispuesto todo el espectáculo operístico en función de la protagonista, aún cuando no estuviera presente, llevando al espectador a tenerla en cuenta como un perenne elemento conductor de la historia desde la inductiva música de Puccini, que adopta en esta ópera una actitud conciliadora entre la vena romántica italiana, de la que siempre fue preclaro heredero, y las persuasivas ensoñaciones sonoras que venían del impresionismo francés, que le ayudaron para afrontar con éxito la imitación de los particulares modos sonoros orientales, sirviéndose para su acentuación de instrumentos autóctonos que realzan los exóticos efectos escénicos del ambiente y situaciones que se relatan en la narración. En este sentido es obligado señalar el buen entendimiento del director musical valenciano Daniel Gil de Tejada con la Orquesta de Córdoba, si exceptuamos algunos desajustes en el diabólico principio de la obra que rápidamente quedaron olvidados conforme iba avanzando el primer acto.
El equilibrio alcanzado entre el lenguaje musical japonés y los rasgos propios de nuestra tradición occidental se sucedieron de manera continua y constante como un flujo melódico a lo largo de toda su extensión. El director respetó los temas tradicionales cuidando la expresión de los distintos recursos armónicos propuestos por Puccini, acordes aumentados, quintas paralelas, tritonos excesivos y la escala pentatónica, destacando el tratamiento de tres episodios: la breve melodía soldadesca de las tropas mientras el Cónsul de los Estados Unidos, Sharpless, se dirige a la casa de Butterfly, la canción Mi príncipe del segundo acto para definir la personalidad de Yamadori y las ráfagas del himno nacional japonés en la escena en la que aparece el comisario del gobierno, generando ese ambiente oriental que tanto quiso cuidar el compositor.
De los otros personajes destacados hay que decir que la interpretación del tenor italiano Leonardo Caimi, que se mostró seguro en los registros medios con una adecuada emisión vocal, no mantuvo esta prestancia en los exigidos agudos, en los que su voz perdía potencia debilitándose en algunos fraseos, hecho que afectaba de alguna manera a la seducción y desenvoltura actorales que pide este papel. Con todo, dejó patente su calidad canora en la breve aria del tercer acto Addio fiorito asil con la que Pinkerton huye del hogar de la mariposa, quedando reflejado su carácter antipático, lleno de arrogante frivolidad en su reconocida cobardía, enfatizada por la música, así como su falso arrepentimiento ante Suzuki, la doncella de Madama Butterfly. Este papel fue desempeñado por la soprano donostiarra Marifé Nogales, demostrando siempre un excelente equilibrio entre lirismo y vis dramática por sus diferentes intervenciones en recitato, sirviendo de ponderado contrapunto a la actuación de Maribel Ortega, como quedó reflejado en su dúo de las flores del segundo acto.
El barítono José Antonio López llenaba siempre el escenario con sus intervenciones haciendo de cónsul Sharpless, expresando lo mejor de su capacidad lírica así como dando sentido a las frases de este humanísimo personaje. El tenor santanderino Manuel de Diego funcionó con soltura en su misión de comprimario, sirviéndose de su, en este caso, frívola vis dramática para quitar hierro a esta intimista tragedia psicológica. El resto del elenco se adecuó y mantuvo el nivel del espectáculo del que hay que resaltar la escenografía y vestuario del cordobés Jesús Ruiz que ha llevado su cometido a esa delicadeza que pide el orientalismo de esta ópera, cuidando hasta el extremo el vestuario y simplificando los espacios hasta su desnudez final, en su intención de enfatizar la soledad de Cio-Cio-San antes del suicido.
El Centro Lírico del Sur, como es conocido también el jerezano Teatro Villamarta, ha cerrado esta temporada lírica con esta producción propia con gran aceptación del público, lo que hace albergar muchas esperanzas para que vuelva a afianzarse en el género operístico con miras a la celebración de su veinticinco aniversario que se cumplirá a la vuelta de dos años.
(Foto: Javier Fergo – Teatro Villamarta)