GRANADA / Versátil y variado Zacharias con la OCG
Granada. Auditorio Manuel de Falla. 26-IV-2024. Emőke Baráth, soprano. Orquesta Ciudad de Granada. Director: Christian Zacharias. Obras de Copland, Haydn, y Brahms.
El noveno concierto de abono de la OCG tuvo de nuevo uno de esos programas sorprendentes y variados, marca de la casa, donde se alternan piezas características del repertorio con otras menos conocidas y que ya resultan casi adictivos. Se interpretó Appalachian Spring (Primavera Apalache), de Aaron Copland; la Escena de Berenice para soprano y orquesta y la Sinfonía n.º 39 en sol menor de Franz Joseph Haydn; y, por último, las Variaciones sobre un tema de Haydn op. 56a de Brahms. Pareciera que el director, Christian Zacharias, quisiera demostrar la amplitud de su repertorio en este quehacer más allá de la que tiene como pianista.
Y ciertamente, lo logró. Con su dirección ya familiar (por fortuna) para el público de Granada, paradójicamente desgarbada y precisa a un tiempo, sin batuta, usando el dedo índice como sustituto —a veces los índices de ambas manos—, muy atento a las distintas familias instrumentales, quizá con especial atención a las cuerdas, mirando con fijeza e intención a quienes requería un determinado efecto, Zacharias consiguió transitar con eficacia y propiedad por todos los cambios estilísticos del programa propuesto.
Por ejemplo, en Copland quedaron muy logrados los efectos de color orquestal, tan característicos de la pieza, así como el equilibro entre los distintos planos sonoros; también el contraste entre la calma —muy bonitos los solos iniciales y finales, simétricos, del clarinete y la flauta— y el ritmo vivo y saltarín, con unas cuerdas magníficas en la evocación de timbres folclóricos; y, en definitiva, su jovialidad, que, al menos en su parte inicial, pudimos descubrir de repente que tanto le debe —valga el juego etimológico— al Júpiter de Holst.
El Haydn sonó sorprendente —más por la propia naturaleza de la pieza que por la interpretación en sí—, dramático, con una música escénica que anticipa un dramatismo futuro más expresivo y menos convencionalizado. La soprano Emőke Baráth fue la revelación de la noche (doblemente, porque sustituía de última hora a Giulia Semenzato por enfermedad). Con un timbre sonoro y precioso y una gran seguridad y sentido dramático, sorprendió sobre todo la amplitud de registro, con unos graves sobrecogedores que podían desembocar sin apenas transición en agilidades o agudos climáticos y firmes. Fue toda una exhibición; realizó una genuina escena. La soprano, en respuesta a los aplausos, interpretó de propina el recitativo y aria de Susana (Deh vieni, non tardar) de Las bodas de Fígaro de Mozart, con una delicadeza exquisita y un bellísimo legato.
Ya en la segunda parte, de nuevo un Haydn dramático ma non troppo, si bien muy anterior, con ecos del Sturm und drang, en una sinfonía reiterativa y compacta en sus temas, cuya interpretación se ajustó a este equilibro sin cargar mucho las tintas, incluso con un punto de neutralidad en su planteamiento. Por último, en el enésimo giro estilístico, las Variaciones de Brahms se presentaron muy solidas en su planteamiento, equilibradas entre el rigor formal y el impulso romántico (especialmente contenido en este caso), y muy claras en su desarrollo estructural, de nuevo con unas cuerdas magníficas en su empaste — por ejemplo, en la simultaneidad de agudos y graves extremos tan propia de Brahms—, y un final noble y sin cargar las tintas. Magnífico y versátil en efecto Christian Zacharias como director, y una suerte que sea principal invitado oficial de la OCG.
José Manuel Ruiz Martínez