Géza Anda, cien años (I)

Cada cual tiene su Géza Anda particular en el fondo de su alma. Claro está, me refiero a los que se dedican a esta materia hermosa y a la que te entregas tú más que ella a ti. La música, sí. Hasta que un día ella se entrega como un amor insuperable, y para siempre.
Mi primer Géza Anda… No tengo ni que pensarlo. Mi primer contacto con este soberbio pianista, con uno de los mayores artistas del teclado en el siglo XX, fue por Bartók. Su Mozart y su Chopin, para mí, llegaron más tarde. Y aquella integral Mozart no era cualquier cosa, con el Mozarteum y la dirección del propio Anda, el solista. Pero lo de Bartók está justificado. Al fin y al cabo Géza Anda nació en el país de Bartók, que pasó del orgullo y el ascenso a la caída y la derrota; la humillación, incluso. Géza nació a finales de 1921, el año en que se celebraron los cincuenta años de la unión de Buda y Pest, con encargos musicales como el de la Suite de danzas, de Bartók, por la cual unos cuantos compatriotas le acusarán de no ser lo bastante húngaro, incluso de rozar la traición (¡una de las danzas es rumana!).
1921 es el primer año desde que Hungría sufre el recorte territorial y humano impuesto por el Tratado de Trianon (junio de 1920). Una llaga que sigue abierta, una de las heridas más importantes de Europa Central, avispero pródigo en ellas. Es el resultado de la Gran Guerra por exigencia (imprudente, cuando menos) de las potencias vencedoras y por interpretación (abusiva, mas también imprudente) del principio de la autodeterminación de las naciones que el presidente Wilson teorizó solo para Europa central, no para las naciones sometidas a los imperios. ¡Buena la hizo el pobre Wilson! Hungría quedaba sumida en una pequeñez notoria en el mapa, con húngaros entregados por Trianon a Rumania, Eslovaquia (Checoslovaquia) y otros países de alrededor. La Hungría que se levantó rebelde en 1848 y fue aplastada por la Rusia zarista, la Hungría que se igualó en estatus a Austria en 1867, la Hungría que se negó a que ningún otro pueblo del Imperio tuviera igual trato institucional… esa Hungría quedaba reducida a un tercio de su territorio mientras florecían orgullosas otras naciones de las cenizas del imperio. Un imperio que perdió la guerra y al que se desmembró. Qué error. Todos aquellos pequeños países estaban destinados por el principio de la autodeterminación a ser devorados por Alemania, primero, y por la URSS, después. Hungría, además, fue en el periodo de entreguerras (la infancia y adolescencia de Géza) uno de los países con mayor aportación de artistas, escritores, dramaturgos… y de cineastas que cruzaron el Atlántico hacia Hollywood.
Paréntesis: mientras escribo esto me entran deseos de volver a leer la Trilogía de Transilvania, de Miklós Bánffy, que enseña mucho sobre cómo Hungría se pone la cuerda alrededor de su propio cuello desde al menos los diez años anteriores a la guerra, los que relata este espléndido ciclo novelístico (Libros del Asteroide, no se lo pierdan). Cuando nace Géza Anda, el Conde Miklós Bánffy de Losoncz, que no solo era escritor, sino también político, trataba mediante la diplomacia de revertir el Tratado de Trianon. Bánffy apoyó desde su cargo los estrenos de Bartók en contra de los tradicionalistas y los gesticulantes y dolientes plus-patriotas. Se cierra el paréntesis.
Géza Anda murió demasiado pronto. Tal vez por eso su renombre no se mantuvo con el mismo brillo de grandes colegas longevos como Rubinstein, como Horowitz. Felizmente, el purgatorio de los artistas dura poco, por lo general. Y Géza Anda vuelve a nosotros con la revisión de sus registros y el brillo del Concurso que lleva su nombre. Géza tuvo la mala suerte de nacer en un país humillado, sí, pero tuvo la suerte de nacer en un país en el que se creaba una escuela musical de primer orden, con Bartók, Kodály y Dohnányi. Bartók se marchó pronto, al estallar la segunda guerra, después de la muerte de su madre, después de la caída de Francia, pero quedó como guardián del Grial húngaro en música la figura imponente de Zoltán Kodály. Los primeros grandes triunfos de Géza llegan con los primeros años de la guerra. La Hungría de Horthy, conservadora y muy ancien régime, trata de revisar Trianon con la ayuda del III Reich. Ay, Hungría, de nuevo en el lado perdedor de la historia, pero ahora con un espantoso padrino. Géza Anda tiene la suerte de poder quedarse en Suiza desde 1943 (no vamos a dar detalles de su vida privada, pero el amor y el palmito del héroe hicieron mucho para esa oportunidad y esa decisión), año en que el Ejército rojo ponía pie por vez primera en Hungría. Esto supuso que el jovencísimo Géza Anda se libró de lo peor de la guerra para su país. Horthy, el dictador conservador disfrazado de regente, el almirante de un país sin salida al mar, se vio pronto sustituido por la extrema derecha húngara, el partido de los Cruces de flecha. Éstos sumieron al país en la represión más feroz, y el país acabó pagando tales culpas con la atroz llegada de las tropas soviéticas, sedientas de revancha. Sí, Géza Anda estaba al otro lado de la frontera austriaca mientras los flechados y las SS mataban y deportaban judíos; y preparaban al país para el mayor de los desastres. ¿Luchar por la patria? ¿Qué patria? ¿Una patria cuyos dirigentes defendían los intereses de una potencia extranjera y suprimían ciudadanos de la nación misma porque eran judíos?
Pablo L. Rodríguez dedica una página de la revista Scherzo a Géza Anda (pág. 35 del número 380, enero de 2022). Al final se refiere a un documental de 1966, de Richard Leacock y Rolf Liebermann que, se lamenta, sigue inédito en DVD. En este documental vemos a Géza Anda como enseñante, director e intérprete de Chopin, Mozart, Schumann y Mendelssohn. Con limitaciones en la calidad de imagen, este film de poco menos de una hora puede verse aquí:
Seguiremos con Géza Anda. De momento, al menos, disfruten de su Bartók como lo hizo el que escribe estas líneas incitadoras.
Bartók: Concierto para piano nº 1. Géza Anda, piano. Orquesta Sinfónica de la Radio de Berlín. Director: Ferenc Fricsay:
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