Gustavo Gimeno: “Siempre miro hacia delante”
Prefiere hablar Gustavo Gimeno (Valencia, 1976) de su labor, de lo que hace y piensa, antes que de sí mismo. “¡Pero si en Internet cualquiera puede encontrar lo que sea sobre mí!”, dice. Director musical de la Filarmónica de Luxemburgo y de la Sinfónica de Toronto, charlar con él supone conversar a media voz y siempre apuntando al fondo de todo. Reflexivo, de fina inteligencia y meticulosa sabiduría. Hijo y hermano de músicos, su talento aflora en cada detalle o comentario. Apuesta fuerte y siempre mira hacia delante. Ha triunfado. En octubre debuta en en la temporada de abono de la Filarmónica de Berlín, y unas semanas después volará a Estados Unidos para ponerse al frente de la Sinfónica de San Francisco y de la Orquesta de Cleveland, con la que mantiene cercana relación. Pero antes, este mismo verano, en agosto, dirigirá a su Filarmónica de Luxemburgo y a la Joven Orquesta de Euskadi en el marco de la Quincena Musical de San Sebastián, que lo ha designado director residente.
Se marchó de España muy joven, con apenas 17 años, para instalarse en Ámsterdam, donde hoy vive puerta con puerta con el Concertgebouw, que realmente es su segunda casa. Desde entonces, su presencia en los escenarios españoles se ha limitado a una serie de funciones de Aida en el Liceu y a su colaboración casi anual con el Palau de les Arts. Sin embargo, ahora se anuncian diversas actuaciones suyas en la Quincena de San Sebastián, su debut en el Teatro Real con El ángel de fuego de Prokofiev y una nueva gira con la Filarmónica de Luxemburgo, en enero de 2022. ¿Se está reencontrando con su país, con la vida musical española?
¡Sin duda! ¡Pero ya hace tiempo! He visitado España en varias ocasiones durante los últimos años con la Filarmónica de Luxemburgo, tanto en la serie de Ibermúsica en Madrid como en otras ciudades y salas. También visitamos la Quincena de San Sebastián hace algunas ediciones. Y, en efecto, tenemos bonitos planes para esta temporada, regresando a la Quincena y con nueva gira en España en el mes de enero, que incluye nuestra participación en el Festival de Canarias. Como usted bien indica, dirigí muchas funciones de Aida en el Liceu de Barcelona, donde, por cierto, pasé un periodo felicísimo. El proyecto de El ángel de fuego de Prokofiev me ilusiona enormemente: por la música, por esta producción, en concreto, de Calixto Bieito, por trabajar en Madrid y en el foso del Teatro Real. Además, ¡adoro hacer ópera! Y sí, regreso a mi Valencia natal con asiduidad y tengo planes para el futuro en el Palau de les Arts. Guardo fantásticos recuerdos de mis conciertos con la Orquesta de la Comunidad Valenciana durante estas últimas temporadas.
Salvo la música de Francisco Coll, del que acaba de publicar un disco monográfico, los compositores españoles apenas aparecen en su repertorio. ¿No le interesa la obra de creadores como Falla, Albéniz o el recientemente desaparecido Cristóbal Halffter?
Al pensar en música y compositores, nunca lo hago en términos territoriales o culturales, sino más bien en la calidad de la música, mis propios intereses, un contexto determinado de una programación, un periodo histórico… Además, créame si le digo que me interesa mucho la música de numerosos compositores que en los últimos años no he abordado tanto como me hubiera gustado, simplemente por falta de tiempo… Por tanto, me refiero a compositores españoles, sí, pero también franceses, rusos, austriacos o canadienses… El caso de Francisco [Coll] es especial para mí, no solamente porque es alguien a quien admiro y a quien me une la amistad, sino porque ha sido un muy bonito trayecto artístico desde que nos conocimos hasta este trabajo monográfico, que incluye varios estrenos y al que nos hemos entregado, compositor, solista, orquesta y yo mismo con entusiasmo y determinación.
En octubre se convertirá en uno de los contados directores españoles que ha dirigido la Filarmónica de Berlín. Y lo hará con un programa de inspiración eslava que agrupa Sheherezade de Rimski-Korsakov, el Segundo concierto para violín de Prokofiev y el Concierto rumano de Ligeti. ¿Marca un antes y un después haber dirigido a la orquesta de Nikisch, Furtwängler, Karajan o su entrañable maestro y amigo Claudio Abbado? ¿El programa ha sido propuesto por la Filarmónica o iniciativa personal suya? ¿No atemoriza la responsabilidad de hacer una obra como Sheherezade con una orquesta que la ha tocado con los mejores?
Sinceramente, no creo que dirigir esta o aquella orquesta, por muy excepcional que sea, marque un antes o un después. Pero eso no quita para que, a nivel personal, sea un honor haber recibido la invitación de la Filarmónica de Berlín, y espero que resulte una experiencia enriquecedora, a pesar de las enormes exigencias. En cuanto al programa, es fruto de una larga y cuidadosa conversación en la que se han ido evaluando muchos diferentes aspectos. No, no atemoriza una obra en concreto, pero es cierto que uno siente la responsabilidad de dirigir unos ensayos y conciertos al frente de una institución de tal importancia histórica, cuya orquesta la forman tantos buenos músicos, de fuerte personalidad y con suma experiencia. En cualquier caso, hacer gran música de la mejor manera posible es siempre un acto de responsabilidad. Curiosamente, y si no recuerdo mal, Sheherezade no es una obra que hayan interpretado en Berlín sus últimos tres directores titúlales, es decir, Abbado, Rattle y Petrenko. (…)
Justo Romero
[Foto: Marco Borggreve]
(Comienzo de la entrevista publicada en el nº 375 de SCHERZO, de julio-agosto de 2021)