GRANADA / Prodigio de ballet transmoderno

Granada. Teatro del Generalife. 18-VII-2020. 96º Festival Internacional de Música y Danza. Les Ballets de Monte-Carlo. Director: Jean-Christophe Maillot. La fierecilla domada (basado en la comedia de Shakespeare con música de Shostakovich)
La confluencia de dos creadores geniales como William Shakespeare y Dmitri Shostakovich adquiere una más que sugestiva dimensión estética en la mente del coreógrafo francés Jean-Christophe Maillot a través de su ballet La fierecilla domada, basada en la conocida comedia del gran dramaturgo británico. Maillot se adentra en el ámbito del arte de la nueva danza culta estimulada por la todavía indefinible transmodernidad, llamada a adquirir una identificación en los procesos culturales a desarrollarse durante el presente siglo.
Consciente del reto que esto supone, Maillot se impuso llevar este espectáculo nada más y nada menos que a uno de los templos de la danza como es el Teatro Bolshoi de Moscú, hace seis años, haciendo un guiño a la tradición rusa, resaltando la contemporaneidad y subrayando la orientación futura de este arte en el que el mimo adquiere su máxima dimensión con la ayuda de la música como vector dinamizador de su significante belleza. A resultas de lo contemplado ahora en Granada, se entiende el éxito moscovita de su estreno. Factor esencial es la banda sonora basada en fragmentos musicales de Shostakovich, perfectamente enlazados para destacar la secuencia dramática de la acción escénica, lo que demuestra el enorme instinto musical del coreógrafo francés, quien saca todo el partido posible a tan fundamental elemento. En este sentido, hay que valorar muy positivamente la grabación utilizada que, bien tratada por los técnicos de sonorización, es un esencial factor estimulante de este prodigioso ballet.
En cuanto el elenco, hay que destacar a la prima ballerina, Ekaterina Petina (Catalina), por su dramática y siempre atractiva presencia, dominio del espacio escénico y contenido desenfreno, siempre bien acompañada por su partner, el bailarín checo Matej Urban, en el papel de un apasionado Petruchio. Del resto de solistas hay que mencionar por su fisicidad la preeminencia masculina sobre las clásicas evoluciones de las féminas, instaladas en un académico estilo de danza como contraste ante la buscada distorsión expresiva de la protagonista que plantea Maillot.
Una evidente minimalización de los elementos escénicos favorecía la plasticidad del ballet, predisponiendo al espectador a concentrar su atención en el mensaje shakesperiano hecho movimiento, dejando que este adquiriera esa profundidad simbólica pretendida por Maillot, a cuyo servicio estuvo en todo momento el cuerpo de baile que realzaba la acción del espectáculo. Este tuvo sus momentos estelares en la primera parte del segundo acto, en el que danza y música confluían en una simbiosis estética de excelente acierto para mostrar la consumación del amor. El Festival, en su intención de cuidar esta relevante línea de su programación, ha acertado plenamente con esta producción, que ha demostrado una vez más la importancia de Les Ballets de Montecarlo como una de las compañías punteras del arte de la danza en el panorama internacional.
(Fotos: Fermín Rodríguez)