Iris Vermillion y las cartas de Clara y Robert
Los ciclos vocales germanos, desde La amada lejana de Beethoven hasta por lo menos los Lieder eines fahrenden Gessellen de Mahler tienen mucho de biografía y de itinerario. Es el viaje del amor y la muerte, sobre todo, porque para esa área literaria y lírica hay una correspondencia íntima entre ambos. Dos ciclos de Schumann se corresponden, Dichterliebe y Frauenliebe und –leben. A la heroína de este ciclo le sorprende y decepciona la muerte del ser amado, no la vida que continúa y conduce al menoscabo o al engaño.
Un hermoso concierto vocal del Festival de Bogotá, un pequeño concierto de una dimensión artística muy superior a su pequeño formato, fue el que protagonizó la espléndida mezzo alemana Iris Vermillion, acompañada del excelente y ubicuo Roger Vignoles, una de las estrellas del festival en sus múltiples apariciones como solista y acompañante. El concierto, un todo continuo, se componía del ciclo mencionado, ocho cantos que son crecimiento y caída repentina (“Hoy me provocaste el primer daño…”). Iris Vermillion dio vida a esta mujer, y la biografía cobró alas, se hizo teatro y por lo tanto verdad en la que suspendemos la credulidad para creer mejor. Siempre que haya una lectura como la de Vermillion, claro está.
La mezzo también eligió un ramillete de Lieder de Clara Wieck, conocida como Clara Schumann, algunos de los cuales te hacen sospechar que Clara estaba muy preparada para el amor que iba a venir de ese extraño amigo de la familia llamado Robert. Que esperaba algo así, que anhelaba algo así. Como decía alguien, tal vez poeta, no es que te enamores, sino que permites que el amor que llevas dentro se despliegue en algo, en alguien. Que acaso lo merezca.
Estas canciones iban entreveradas por las cartas de Robert y Clara, interpretadas en alemán por Cornelia Horak y Christoph Wagner-Trenkwitz. Los sobretítulos de los cantos de Vermillion y las cartas de los enamorados permitían seguir el apunte de trama, los detalles de lo que creemos saber y siempre nos sorprende.
Eran los amores de Clara, la creadora que hubo de renunciar (familia y, en especial, la época, el espíritu del tiempo, ay); y Robert, el desdoblado, el poeta del sonido, el música de lo lírico. Quién sabe si el destino le preparó la muerte para que se cumpliera el octavo canto del ciclo Frauenliebe… Por los amplios espacios del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo las alocuciones de jóvenes monitores informaban a un público pequeño y muy interesado sobre estos amores, estas obras, estas inspiraciones. Tal vez la acción de Angélica Bueno en cometidos de innovación social tuvieron algo que ver con esta feliz divulgación. Por allí estaba, verdes vientos en la amplitud de ese punto de encuentro con dos teatros, biblioteca, tiendas de libros y audivisuales que es ese teatro-ciudadela.
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