GRANADA / Elogio de la danza contemporánea
Granada. Teatro del Generalife. 29-VI-2019. LXVIII Festival Internacional de Música y Danza de Granada. BALLET DEL TEATRO MARIINSKY DE SAN PETERSBURGO. Director artístico: Yuri Fateev. Coreografía de Ylya Zhivoi: Las cuatro estaciones de Antonio Vivaldi/Max Richter.
Tres elementos confluyeron anoche en la cuarta velada de danza del Festival de Granada, que llevaron directamente al grado de excelencia su acción y puesta en escena: la magistral música de Antonio Vivaldi contenida en sus famosos conciertos Las cuatro estaciones, revisada por Max Richter; el Ballet del Teatro Mariinsky de San Petersburgo; y la presencia de una de las figuras de mayor proyección internacional en el mundo de la danza, el bailarín y coreógrafo petersburgués Ilya Zhivoi, verdadero mago a la hora de convertir la cinética natural del cuerpo humano en ballet con mayúsculas, en un virtuoso ejercicio de elogio de la danza.
Transmutar la naturaleza descriptiva de esta famosa obra de Vivaldi en la plasticidad que requiere un ballet contemporáneo, sin perder un ápice de la belleza que contienen sus sonidos, es un mérito de singular destreza artística al que ha contribuido la adaptación que ha realizado el compositor minimalista germano-británico Max Richter, quien, desde una fusión musical acústico-electrónica, se ha anticipado a las necesidades expresivas de la danza contemporánea con portentosa capacidad de reconversión, impulsando plenamente el ideal escénico y coreográfico de Zhivoi.
Con un acentuado carácter cíclico, ya que la escena final enlaza directamente con aquella con la que se abre el espectáculo, rompiendo la barrera de tiempo y espacio, este ballet expresa las estaciones como cambios emocionales propiciados por la naturaleza, por los distintos estados vitales por los que pasa el ser humano, por el reflejo del colosal devenir cósmico global y, en definitiva, por la manifestación estética de la ley universal de la alternancia de los contrarios, entendida como manifestación de la sucesiva y constante mutación de toda realidad y la complicada comprensión de este fenómeno por el espectador a nivel consciente y subliminal.
Ya desde el canto de los pájaros, que se escuchaba antes incluso de la acción inicial, Zhivoi ha querido situar ésta en un enclave paradisíaco, predisponiendo al espectador a la luminosa vitalidad de la primavera bajo una óptica musical barroco-postminimalista de excitante tensión. Los bailarines evolucionaban en el espacio fusionando técnica clásica con la libertad de movimientos que, desde el aparente caos formal propio de la danza contemporánea, conseguía una armonía de conjunto subyugante, consiguiendo que el movimiento se convirtiera en un referente estético desde las proporciones áureas del cuerpo humano como la que presenta la anatomía de Roman Belyakov, uno de los bailarines solistas de la compañía. Como partenaire, la fabulosa prima ballerina assoluta Ekaterina Kondaurova: asombroso prodigio danzante. Ambos creaban ese contrapunto de excelencia ante el resto de las cuatro parejas que intervienen en esta coreografía, en una clara misión de realzar un cúmulo de sentimientos y sensaciones como amor, odio, rechazo, afección, indiferencia, luminosidad, tinieblas, oscuridad, desazón, tristeza, esperanza, confianza y tantos otros que Ilya Zhivoi ha conseguido plasmar con una delicada tensión formal y extraordinaria pureza dancística de impactante efecto para el espectador, que se pudo sentir abrumado ante tanta información plástica de profundo sentido abstracto. Se percibe como un espectáculo creado para cada una de las personas que acudían a esta velada con la clara intención de remover su experiencia y sensibilidad hasta el más recóndito ámbito de su corazón y su mente.
Es interesante para completar estas impresiones y entender lo que se experimentó en esta velada de ballet dejar constancia del impacto y consecuente impulso creativo que sintió Ilya Zhivoi cuando escuchó esta versión de Las cuatro estaciones de Vivaldi/Richter: “Por mucho tiempo me ha gustado la música de Max Richter, pero la verdadera explosión se produjo cuando escuché su recomposición de esta genial obra de Vivaldi. Mientras mantiene los hitos de la puntuación de Vivaldi, Richter le da un nuevo significado que casi te hace llorar. Mi coreografía intenta dar una idea de esta música, mostrando cada hilo de la misma y la forma en que estos hilos se unen para formar un nuevo patrón estético. Esta música me parece definitivamente genial, y estoy extremadamente feliz de haber trabajado con ella”.
Esta aproximación a la música de Vivaldi, desde la danza contemporánea, seguramente quedará como uno de los logros del siglo XXI en la forma nueva de concebir y entender este arte. Con ella, el Ballet del Teatro Mariinsky de San Petersburgo ha plasmado en el escenario del Teatro del Generalife una de las veladas de ballet más excelsas de la historia de Festival.