Heaven, I’m in heaven
Tres días seguidos. Tres conciertos. ¿Podré soportar tanta belleza?, decía alguien que ahora no recuerdo. Ya se comentaron en esta página, pero me resisto a no comunicar una pizca de lo que me hirió en estos tres días. Me hirió, qué cursi, ¿no?
Sí, I’m in heaven, como Fred Astaire cuando baila con Ginger Rogers en Top hat, Sombrero de copa. La canción, ya saben, es Cheek to cheek, Mejilla con mejilla. Tony Kushner usa de este inicio de canción para titular el acto final de Angeles en América. Hay ironía y hasta humor negro en titular así lo que va a venir a continuación. En mi caso, no. En este caso uno estuvo en ciertos momentos en el cielo, gracias a estos conciertos.
JONDE, domingo 15 de octubre. Auditorio Nacional de Madrid. Obras de Borodin, Beethoven, Berlioz.
Michael Thallium ya le ha hecho justicia en esta página a ese concierto en que los músicos tocaban de pie y no había director en el podio, pero sí un magnífico concertino, nada menos que el serbio Gordan Nikolic, que habrá preparado a estos jóvenes para un concierto memorable. Solo quisiera destacar ahora la interpretación de una obra rara de escuchar, la versión para orquesta de la Gran fuga op. 133, orquestación de Felix Weingartner. Si en Borodin y en la Fantástica estaba la orquesta al pleno, aquí estaban solo las cuerdas. Y en la JONDE, conjunto de aprendizaje además de intérprete de conciertos, esto tiene un sentido más que justificado. La obra es algo más que una ampliación del original para cuarteto de cuerda, obra ardua y de lo más exigente del repertorio, gran obra maestra del periodo final de Beethoven. Puesto que, entre otras cosas, incluye contrabajos. Este segundo momento fue emocionante, y no tanto por la obra, tan austera y tan compleja, sino por el estado de gracia de la JONDE en una obra que raras veces oiremos en esta propuesta de Weingartner. Hemos sufrido –ahora, cada vez menos– la rutina de los músicos sentados. Los jóvenes de la JONDE, en la Gran Fuga y en el resto del programa, no se permitían el desmayo. Ellos aprenden, pero se diría que enseñan.
Ciclo de Lieder. Teatro de La Zarzuela, lunes 16 de octubre. Olga Peretyatko, Semjon Skigin.
Olga Peretyatko [en la foto] fue protagonista absoluta de un concierto no solo extraordinario, sino también inolvidable. La inteligencia de desplegar en dos partes estas dos Frauenliebe und Leben (Clara Schumann y Pauline Viardot), con Europa al fondo, es algo más que un concierto con wikipedia, como decía algún furioso colega despistado: “Yo, para esto, no vengo a un concierto, qué estafa”. Que no te enteras, chaval, que esto es un recital y es teatro, y Olga es una actriz consumada: lírica, narración, situación dramática…, ¿qué más quieres? Pero lo que más me importa es insistir en la inteligencia del recital, en su lógica narrativa y teatral. Varios asistentes, todos entusiastas menos algún que otro colega como el ya evocado, acabamos recomendándonos mutuamente un libro que nos encanta (y que ya he reseñado en estas páginas), Los europeos de Orlando Figes (Taurus), en el que se despliega una visión cultural del siglo XIX tan amplia y tan rica que seduce tan solo con lo que expone. Pero es que Pauline Viardot, protagonista de la segunda parte del insuperable concierto de Olga Peretyatko, es protagonista del libro de Figes; y lo es junto con su marido y con Ivan Turguéniev. A uno le apena que ciertas personas no estuvieran allí, que se la perdieran; y pienso en lo menos siete u ocho.
Ciclo grandes intérpretes de la Fundación Scherzo. Martes, 17. Beatrice Rana, piano. Obras de Scriabin, Castelnuovo-Tedesco, Debussy, Liszt.
El tercer día podía uno ya recibir la herida de Stendhal y acaso perecer. Del concierto de Beatrice Rana se ha ocupado ya Rafael Ortega Basagoiti, compartan su entusiasmo. De este concierto tan solo quisiera destacar la “agradable herida” que a uno le produjo el mismísimo comienzo, la delicada pulsación de la Fantasía en si menor de Scriabin. Pero lo delicado no quita lo valiente, y las manos ágiles de Beatrice, en ese saltar como mariposas, te inducían un episodio emotivo y en permanente suspense. Era el comienzo, quedabas advertido. Y agradecido, claro está. Beatrice nació en 1993, SCHERZO cumplió ocho años en diciembre. ¿Quién nos iba a decir que íbamos a traer a nuestro ciclo artistas tan excelsos que aún no habían nacido?
Tres días, qué tres días. Pero todo tiene un límite. Ahora, días tranquilos, a ser posible bajo la lluvia y con dos nietos cerca.
Leo a Robert Musil (¿alguien lee todavía a Musil?): “Porque solo los locos, los desequilibrados y los maniáticos pueden resistir largo tiempo el fuego del entusiasmo”.
Aunque también leo a Borges (¿hay quien se resistirá de una buena vez a citar siempre a Borges?): “Nada tiene de extraño tanta belleza desparramada por diversos idiomas”.
Santiago Martín Bermúdez