GRANADA / Alard también brilla en otros terrenos
Granada. Monasterio de San Jerónimo. 72 Festival de Granada. 24-VI-2023. Benjamin Alard, órgano. Obras de Muffat, Froberger, L. Couperin, Correa de Arauxo, Cabanilles, J.S. Bach y Grigny.
Del talento de Benjamin Alard (Rouen, 1985) se ha hablado en muchas ocasiones desde estas páginas, en buena parte de ellas con la pluma de nuestro querido y añorado Eduardo Torrico. Y casi siempre lo hablado ha tenido que ver con Bach, porque Bach ha sido (y sigue siendo) centro de buena parte del empeño del francés, que se mueve con insultante facilidad en el clave o en el órgano, como atestiguarán a buen seguro quienes hayan podido verle y escucharle.
El Festival de Granada regalaba hoy (nunca mejor empleada la expresión, puesto que el concierto era de entrada libre) un recital de Alard, en co-producción con el CNDM, que reunía varios ingredientes de interés. Para empezar, el marco incomparable del Monasterio de San Jerónimo, esa joya de la arquitectura del renacimiento empezada a principios del siglo XVI y debida en su mayor parte a Diego de Siloé. Belleza que ya disfrutamos en el festival del pasado año con, entre otros, el delicioso concierto dedicado a Biber por Lina Tur Bonet.
Al precioso marco hay que añadirle un segundo ingrediente: el instrumento. De los tres órganos que posee el monasterio, léanse el del Evangelio, el de la Epístola y el del Crucero, se empleó este último, situado en la nave lateral derecha del altar mayor. Instrumento construido por Fray Francisco Alexo Muñoz en 1727, con varias intervenciones posteriores, que estuvo ubicado mucho tiempo en el Convento de Santa Paula (de la misma orden Jerónima que el monasterio) hasta su traslado a la ubicación actual, objeto de la última intervención significativa de hace poco más de treinta años. Los interesados en este hermoso órgano de un solo teclado de 45 notas con octava partida, pueden consultar todo lujo de detalles en el Inventario y Catálogo de órganos en la provincia de Granada, editado por la Junta de Andalucía y disponible aquí (https://www.juntadeandalucia.es/organismos/turismoculturaydeporte/servicios/publicaciones/detalle/38302.html).
El tercer ingrediente de interés estaba, claro está, en el propio Alard, pero no tanto en él mismo, dado que se le ha podido escuchar bastante en España en tiempos recientes, sino en que el programa se alejaba del foco bachiano a que nos tiene (felizmente) acostumbrados, para adentrarse en otros terrenos menos habituales en su trayectoria. El programa contemplaba un recorrido variado por el órgano alemán, francés y español, con obras de Muffat (Toccata tertia, Chacona en sol mayor, Passacaglia en sol menor), Froberger (Fantasía FbWV 201), Louis Couperin (7 Fantasías), Correa de Arauxo (2 Tientos de Tiples, de su Facultad orgánica), Cabanilles (2 Pasacalles), J.S. Bach (algún Bach no podía faltar, claro está: le tocó a la Canzona en re menor BWV 588) y de Grigny (Point d’orgue sur les grands Jeux, de A solis ortus, incluido en su Livre d’orgue).
Se vio al francés especialmente inspirado en lo más cercano al Stylus phantasticus (Muffat, en este caso, con magníficas traducciones de las tres obras programadas, culminadas en una brillante Passacaglia, penúltima obra del recital), pero tuvo encomiable variedad de carácter y libertad la Fantasía de Froberger, especialmente imaginativa en su cuarta sección, tras un comienzo de la obra que fue adecuadamente sobrio y solemne. Grandeza y creatividad tuvieron también las Fantasías de Louis Couperin, dotadas en las manos de Alard de tanta solemnidad cuando se requería como de clima improvisatorio cuando tal se demandaba. Con un sabio equilibrio entre claridad, expresión y austeridad llegaron los Tientos de Correa, y preciosos los dos Pasacalles de Cabanilles, tanto el primero, con el hermoso sonido del flautado, como el más brillante segundo. Una maravilla, como no podía ser de otra forma, la Canzona bachiana, explicada aquí formidablemente en un instrumento que, personalmente, me convence más que el claviórgano empleado en su registro discográfico (segundo volumen del registro integral bachiano en curso). Brillante, en fin, el grandioso cierre de A solis ortus de Nicolas de Grigny.
A este precioso recital solo cabe ponerle un pequeño “pero”, aunque se trata de un peaje inevitable si se escoge ese hermoso órgano del Crucero del monasterio (y no hay, de momento, otra opción, según parece, porque los otros dos según se puede leer en el catálogo mencionado con anterioridad, están en un estado lamentable). La ubicación del mismo, de espaldas al altar mayor, hace que el sonido se proyecte alejándose del público que ocupa la nave central, desde la derecha del altar mayor y hacia la derecha del mismo. Media docena de espectadores privilegiados (entre ellos el maestro Eliahu Inbal, que dirigirá el concierto de la JONDE esta noche) pudieron presenciar el concierto desde la sillería que queda frente al órgano. El resto escuchamos el recital con el sonido reflejado. No es mayor problema, porque la acústica del templo permite una audición excelente. Pero sí merece, al menos, la mención. En todo caso, un excelente recital de un magnífico teclista, coronado por un éxito grande y merecido. Aunque nos quedamos con las ganas de alguna propina.
Rafael Ortega Basagoiti
(foto: Fermín Rodríguez)