Jean-Georges Noverre y el Día Internacional de la Danza
Desde 1982 y a iniciativa de la Unesco, el 29 de abril se celebra en todo el mundo el Día Internacional de La Danza. Se escogió esta fecha por ser la del natalicio de Jean-Georges Noverre, una figura fundamental en los cimientos del ballet tal como lo entendemos y vemos hoy, que formó parte de la gran Ilustración, ese fascinante periodo de definición y consideraciones científicas que allanó el camino a la edad moderna con sus hallazgos y amplias perspectivas hacia toda creación humana, incluida la danza.
Jean-Georges Noverre (París, 29-IV-1727 — St.-Germain-en-Laye, 19-X-1810) era un tipo singular y lo que hoy llamaríamos “un polemista nato” que no se callaba ni debajo del agua. Para entender los desboques y excentricidades que protagonizó a lo largo de su vida, hay que situarse en su tiempo y circunstancias que, obviamente, influyeron en su obra artística y su inquietud viajera. Y sí,era un hombre culto, un profesional de la danza, aunque siempre muy escorado al teatro, sus ambientes y personalidades: se casó con una actriz, Marguerite Sauveur, su mejor amigo fue el actor británico David Garrick, y en varias etapas de su vida trabajó como actor dramático de recitación. Garrick elogiaba a Noverre llamándolo “el Shakespeare de la danza”. Se trata de la hipótesis (que debería corporeizarse en formal teoría de una vez) de que el ballet moderno es en gran medida producto de las influencias estructurales del teatro isabelino.
Cuando algunos historiadores oyen este aserto, o dan un respingo o entran en una especie de trance meditativo. Pero Noverre era un conocedor del gran teatro tudor, manejándolo con soltura y sapiencia, tal como casi tres décadas después lo hacía otro francés educado en la Ópera de París y radicado en Londres: André Jean-Jacques Deshayes (1777–1846), otro genio del arte dancístico y coreográfico injustamente olvidado [*].
Tras su debut bailando en la Opéra Comique de París en 1743, Noverre asentó el prestigio de su personalidad artística en territorio germano durante una década intensa (Berlín, Dresde, Estrasburgo y su paso más fugaz por Múnich, Stuttgart y Viena) antes de volver a Francia para bailar en Marsella y en Lyon, donde hace pareja escénica con otra leyenda de su tiempo: Marie-Anne Cupis de Camargo (Bruselas, 1710–París, 1770). La Camargo, estrella indiscutida de su tiempo (aunque Noverre ya había dicho públicamente y escrito que esta bailarina no le gustaba, reconoció su arrojo técnico y capacidades) era de madre española. Para los detalles sobre la vida y avatares de Noverre —que son muchos y variados— recomiendo especialmente dos libros: la biografía aún hoy canónica de Deryck Lynham, publicada por primera vez en 1950, y la importante propuesta de Manfred Krüger [Noverre und sein Einfluß auf die Ballettgestaltung, 1963] una obra que dibuja con exactitud aquella compleja y dinámica situación del panorama musical y dancístico de los teatros alemanes de la época, donde el joven y aún desconocido bailarín francés de origen suizo tuvo que foguearse, madurar y encontrar un estilo. En este momento, las inquietudes intelectuales del bailarín cobran una importancia, se sientan las bases que lo convertirán en un teórico inmerso en la innovación. Eran tiempos en los que todavía se sentía con fuerza la influencia de Rameau y de Louis de Cahusac, dramaturgo que ejercía a la vez de coreógrafo y que escribió un tratado [El Baile antiguo y moderno o Tratado histórico del baile (1754] que influyó mucho y decisivamente en Noverre, sus criterios y, sobre todo, sus escritos, desde las cartas a los futuros esbozos de tratados. De Cahusac fue el redactor literario principal de las entradas sobre danza que aparecen en las páginas de la Encyclopédie de Diderot yd’Alembert. En su libro de 1754 La danse ancienne et moderne ou Traité historique de la danse, De Cahusac, que no era esforzadamente revolucionario, aboga por la interacción del baile descriptivo con la música y el argumento. No hay que hacer una exploración demasiado aguda para ver enseguida cómo este escrito influyó en Noverre.
Tras volver a Francia, Noverre entró y salió de la Ópera más de una vez, se dice siempre que por discrepancias con sus regidores. Situémonos en lo agitado de aquel escenario; Noverre vivió la Revolución de 1789, los vaivenes napoleónicos, el regreso de Luis XVIII y varios cismas internos dentro de los dos principales escenarios operísticos de Francia (Opéra y Opéra-Comique).
Son importantes para él los dos años en Londres en cercanía con Garrick; la difusión acelerada después de la primera edición de las Cartas, con ediciones en Lyon y París e inmediatamente traducido al alemán, inglés, español y parcialmente al italiano en Venecia. Poco después, en 1766 publica Teoría y práctica de la danza y sus músicas, trajes y decorados (con la adición de 15 de las cartas actualizadas) probablemente donde va más lejos y es más moderno: el teatro de danza es un todo en busca de su unidad, dijo.
