GUADALAJARA / Mudarra vuelve a casa de la mano de José Miguel Moreno

Guadalajara. Palacio del Infantado. 16-X-2022. Obras de Fuenllana, Milán, Mudarra, Narváez, Ortiz, Pisador y anónimas. José Miguel Moreno, vihuela.
Feliz idea la que ha tenido la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Guadalajara al programar los cuatro conciertos de que consta su III Temporada de Música Antigua en espacios emblemáticos de la ciudad. El primero, dedicado a la música de vihuela de nuestro Siglo de Oro, tuvo lugar el domingo pasado en la hermosísima Sala de batallas del Palacio del Infantado. No voy a insistir demasiado en lo que de simbólico tiene que la música de Alonso Mudarra, que, como es sabido, estuvo muchos años al servicio del III duque del Infantado, sonara de nuevo, cinco siglos después, en el lugar donde se concibió.
En sentido estricto, ni el palacio, tras el brutal bombardeo de 1936, es como lo vivió Mudarra ni este conoció la Sala de batallas, construida tiempo después por el V duque. Pero lo que es incuestionable es que escuchar en ella, bajo los impresionantes frescos de Romulo Cincinato que cubren su bóveda, la música de nuestros vihuelistas del Quinientos recreada por obra y gracia de uno de sus mejores intérpretes actuales, fue pura magia. En ese espacio recogido, de dimensiones y acústica ideales para mantener los sutiles matices de un instrumento que habitualmente sonaba en los salones nobiliarios, José Miguel Moreno fue desgranando sin interrupción las notas de una música que conoce como pocos y que tuvo una excelente presentación general en las notas al programa de Raúl Orellana.
No es necesario a estas alturas presentar a José Miguel Moreno. Dotado de brillante y sólida técnica y tocado por el don de la musicalidad, la música —una hermosa antología del repertorio vihuelístico— fluía de sus dedos con la pasmosa naturalidad de siempre, yendo del virtuosismo a la delicadeza, traduciendo afectos y sensaciones, hablando de amores y desamores, trenzando danzas y romances, poniendo ante nuestros oídos la melancolía del emperador identificado con Mille regrets de Josquin que Narváez, su confidente, tradujo a la voz de la vihuela —tocó Moreno las dos obras, seguidas—, rebosando gozo en las Diferencias sobre las Vacas del propio Narváez —observar la expresión de Moreno durante su interpretación y no contagiarse era imposible—. Porque José Miguel Moreno, además del de la expresividad, posee también el don de la comunicación y hace que su música llegue realmente a lo más íntimo de sus oyentes. Que estaban sobradamente entregados cuando sonó, rematando el concierto, la mudarriana Fantasía que contrahaze la harpa…
Y la comunicación entre músico y público se puso de manifiesto aún más, si cabe, en los tres bises —barrocos ya, no renacentistas— que culminaron la tarde: los extravertidos Canarios de Martín y Coll, el Lantarurú de Gaspar Sanz —poesía en estado puro— y una Introducción de John Dowland que a más de uno maravilló por su modernidad.
P.D.- Los próximos sábado y domingo se celebrará, por triplicado, el segundo concierto del ciclo en el Salón Chino del Palacio de la Cotilla, a cargo del grupo Scaramuccia de Javier Lupiáñez con sonatas para violín de la dieciochesca corte de Dresde.
Manuel M. Martín Galán
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