GRANADA / Mozart entre dos mundos

Granada. Palacio de Carlos V. 12-VII-2020. 69 Festival Internacional de Música y Danza. Orquesta Nacional de España. Elisabeth Leonskaja, piano. Director: Josep Pons. Obras de Mozart.
Noche mozartiana al cien por cien en el Palacio de Carlos V y en la que la plétora de pianistas que Antonio Moral ha conseguido reunir para este festival de urgencia ofrecía la posibilidad de disfrutar del pianismo sincero y sin trampas de Elisabeth Leonskaja.
Se abrió el programa con la Sinfonía en Sol mayor nº 27 KV 199/161b y en ella Pons supo encontrar, en el Allegro inicial, la articulación viva y saltarina que piden los pentagramas. Fue una versión rica en acentuaciones, con ataques bien marcados, el legato justo y con atención a las voces secundarias de las violas, situadas en primera fila a la derecha para otorgarles más relieve. En el Andantino grazioso el director encontró precisamente eso, la gracia necesaria para conjugar el encanto de los violines con sordina y los pizzicati de los violonchelos y contrabajos. Salvo una primera frase poco definida de los violines primeros en el Presto, la conclusión de la obra transitó por el mismo camino de agilidad y fluidez.
El Concierto para piano y orquesta en Re menor nº 20 KV 466 arrancó con un Allegro en el que se pudo marcar más el dramatismo de las primeras frases orquestales, para señalar apropiadamente el perfil agónico del primer tema antes de la irrupción amable del segundo, más distendido. Leonskaja pareció compartir esa visión desdramatizada y atacó desde la claridad y la contención física. Es el suyo un Mozart lleno de claridad, de articulación diáfana y fraseo siempre comedido sustentado sobre una pulsación precisa y con el peso apropiado para cada nota. En la Romanza alternó el pulso saltarín (bien sostenido desde la batuta) y leve con el más dramático del apasionante episodio central, arrebatado pero sin llegar a excesos románticos fuera de tiempo. Para desembocar en un Rondó llevado con mano firme por Pons a base de arcos enérgicos y atención a los sforzandi.
En la Sinfonía en Sol menor nº 40 KV 550 el directo catalán no alcanzó a diseñar una visión unitaria de la obra, que en sus manos basculó entre los mundos del Clasicismo y del Sturm und Drang. Atacó el Molto allegro con menos garra y fuerza dramática de lo que cabría esperar, aunque dejando elevarse las figuraciones iniciales de las violas a pesar de algún desajuste inicial. Y, sin embargo, en el desarrollo desembocó en un fraseo mucho más acerado.Tiempo vivo y rico en acentos el del Andante y soberbia energía la del Menuetto, en contraste con una visión amable y sosegada del Trío. Y cuando cabía esperar un despliegue de dramatismo, el Allegro assai emergió contenido, como con miedo a adentrarse en las oscuras aguas de la agonía romántica. Soberbia la orquesta, de una transparencia y un empaste sobresalientes y estrenando a su nueva concertino invitada, Lina Tur Bonet.
(Foto: Fermín Rodríguez)