GRANADA / Una Chen Reiss brillante para una Viena de cámara
Granada. Auditorio Manuel de Falla. 19-III-2022. Chen Reiss, soprano. Orquesta Ciudad de Granada. Director: Lucas Macías. Obras de Berg y Mahler.
El décimo concierto de abono de la OCG ha sido otra muestra de ese intento (a mi juicio muy acertado) por parte de la formación de sacar a su público de una posible zona de confort con propuestas interesantes y poco escuchadas. En esta ocasión, componían el programa las Siete canciones tempranas (Sieben Frühe lieder ) de Alban Berg y la Cuarta sinfonía en Sol mayor de Mahler; pero no en las orquestaciones originales de sus autores, sino en sendos arreglos para orquesta de cámara: en el caso de las canciones de Berg, con autoría de Reinbert de Leeuw, que reduce la formación a las cuerdas, algunos vientos, un piano y un armonio; en el de la sinfonía de Mahler, con la de Klaus Simon (estrenada en 2007), una reducción donde, aparte de las cuerdas, solo hay un representante de cada uno de los instrumentos de viento necesarios y se suprimen los metales, si bien se mantiene la percusión, a lo que se añade, como en el caso de Berg, el armonio y el piano.
El resultado de estos arreglos fue interesante, si bien a mi juicio desigual. En ambos casos el sonido resultaba en cierto modo ‘aún’ más vienés si cabe, con un aire inevitable de salón que recordaba (y creo que no es una referencia accidental o indeliberada por parte de los dos arreglistas) a las versiones que se realizaban en la Sociedad para las interpretaciones privadas fundada por Schoenberg, y que incluyeron, de hecho, reducciones de las sinfonías de Mahler. No obstante, mientras que los lieder de Berg implicaron un extrañamiento lírico y logrado en relación con el original, donde, por ejemplo, el armonio sorprendía gratamente cada vez que se elevaba sobre los otros instrumentos, no estoy tan seguro de que la reducción de Mahler funcionara igual de bien. Lo hacía, como es lógico, en los momentos eminentemente camerísticos de la obra, en los timbres agrestes, a veces agresivos, de los vientos; pero en los clímax, en los tutti orquestales, la versión adolecía de la falta de los metales y del resto de instrumentos de la versión original, difícilmente suplidos ora por el clarinete o la trompa, ora por la conjunción del piano y del armonio; y, cuando estos últimos instrumentos destacaban, lo hacían con más extrañeza que extrañamiento (por ejemplo, al final de la propia sinfonía, que concluye con los acordes del piano solo). Para este viaje, quizá uno prefiera las versiones mahlerianas más atrevidas (con acordeón en lugar de armonio) del Uri Caine ensemble.
La interpretación pareció correr parejas con las versiones. La de Berg resultó delicada y mágica, con las cuerdas creando una textura sonora continuada que, de repente se abría en agudos muy logrados, y en un continuo diálogo con los vientos, piano y armonio, muy acorde con los movimientos elegantísimos de Lucas Macías. La de Mahler, si bien también con momentos logrados, por ejemplo de los violoncelos, muy esforzados en el primer movimiento; del concertino y su doble interpretación con el violín convencional y el ‘diabólico’, un tono por encima, que fue alternando en el Scherzo; del oboe solista, bellamente doblado por la flauta en el segundo tema del Adagio…, con todo, adoleció, me parece, de cierta falta de matices en general, como si la simplificación orquestal hubiera abocado también a una simplificación de estos.
No obstante, la estrella indiscutible de la noche fue la soprano Chen Reiss. Con un timbre bellísimo y un fiato portentoso, que le llevaba a sostener una línea melódica lenta, ligada y continua, Reiss brilló tanto en las canciones (su interpretación de Die Nachtigall —El ruiseñor—, es una de las cosas más bonitas que se han escuchado en el Auditorio Manuel de Falla en tiempo), como en el final de la sinfonía, donde (gran acierto) entró en escena en el clímax del Adagio, cuando se abren las puertas del cielo, para contarnos con una ingenuidad no exenta de aplomo las visiones sencillas que había contemplado en él. Sean bienvenida para una próxima vez tanto ella como este tipo de curiosos experimentos.
José Manuel Ruiz Martínez