GRANADA / La OCG, romántica y bohemia
Granada. Auditorio Manuel de Falla. 27-IX-2024. István Várdai, violonchelo. Orquesta Ciudad de Granada. Director: Lucas Macías. Obras de Smetana y Dvořák.
El pasado concierto de la OCG inauguraba un breve ciclo dedicado a la música compositor Antonín Dvořák. Además de un aire indudablemente romántico y bohemio, el programa presentó una disposición tradicional, aquella que constituía toda una convención y que comienza a estar en desuso: pieza sinfónica breve, concierto con solista y sinfonía. En este caso, El Moldava de Bedřich Smetana; y el Concierto para violonchelo en si menor op. 104 y la Sinfonía nº 8 en sol mayor op. 88 de Dvořák.
Es muy difícil para una orquesta interpretar una obra tan conocida y escuchada como El Moldava. La OCG, muy bien llevada por Lucas Macías, que dirigió todo el concierto sin partitura y con su habitual gestualidad suave pero apasionada, cada vez más centrada en señalar tanto a instrumentistas concretos o familias como en el esbozo de efectos buscados, realizó una versión elegante y equilibrada, y que logró algunos detalles que refrescaban la pieza: por ejemplo, el subrayado de los violonchelos que puntean la célebre melodía principal; o el que producía la combinación de flautas, trombones y cuerdas para crear una atmósfera de ensoñación detenida en la parte central del poema. Las flautas, de hecho, brillantísimas, rielaron líricas al principio de la corriente del río como un buen augurio, para perseguirse luego ligeras por sus rápidos, sin que ello impidiera las toses de algunos filisteos ajenos al milagro, y a los que daban ganas de arrojar al Moldava para que por lo menos justificaran la tos con una pulmonía. Esforzadísimo y brillante, por cierto, Juan Carlos Chornet, flauta solista, durante todo el concierto, con diferentes intervenciones muy comprometidas en las tres obras programadas, de las que salió más que airoso; sin duda, una de esas veladas de ganarse el sueldo.
En la misma línea elegante sonó el Concierto para violonchelo. El solista, István Várdai, estuvo al principio contenido, quizá algo envarado, realizando las progresiones diabólicas de dobles cuerdas con solvente preocupación. Muy bien el lamento de la parte central del movimiento, de nuevo acompañado por las flautas. En el segundo movimiento, sin embargo, echó a volar: lírico, profundo, con un momento de especial intensidad en otro nuevo lamento, —el que emparenta directamente con la Sinfonía del Nuevo mundo, acompañado de los arpegios de las cuerdas—, y luego en su repetición en diálogo —por ejemplo, con el oboe—; y maravilloso también en la sorpresiva cadencia del movimiento —en largo coloquio con la flauta, la flauta de nuevo—, con un demorado preludio anticipatorio noblemente ejecutado por las trompas. Para el Finale, Várdai estaba ya —de ahí la percepción por contraste del envaramiento original— fluido, suelto, ondulante, gracioso y brillante, con una orquesta a tono con la misma pasión y jovialidad. Los aplausos entusiastas dieron lugar a dos propinas: El Estudio op. 73 n º 28 en la mayor de David Copper (dentro de un ciclo llamado, curiosamente «alta escuela de la interpretación del violonchelo»), leve, simpático y virtuoso, con algunos saltos de nota que bordeaban lo circense, y la célebre y muy noble Sarabande de la Suite nº1 para violonchelo en sol mayor BWV 1007 de Bach.
Tras el intermedio, el mismo espíritu apasionado y jovial fue el que dominó la interpretación de la sinfonía, que sonó especialmente inspirada, vibrante y compacta. Cierta contención que pudo percibirse en las interpretaciones anteriores aquí se desató, para bien, con una impresionante liberación de energía interpretativa, genuinamente apasionada y romántica. Las virtudes y los aciertos que habían dominado el concierto se acentuaron en una versión que posiblemente haya sido de las mejores interpretaciones de la orquesta y su director en los últimos tiempos por la combinación entre lo compacto del tutti y las intervenciones solistas, la sensación de conjunto y la atención a los detalles.
José Manuel Ruiz Martínez