Hábitos culturales
La Encuesta de Hábitos Culturales en España que con periodicidad cuatrienal elabora el Ministerio de Cultura y Deporte suele ser, con el filtro oportuno, un buen indicador de la salud de los sectores implicados en aquellos y, por encima de todo, de la relación de los españoles con el ocio, sus derivados y lo que va más allá de uno y de otros a través de su consumo. Sirve también para relativizar, en el mejor sentido de la palabra, la importancia de cada sector dentro de ese conjunto de las industrias culturales que supone el 3,3% del PIB y el 3,7% del empleo total, es decir, mucho o poco según se mire.
Los resultados se encuentran exhaustivamente expuestos o resumidos, como se prefiera, en la página web del Ministerio —de la que extraemos los datos y su comentario de forma casi literal— pero es interesante que destaquemos algunos que corresponden al consumo de música clásica en España, empezando por una tendencia que no sólo tiene que ver con nuestro ámbito y que resulta enormemente satisfactoria: la drástica reducción de la piratería editorial y de la compra de material impreso o grabado sin marca o licencia de autor. Parece que la llamada Ley Sinde, las nuevas directrices de la Unión Europea, el trabajo de CEDRO y, sobre todo, el sentido común y el respeto a la creación empiezan a rendir sus frutos. Añadamos a ello el crecimiento lento pero constante de la suscripción a las plataformas digitales, que permiten un acceso rápido, fácil e inmediato a las novedades, en nuestro caso, discográficas y que sustituyen en buena medida a la compra de música grabada, que sigue decayendo desde el 22,5% de la encuesta aparecida en 2007 al 7,3% de la presente. La incidencia de las descargas gratuitas de música por Internet, realizadas cada trimestre por el 5,1% de la población, es muy inferior a la registrada en el periodo anteriormente investigado mientras en este se estiman por primera vez otras vías tales como el uso de suscripciones a plataformas digitales de música que alcanzan el 7,4%. Sin olvidar a la radio como principal suministrador de música en términos totales y parciales, es decir, por géneros.
Del 46,8% de la población que asistió a espectáculos en directo, el 9,4% lo hizo a conciertos de música clásica (el 8,6% en la anterior encuesta) —en el 60% de los casos se trató de una orquesta sinfónica, en el 15,5% de un grupo de cámara, en el 13% de un coro o grupo vocal, y en el 7% de un solista—, el 8% a ballet y danza, el 3,3% a ópera (2,6% en la anterior) y el 1,5% a zarzuela (1,8%). Un 4,8% ha accedido por internet a conciertos de música clásica, un 3,8% a espectáculos de danza, un 1,5% a la ópera y un 0,9% a la zarzuela.
Respecto a la fragmentación por edades, el primer dato a considerar es que el mayor porcentaje de asistentes a los conciertos de música clásica es el que corresponde a hombres y mujeres de entre 55 y 74 años. Aquí se da la circunstancia de que la asistencia es relativamente correcta —si se compara con el resultado general— entre los 15 y los 19 años, baja a continuación, se incrementa de nuevo en el tramo de 49 a 55 y alcanza su máximo porcentaje entre los 55 y los 64, bajando después ligeramente hasta los 75 y más, que vuelve a decaer. Se produce, por tanto, una desafección que corresponde al periodo de una presunta emancipación económica cuya frustración influye, lógicamente, en la capacidad adquisitiva, de modo que se pierde parte de lo logrado en los proyectos pedagógicos de orquestas e instituciones mientras está claro que no se puede descuidar al público de media edad y más allá, ya fidelizado.
Naturalmente, la encuesta merece una lectura que no podemos llevar a cabo en estas páginas y que necesitaría un entrecruzamiento de los datos que ofrece acerca de hábitos culturales por tramos de edades, por comunidades autónomas o provincias, por las motivaciones para el consumo o la abstención o por los ingresos de los encuestados. El propio Ministerio de Cultura y Deporte prepara en estos momentos lo que ha de ser no ya el complemento indispensable de la encuesta sino un documento primordial para que las administraciones se planteen qué quieren hacer con la cultura, el Libro Blanco de la creación, formación y desarrollo de públicos de la cultura en el que ha habido una amplia participación de expertos a través del correspondiente periodo consultivo.
Y cerremos con una buena noticia que nos toca muy de cerca. Y es que el consumo de revistas culturales ha aumentado respecto de la última encuesta. Un 22,7% de los preguntados leen revistas culturales al menos una vez al mes frente al 20,6% de hace cuatro años o al 15,2% de 2006-07. ¶
Enlace para consultar la Encuesta completa.