GRANADA / Soyoung Yoon, una violinista brillante
Granada. Auditorio Manuel de Falla. 17-I-2020. Orquesta Ciudad de Granada. Violín solista: Soyoung Yoon. Director: Michal Nesterowicz. Obras de Dvorák, Kilar y Sibelius.
El quinto concierto de abono de la temporada de la Orquesta Ciudad de Granada (OCG) había suscitado gran expectación por sus dos protagonistas; la muy galardonada violinista coreana Soyoung Yoon y el director polaco Michal Nesterowicz, ganador de la octava edición del prestigioso Concurso Internacional de Dirección de Cadaqués, también conseguido por batutas de la talla de Gianandrea Noseda o Vasily Petrenko. Así mismo, el programa respondía en interés a la calidad de estos intérpretes, por lo que se intuía una de las mejores citas de la presente temporada de la OCG, como así resultó ser.
Con el poema sinfónico para cuerda Orawa (1986) del compositor polaco Wojciech Kilar se iniciaba la velada. Su carácter repetitivo se fue expandiendo desde que el concertino invitado, el venezolano Simón Gollo expusiera a modo staccato la progresión sonora de esta composición. El contraste producido por algunos pasajes de contenido lírico apaciguaban la intensidad de su agitado ritmo, hasta que la OCG, controladamente acelerada por el maestro Nesterowicz, se precipitó hacia el tutti final antes de que los músicos sorprendieran con el interjectivo grito de llamada, ¡He!, que cierra esta sencilla obra de atractiva escucha.
Uno de los grande alicientes de esta cita de la OCG fue la presencia de una de las más relevantes violinistas de su generación en el panorama internacional como es la coreana Soyoung Yoon interpretando una de las obras que más la han encumbrado en su carrera: el Concierto en Re menor Op. 47 de Jean Sibelius, con el que este compositor finés se situó entre los grandes creadores de la forma concertante romántica. Dotada de una gran técnica y gran capacidad expresiva, se hizo dueña de la situación nada más iniciada su actuación. Proyectó su rica personalidad musical en la múltiple temática del primer allegro, dejando patente la sugestividad de este movimiento que fue matizado con detalle en todos sus contrastes.
El director, consciente de su protagonismo, se plegó a la dinámica dialogante de la solista con marcada aquiescencia, sin menoscabo de la elemental función de la orquesta. Un sentimiento de ternura se hizo patente en su lectura del Adagio di molto central, dado el acusado carácter de serena romanza que dio a su interpretación, especialmente en la manera tenue de cantar su despedida, como queriendo preparar la energía que iba a desarrollar en el movimiento final. Con un mantenido rebrinco danzante, que se reflejaba plásticamente en los rebotes de su arco sobre el puente del violín, transmitió con alborozo el último allegro, provocando una sensación de plenitud en el oyente conforme se acercaba la eclosión sonora que se produce en la conclusión de este rítmico movimiento, con el que demostró la excelencia de su virtuosismo después de dar una lección de recreación armónica, dramatismo y exposición formal en el primer tiempo de la obra, y llevar a cabo todo un alarde de expresividad melódica en el segundo.
Ante la ovación del público y el unánime aplauso del director y los miembros de la orquesta, ofreció como bis el Recitativo y Scherzo-Capriccio, Op. 6 del legendario violinista vienés Fritz Kreisler, haciendo de su interpretación un sublime ejercicio de vibrato tanto en fraseo como en articulación.
El otro momento esperado del programa fue la Novena Sinfonía, Del nuevo mundo de Antonin Dvořák, obra singular donde las haya perteneciente al gran sinfonismo romántico y la más representativa de este compositor checo. El maestro Nesterowicz entró en la partitura con la confianza de haberla estudiado y experimentado en múltiples ocasiones, sabedor de que sus sones están muy presentes en la memoria colectiva de los aficionados que, por tanto, desean apuntes de cierta innovación en su ejecución. Afortunadamente, vinieron a producirse en este concierto, colmándose las expectativas en este sentido. Así, sorprendió el acusado tratamiento distintivo de los temas que integran su primer tiempo, al que imprimió una constante orientación dramática. Transmitió con sereno gesto que la OCG cantara con delicadeza el Largo, que fue creciendo en expresividad hasta llegar a ese punto más excitante en el coral que, a cargo de los metales, ponía término a su coda. El Scherzo fue expuesto con determinante energía, enfatizando el director su carácter de danza dentro de su intención cíclica. La orquesta conjugaba sus temas con sentido rítmico y eficaz contraste de los instrumentos de madera, entre los que destacó la flauta, que parecía crear una atmósfera premonitoria del fogoso movimiento final, en el que la OCG brilló como en sus mejores actuaciones. Ésta demostraba así su capacidad de respuesta a la musicalidad de un maestro como Michal Nestorowicz, que se encuentra en un excelente estado de madurez artística.
José Antonio Cantón
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