GRANADA / Empatía Musical

Granada. Auditorio Manuel de Falla. 26-X-2019. Orquesta Ciudad de Granada y Joven Academia Instrumental de la OCG. Director. Joseph Swensen. Obras de Copland, Debussy, Mussorgski y Stravinsky.
Cada vez que el violinista, director y profesor norteamericano Joseph Swensen [en la foto] es invitado a dirigir a la Orquesta Ciudad de Granada (OCG) se produce un revulsivo en ésta. Ha sido el caso de este tercer concierto de abono de la presente temporada, con el que la formación granadina ha querido hacer un homenaje a Sierra Nevada al cumplirse el veinte y treinta aniversario de ser declarada parque natural y nacional, respectivamente. Por ello, la primera parte del concierto fue dedicada a música inspirada en las montañas, como contiene la versión original de Una noche en el Monte Pelado de Modest Mussorgski y la suite Appalachian Spring de Aaron Copland, obras muy destacadas del repertorio orquestal de cada uno de estos compositores.
Dada la rica instrumentación de ambas piezas, fue necesario la intervención de la Joven Academia Instrumental de la OCG, como proyecto formativo auspiciado por la Academia de Bellas Artes de Granada en ciclos de dos años. El grupo está integrado por un seleccionado grupo de estudiantes que ensayan y trabajan con los músicos profesionales de la orquesta en el montaje de una serie de programas a lo largo de la temporada. El maestro Swensen ha encontrado el adecuado punto de coordinación de ambas formaciones, obteniendo un gran resultado musical. Así ha ocurrido en la interpretación de la obra de Mussorgski, buscando siempre el contraste entre el viento y la cuerda, que llegó a su máxima expresión con el Sabbat, último episodio de esta especie de imaginativo y fantasmagórico poema sinfónico. Este sirvió para ahormar la expresividad de conjunto para el resto del concierto.
El profundo conocimiento que el maestro estadounidense tiene de la suite de Copland quedó de manifiesto desde el primer compás, impregnando su ejecución de ese particular estilo festivo country de la costa este de Estados Unidos. La práctica interpretativa llevaba a imaginar de manera cinematográfica los ocho sucesos que contiene esta composición, creando un creciente clima expresivo que tuvo su más delicada factura en la coda final con un ajuste homogéneo de la sección cuerda. Se percibía una absoluta empatía emocional y musical entre director y orquesta, que repercutió en una interpretación calada de autenticidad.
La segunda parte estuvo pensada para trabajar el virtuosismo orquestal con el Preludio a la siesta de un fauno de Claude Debussy y la versión de 1919 de la suite El pájaro de fuego de Igor Stravinsky. En el primero se pudo admirar la musicalidad de la flauta solista Bérengère Michot, que polarizaba la atención del público expresando con gran sensibilidad el carácter ensoñador de sus intervenciones; estas propiciaron un efecto de hilo conductor en el discurso de la obra. Swensen aprovechó al máximo la calidad de esta instrumentista expandiendo su efecto a toda la orquesta que se sentía contagiada ante tanta capacidad expresiva, favoreciendo así que la OCG y los alumnos de la Academia consiguieran el momento más sugestivo de la velada. El conjunto siguió de manera absorbente las ondulantes indicaciones del maestro, todo un ejemplo a tener en cuenta como dominador del espacio eufónico orquestal y poseedor de ese instinto tan necesario para extraer lo mejor de cada músico.
La obra de Stravinsky sirvió para que el maestro exhibiera todos sus recursos técnicos, con los que logró una versión de expansión contenida, alcanzando ese deseado equilibrio entre los pasajes delicados como la Berceuse con otros de mayor intensidad sonora como la Danza infernal de Katstchei. Buscaban siempre destacar el mayor colorido instrumental en la orquesta que, en todo momento, se mostró ávida por convertir en sonidos la proyección gestual de este director, que parece estar pensado para la OCG por el grado de compromiso que crea en cada miembro de la orquesta y la sugestiva impronta musical que logra transmitir. Es así, que cada una de sus invitaciones a dirigir la formación granadina es un éxito seguro, tal como ha ocurrido también en este concierto con un público entregado al final con quince minutos de aplauso. ¡Qué estabilidad artística se conseguiría en la OCG de contar con un director titular de este equilibrio técnico y emocional que mantuviera un estrecho y continuado seguimiento de su actividad y lograra así un instrumento afín a su ideal musical!