Ha trascendido hasta lo histórico su polémica con Gasparo Angiolini. En el siglo XX o XXI habrían acabado en los tribunales por presunto plagio, pues ambos se atribuían los hallazgos y propuestas del ballet de acción, base logística que desembocaría inmediatamente en el ballet prerromántico. La verdad es que eran dos grandes y que los aportes de ambos son básicos e imprescindibles. Algo tan grande no es labor de un hombre solo; cada uno será venerado en su monumento. Ni los ballets de Angiolini ni los de Noverre han sobrevivido y llegado a nosotros. El musicólogo Lorenzo Tozzi reordenó la partitura y anotaciones coréuticas del Didone abbandonata del primero, y en 1992 Ivo Cramer reconstruyó idealmente Jasón y Medea del segundo. Son esfuerzos encomiables para que ese noble pasado cobre alguna posible vida y lo sigamos teniendo en cuenta.
Noverre publicó en 1801 dos cartas a Voltaire (de quien era buen amigo) donde ensalza a Garrick —tocando con sapiencia el drama isabelino como su inspiración— y murió, ya retirado, redactando su Diccionario de la Danza. ¿Qué lo llevó a sacar fuerzas de donde no las tenía, ya enfermo y parcialmente impedido, para embarcarse, seguir comprometido en la escritura monumental de un diccionario? Hay varias respuestas a mano, pero la principal es su rigor y creencia en su trabajo (así dejó huellas: Jean Dauberval fue su discípulo; votó por abolir la máscara y dar relevancia a los papeles femeninos, teorizó sobre la construcción de las óperas) y su firmeza de convicciones. Así, al final, escribió: “A mí se me considera hoy día como un viejo chocho que molesta; sin embargo, se afanan en imitarme, pero, por desgracia, ¡de qué manera!”. Esto es quizás lo más ejemplificador.
Roger Salas
[*] Aunque hoy este artículo, así como los honores panegíricos en ocasión del Día Internacional de la Danza, estén dedicados al gran Jean-Georges Noverre, permítaseme dejar dicho apenas dos cosas del Maestro Deshayes, pues opino que hay entre ambos un hilo conductor común y, sobre todo, que resulta del todo injusto mantenerle relegado a una entrada en algún diccionario (que no en todos). Deshayes sale de una familia de tradición de artistas de ballet de la Ópera francesa y, tras un paso exitoso por Madrid y Milán se establece en Londres, donde enseguida escala posiciones y puede en alguna medida dedicarse a la experimentación teatral, siempre con las ideas de renovación que lo caracterizaban y que entroncan con Noverre y los principios del ballet de acción. Primero Deshayes bailó en el King’s Theater, donde fue muy apreciado por su refinamiento y musicalidad, para pasar después al Her Majesty’s Theatre, donde coreografió hasta 1842 e hizo un ballet sobre la Sexta sinfonía de Beethoven, al que debemos considerar como el primer ballet documentado e importante —en cuanto extensión— hecho sobre música no escrita para la danza y de estructura sinfónica. En 1833, Deshayes hizo su ballet Faust (1833), inspirado en la pieza teatral de Marlowe y con música de un jovencísimo Adolphe Adam. Si hoy quiere usted conocer la música de este Faust no tiene más que escuchar la del segundo acto de Giselle, pues el compositor reutilizó un elevado porcentaje del material del Faust londinense en la Giselle parisiense de 1841. R. S.
Caja
Todos los años, el 29 de abril, la Unesco y el Comité Internacional de la Danza escogen una personalidad de reconocimiento mundial para que redacte el mensaje de congratulación por este Día Internacional de la Danza. En 2024 ha sido la bailarina argentina Marianela Núñez, reconocida y admirada estrella del ballet y prima ballerina en el Royal Ballet de Londres. Admirada mucho más allá del público de Covent Garden, y glosada con justicia por los críticos de todo el orbe, Marianela Núñez es en sí misma una carrera ejemplar y fruto arquetípico del esfuerzo, la disciplina y el trabajo responsable.
Mensaje para el Día Mundial de la Danza 2024 por Marianela Núñez:
Un recuerdo no alcanza para hacer historia. Y la historia de un teatro, como la de cada uno, es también la historia de los demás, de cómo un arte como la danza migró y creció en diferentes latitudes. Las paredes del Royal Ballet atesoran las fotografías que narran el viaje recorrido, la historia reclama sus protagonistas y la danza en Argentina resplandece con cada uno de esos nombres. Con frecuencia, las instituciones se sumergen en un silencioso anonimato, sin rostros ni apellidos, evitando enfrentarse al eco del pasado. Son las organizaciones impulsadas y respaldadas por el ITI-UNESCO, como lo es el Consejo Argentino de la Danza, las que frecuentemente hacen de muralla que detiene al olvido. Estoy junto a ustedes en el compromiso de rescatar y revitalizar la historia de maestros, artistas y coreógrafos que han enriquecido el mundo de la danza, merecedores de ser escuchados por las generaciones venideras. Que sepamos todos que no somos espectadores, sino herederos de una tradición forjada con arte, dignidad y sacrificio, nutriendo nuestro camino con vocación y amor por la belleza. Si bien el futuro y el presente acaparan nuestra atención, sin el sólido cimiento del pasado, sin la fertilidad de nuestra tierra, el árbol de la danza no puede florecer. Las raíces son tradición y a la vez… nutrientes.
[Difundido por el Comité Internacional de la Danza de la Unesco
y el Instituto Internacional del Teatro]