Giacomo Sagripanti: “Los títulos del bel canto se construyen en función de los cantantes que uno tiene a disposición”

Tras dirigir en los teatros líricos de Valencia, Barcelona, Sevilla, Bilbao y Oviedo, Giacomo Sagripanti hace su debut en el foso del Teatro Real de Madrid como responsable musical de Il turco in Italia, cuyas funciones empiezan mañana 31 de mayo. Sagripanti, uno de los más talentosos directores de orquesta de su generación, ha conversado con SCHERZO sobre Rossini y el bel canto, repertorios en los que es un reconocido especialista.
Viene de dirigir el Turco de Rossini en Hamburgo. Con respecto a aquellas funciones, aquí en Madrid hay otra producción, otros cantantes, otra orquesta… ¿Cambia también algo en la cabeza del director?
Cambia todo. Los títulos del bel canto, incluidos los más conocidos como El barbero, se construyen en función de los cantantes que uno tiene a disposición. Sobre todo el Turco, que es una ópera muy fragmentada, muy peculiar, y para la que existen dos versiones: la de la Scala de 1814 y la de Roma del año siguiente. Entre una y otra Rossini retoca detalles, añade y quita arias. Es un puzle. Por eso lo primero para mí es siempre conocer a los cantantes y a partir de ahí tomo decisiones.
¿Qué diferencias habrá en el Real?
En cuanto a las piezas, el esquema es bastante similar al de Hamburgo. Pero la nueva producción de Pelly impone por ejemplo otro tipo de trabajo sobre los recitativos, que en este caso acompañaré yo al fortepiano para ayudar el ritmo teatral.
También cambia el sonido orquestal.
En Hamburgo hubo solamente un ensayo con orquesta y cantantes juntos en el escenario. Aquí en cambio tengo muchos ensayos, por lo que puedo dar mi visión del sonido de Rossini.
Afirma Riccardo Chailly que hay un antes y un después en la manera de dirigir a Rossini, y ese punto de inflexión lo marcó Claudio Abbado. ¿Está de acuerdo?
Totalmente. La “Rossini Renaissance” nace con el Barbero de Abbado y con su reposición moderna de Il viaggio a Reims. En el aspecto técnico, lo primero que caracterizaba su dirección era la claridad en los tempi, mucho más ágiles y rápidos que los tradicionales, pero también la atención por el detalle y el elemento tímbrico. El uso del ponticello es un ejemplo: antes se interpretaba de una manera más grotesca, con Abbado se convierte en un código estilístico rossiniano. Otros aspectos del Rossini de Abbado eran la ligereza y la suavidad del sonido, la gran diferenciación entre el forte y el piano.
Como en el célebre crescendo rossiniano.
He podido ver los materiales orquestales de Abbado, que luego han utilizado también Chailly y Gatti. En los primeros ocho compases del crescendo Abbado empleaba la mitad de cada atril. Si había diez primeros violines, empezaban cinco. Después de ocho compases tocaban en pianissimo todos. Estos recursos crean efectos muy peculiares y yo también los utilizo. También trabajo mucho en los acentos para resaltar el gesto musical. Antes todo era más pesado, ahora se busca dar relieve al gesto. Así es posible apreciar mejor el abstractismo rossiniano.
Y luego está el Rossini serio, un hallazgo más reciente en el que Abbado apenas intervino.
Sí. En realidad, cuando hablamos de Rossini serio, deberíamos diferenciar entre Rossini serio francés y Rossini serio italiano, que son temas muy distintos. Pero sí es cierto que es un mundo post-Abbado, que nos corresponde a los directores de las nuevas generaciones desarrollar.
¿Qué opina del Rossini serio?
Para mí el Rossini serio es el verdadero Rossini. Me explico. El Rossini bufo es en cierto modo la consecuencia de una tradición operística que procede de la escuela napolitana y que Rossini continúa. El Rossini serio, en cambio, es una creación propia; no había nada parecido antes. Es un gran experimento que Rossini crea para voces extraordinarias como las de Colbran, David, Nozzari, y uno de los asuntos primordiales es el virtuosismo, que ya no es un fin en sí mismo, sino que se vuelve un medio expresivo. Las agilidades en el rondó final de Armida no son como las de El barbero o La Cenerentola; se entra en una dimensión nueva que desembocará luego en Norma y Lucia di Lammermoor hasta llegar a Verdi. Con el Rossini serio, la ópera italiana da un salto hacia delante. Para mí existe una continuidad evidente entre el Rossini serio, Bellini, Donizetti y Verdi. Y eso hay que verlo desde la perspectiva de un virtuosismo que debe expresar algo más y algo diferente.
Stefano Russomanno
(foto: Lorenzo Montanelli)