GRANADA / Falla aguado y Eötvös amenazado
Granada. Palacio de Carlos V. 12-07-2019. Isabelle Faust, violín. Carmen Romeu, soprano. Mahler Chamber Orchestra. Director: Pablo Heras-Casado. Obras de Stravinsky, Eötvös y Falla.
La noche solo respetó a Stravinsky. El cielo de la Alhambra pasó por agua el concierto de clausura de esta edición del Festival de Música y Danz,a que finalizó interrumpidamente, bien entrada la madrugada. Alguien recordó tras escuchar la suite de Pulcinella cómo al bueno de Stravinsky le afeaban haberse basado tanto en melodías prestadas durante su época neoclásica. Ya… bien, ¿pero conocen muchos compositores con unas obras tan contumazmente diferentes como hay en su catálogo? Ese, ese mismo del que las programaciones se empeñan en extraer siempre las mismas partituras. ¿Escucharon Agon en concierto recientemente?
Pablo Heras-Casado atacó la suite de Pulcinella. Y atacar sería la forma verbal más correcta, toda vez que abordó la Sinfonía de forma incisiva, muy veloz, como si llevara prisa pero también como si quisiera contarnos cosas nuevas. Vino a la memoria la parsimonia de Otto Klemperer con esta misma música; o la pulcritud intachable de Pierre Boulez. El director granadino la recreó con mordacidad, con un tono casi burlón que le sentó estupendamente a unos pentagramas que se fueron hilvanando con una respuesta modesta (con algún desajuste en los metales y poca soltura en la cuerda) de la Mahler Chamber Orchestra.
Un relámpago previo y la consecuente lluvia (leve) puso en un brete el estreno absoluto de Alhambra, tercer concierto para violín de Peter Eötvös; tanto que cuando su interpretación llevaba desarrollándose más de diez minutos tuvo que ser abortada. Tras la pausa sobrevenida, y cuando Isabelle Faust se disponía a arrancar de nuevo la pieza, cuatro nuevas gotas estuvieron a punto de disuadirla. Por eso, cuando empuñó el violín sobrevino un espontáneo aplauso, mezcla de ánimo y agradecimiento. Hubo tensión, desde luego, en el amenazante cielo. Más quizá que en la propia obra, conectada antes con Seven (primer concierto) que con el agreste Do-Re-Mi (segundo). ¨
Eötvös trufa la partitura de criptogramas musicales y referencias abstractas a la Alhambra, pero no hay ningún afán descriptivo, mucho menos folclorista, en una música que se desenvuelve con cierta nostalgia estructuralista en la escritura orquestal y con languidez modernista en la parte solista. El compositor húngaro, cuando quiere, se parece más a Wolfgang Rihm y, cuando le apetece, se mira más a sí mismo en el espejo. Si prefiere al primero óigase esta Alhambra (cuando se grabe), Speaking drums o Love and other demons. Si se opta por el segundo, más indómito, vaya a su ópera Three sisters, o a su formidable, extenuante, concierto para órgano Multiversum.
En esta Alhambra hay momentos, desde luego, de asombrosa musicalidad. Y el diálogo entre el visitante al monumento (el violín) y el entorno arquitectónico (la orquesta) permiten a Eötvös generar enrevesadas ornamentaciones tímbricas y palpitantes, nada explosivos, acompañamientos de la percusión. Su dominio de la orquesta (y, en ello, su amplia trayectoria como director especializado en música de hoy no le es ajeno) resultó apabullante incluso cuando teníamos la convicción de que no será esta una de las obras fundamentales de su catálogo.
Luego estuvo Faust, que se impuso a una partitura cargada de escollos en forma de glissandos, armónicos, uso de dobles cuerdas, fugaces golpes de arco y un virtuosismo que, en bastantes pasajes, nos llegaba desnudado de la orquesta. Sola y sin apenas pirotecnia en el forte. El solo de violín que inaugura la obra se retoma en la conclusión. Un sol sostenido ejecutado por la violinista que generó un momento de inmarcesible belleza, prolongado por un silencio de medio minuto. Ni una tos. Nada. Silencio y recogimiento. A Alhambra se le puede afear un lenguaje un tanto convencional, sí; pero es una música a la que merecerá la pena volver. Que se alumbrara en Granada, antes de ofrecerse en Berlín y París, es un éxito. En los últimos años pre Heras-Casado el Festival ha sido un erial en lo referido a música de nueva creación. Ya era hora de (re)conectar. Por cierto, la orquesta, consciente de la relevancia del empeño, respondió con ejemplaridad.
Nos estaba gustando mucho el Falla de la Mahler Chamber Orchestra. Y entendemos mejor ahora la necesidad de Heras-Casado de grabar El sombrero de tres picos con esta formación. Es una música esta que necesita un barbecho de desintoxicación, de limpieza de excesos, florituras y solistas excéntricos. Qué manera de proyectar la voz Carmen Romeu y que ímpetu, ora Stravinskyano, ora raveliano, el de la orquesta y director. El acompañamiento audiovisual, de Frederic Amat, de restallantes colores y chinesca abstraccion ahondaba en un Falla remozado, vivísimo. Qué pena tan grande que el agua, ahora sí definitivamente, ahogara tanta buena cosa como veíamos y escuchábamos.
Ismael G. Cabral
(Fotos: Fermín Rodríguez – Festival de Granada)