GRANADA / La espera gozosa
Granada. Palacio de Carlos V. 13-VII-2020. 69º Festival Internacional de Música y Danza. Martha Argerich, piano. Renaud Capuçon, violín. Obras de Beethoven, Prokofiev y Franck.
Cuarenta y un años habían pasado desde la última presencia de Martha Argerich en el Festival de Granada, pero bien ha valido la pena la espera si era para asistir a un recital como éste. Un recital sumamente exigente en lo técnico, pero aún más en lo expresivo. Y además sin descanso por las restricciones sanitarias propias de los tiempos. Con lo cual adquiere aún mayor estatura el esfuerzo y el rendimiento de la argentina, sin desmerecer, por supuesto, el del francés.
La Sonata para violín y piano nº 8 en Sol mayor op. 30/3 de Beethoven arrancó de forma fulgurante, con frases cortas y presión ligera en el violín y con una articulación ágil y picada en el piano, con un absoluto control del pedal que llevaba a un sonido de resonancias contenidas. En el Tempo di minuetto, ma molto moderato e grazioso asomó un levísimo rubato que en combinación con una pulsación acariciadora del teclado y un elegante cantabile en un violín de sedoso sonido, alcanzaron momentos de auténtica gracia. Capuçon quiso subrayar el perfil “a la húngara” del Allegro vivace con ataques más enérgicos y un sonido más asṕero que siempre flotó sobre el perfecto equilibrio entre las dos manos de Argerich.
Para la Segunda sonata en Re mayor op. 94a de Prokofiev ambos intérpretes se instalaron en una perspectiva soñadora, poética, por momentos contemplativa que, con la suavidad de los ataques, cambios de moderada fuerza y control de la acidez de las notas superiores del violín, huyó de toda posible ironía o sarcasmo. Para Argerich y Capuçon la placidez de esta sonata (escrita originalmente para flauta y piano) es auténtica y así nos la transmitieron, incluso en esos pasajes más percutivos del cuarto movimiento que sonaron más lúdicos que sarcásticos.
Nada mejor para continuar con esta vena de poética contemplación de la belleza que la concepción de ambos de la famosa Sonata nº 2 en La mayor FWV 8 de César Franck, que no por mil veces escuchada deja de sonar nueva y fresca cuando viene servida por estos dos artistas en pleno éxtasis de comunión expresiva. Aquí Capuçon pudo desplegar un fraseo más pasional, con largos arcos y un sonido más carnoso y vibrado, mientras que Argerich aportaba el sosiego y la serenidad de quien se recrea en sus frases y en el diálogo. Gracias a una inigualable técnica de pedal, el piano exhaló oleadas de fuerza en el arranque del Allegro, al final del cual el violín pasó de manera gradual e intensa del pianisssimo al fortissimo. La misma transición perfectamente graduada con la que abrocharían el último tiempo en un crescendo que levantó al público en una ovación no menos intensa.
Andrés Moreno Mengíbar
(Foto: Fermín Rodríguez)