GRANADA / El vuelo de un violín

Granada. Iglesia de los Santos Justo y Pastor. 12-VII-2020. 69º Festival Internacional de Música y Danza. Musica AlcheMIca. Lina Tur Bonet, violín. Daniel Oyarzabal, órgano. Dani Espasa, clave. Obras de Biber y Bach.
Las matinales del Festival de Granada tienen el inconveniente de las largas colas de espera para conseguir localidad (máxime este año con las precauciones sanitarias que limitan el aforo), pero como compensación ofrecen garantías de disfrutar de conciertos irrepetibles. Fue el caso de este recital de Musica ALcheMIca en su retorno ante el público tras el parón de estos últimos meses. El programa, muy marca de la casa de la violinista balear, se configuraba con soberbias obras violinísticas de Biber y Bach.
Avanzando desde los pies a la cabecera de la iglesia, Tur Bonet abrió la sesión con la primera de las Sonatas del Rosario en la que se evoca la Anunciación del Ángel a María. Las rápidas figuraciones descendentes y ascendentes que reflejan los aleteos angelicales tuvieron en la violinista una espléndida intérprete capaz de mantener el discurso musical en medio de los más intrincados pasajes ornamentales. Aquí, como en el resto del programa, cabe subrayar la maestría de Tur Bonet a la hora de integrar en un discurso único y armónico el esqueleto melódico y el ropaje ornamental. Este aspecto adquirió su máxima expresión en la Novena sonata, “La subida con la cruz a cuestas”, con su scordatura extrema que lleva el registro agudo una cuarta superior a lo habitual, a pesar de lo cual la violinista consiguió notas de penetración acerada y definición perfecta.
Lina Tur sabe de los secretos del violín a la hora de extraer colores que ilustren el sentido expresivo de las piezas que interpreta. Así, en la Sonata para violín y clave BWV 1017 de Bach, emitió en el Largo y en el Adagio un sonido sedoso y oscuro, perfectamente regulado para conseguir ese clima íntimo y poético que demandan los pentagramas, mientras que en los dos Allegro lució un sonido más brillante y punzante, pura alegría. Aquí gozó de la compañía delicada y precisa de Espasa, quien pudo mostrar su maestría al teclado en uno de los preludios y fugas de El clave bien temperado, con exhibición de virtuosismo y de claridad en la conducción de las voces en la fuga. Junto a Oyarzabal, afrontó el primer tiempo del Concierto BWV 1061 de Bach, en un brillante diálogo entre dos soberbios intérpretes.
Pero el momento culminante, desde el púlpito, fue la Passacaglia “El Ángel de la Guarda” de Biber, un momento mágico en el que Lina Tur Bonet dejó siempre reconocible el ostinato en la cuerda grave mientras deslumbraba con sus agilidades, su control de las dinámicas y la profundidad de su fraseo.
(Foto: Fermín Rodríguez)