Frescura (Lars Vogt, director y solista en Brahms)
BRAHMS:
Concierto para piano y orquesta nº 2 en Si bemol mayor op. 83. Variaciones y fuga sobre un tema de Haendel, op. 24. Royal Northern Sinfonia. Director y piano: Lars Vogt. ONDINE 1346-2 (1 CD)
Como era de esperar tras la aparición, a finales del año pasado, del Concierto nº 1, aquí está el Segundo brahmsiano por Lars Vogt y su orquesta británica, la Northern Sinfonia, con sede en Gateshead-Newcastle y de la que es titular desde 2015. El alemán es, si no me equivoco, el primer músico en grabar como pianista y director los dos conciertos de Brahms, es decir, en asumir una responsabilidad nada fácil que, además, quedará certificada por el soporte compacto. A priori jugaba a su favor la relación cercana con la orquesta y el hecho de que esta sea una formación de tamaño medio, que permite, por tanto, un mejor control de texturas y empastes, aunque, también, exija sutileza en las dinámicas y una entrega especial por parte de unos atriles que casi se escuchan uno a uno. Y, ciertamente, Vogt aprovecha la circunstancia, como ya lo hacía en el Concierto nº 1 para ofrecer una versión enormemente clara en la que el toque, siempre diáfano, pero sin perder musculatura, se integra en un fondo que lo arropa más que subrayarlo, de modo que esa conversación, que esa sinfonía con piano a que se han referido tantas veces los críticos alcanza aquí toda su evidencia.
Naturalmente, ello funciona en el movimiento lento sin problemas. pero tampoco se plantean en el Allegro non troppo mientras en el Allegro appasionato Vogt sabe controlar muy bien esos momentos en los que se le pide a la orquesta —por cierto, con algunos excelentes primeros atriles solistas y un violonchelo que hace honor a su parte en el Andante— un vuelo que en teoría nos llevaría a dimensiones sonoras más densas. El Allegretto grazioso está magníficamente resuelto, con ese punto de felicidad que destila una música que todavía no preludia al Brahms crepuscular. Todo derrocha frescura en una lectura esta de Vogt —que ya había hecho lo propio con los conciertos de Beethoven con muy buenos resultados— que no debieran dejar de lado los amantes de esta música que es aquí muy inteligentemente releída desde un concepto que la esencializa sin adelgazarla.
Vogt no revoluciona la discografía, pero sí se suma en excelentes condiciones a las versiones más recientes que, ellas sí, están entre las verdaderamente grandes: Freire con Chailly (Decca) y Grimaud con Nelsons (DG). El disco se completa con una irreprochable lectura de las Variaciones Haendel que corresponde plenamente a las características del pianista alemán: claridad, cierta ligereza donde otros son algo más densos y un equilibrio admirable entre la formalidad —que aquí hasta el oyente pide para ir desentrañando la trama— y la libertad. Un disco de esos que permiten que una música que dábamos por sabida nos aparezca por momentos bajo una luz nueva.
Luis Suñén