FESTIVAL VERDI DE PARMA / ‘Nabucco’: polémicas y provocaciones necesarias
Parma, Teatro Regio. 29-IX-2019. Verdi, Nabucco. Amartuvshin Enkhbat (Nabucco), Michele Pertusi (Zaccaria), Saioa Hernández (Abigaille), Ivan Magrì (Ismaele), Annalisa Stroppa (Fenena). Filarmonica Arturo Toscanini y Coro del Teatro Regio de Parma.. Dirección musical: Francesco Ivan Ciampa. Dirección escénica: Ricci/Forte.
Hay que felicitar a la organización del Verdi Festival por atreverse con proyectos como este Nabucco. En un lugar como Parma siempre se recuerda la tradición verdiana, la sombra del maestro y sus míticos intérpretes, pero la ópera es hoy en día un mundo de acción creativa que no puede contentarse con repetir lo mismo. Esto resulta mucho más difícil en un título tan emblemático como Nabucco, todo un símbolo de lo italiano (mal entendido como nacionalismo conservador), que incluye el famoso Va pensiero, el himno oficioso del país. Debemos señalar que el espectáculo de Ricci/Forte está bien construido y busca enriquecer los significados de la obra, dialogando con el mundo actual. Las imágenes de guerra de la obertura (una guerra real: la de Siria) sacuden nuestra facilidad para el olvido de la violencia, que no debe ser nunca un espectáculo neutro. Y la violencia es uno de los elementos básicos para comprender Nabucco, que es mucho más que una historia bíblica, es una parábola del comportamiento humano.
Al alzarse el telón vemos un gran barco al que llegan presos con chalecos salvavidas de brillante color naranja, empujados por unos despóticos soldados que les fichan a golpes. Les numeran para convertirlos en anónimos números, como en el Holocausto. La referencia a la actualidad también está presente, más en una Italia donde la emigración es un tema de constante presencia y que ha generado una fuerte división en la sociedad. Ya tras la obertura es escuchan desde el público voces de protesta: vergogna! o Verdi non ha mai scritto questo! Son pocos pero gritan fuerte, aunque son silenciados por el resto del público. La polémica está servida para el resto de la función.
La propuesta escénica –proyecto creativo lo llaman sus autores en el programa– corre a cargo de Ricci y Forte, una joven pareja italiana imbuida por el teatro vanguardista, provocadores y con un concepto renovador del espectáculo, por desgracia poco presente en los teatros de ópera italianos. El choque está servido ante un público que se jacta de purista y conservador de la larga tradición verdiana. Los momentos de mayor tensión son los cambios entre actos, con escenas de acción mímica intencionadamente largas: entre el I y el II dos soldados salen con una máquina de destruir documentos que alimentan con páginas de libros, y entre el III y el IV una fila se pasa lentamente una cuerda que simboliza un mar en el que se sumergen todos. Nuevos gritos de ¡basta! o ¡maestro porqué aceptas esto! aunque también muchas bromas y chanzas.
La parte vocal estuvo magníficamente realizada. En primer lugar por Saioa Hernández, como Abigaille, un papel que parecía fácil ante su gran actuación. La soprano madrileña demuestra tener una enorme capacidad vocal, que justifica la fulgurante carrera de sus últimos años: un rico color oscuro, un registro extenso (incluidos unos firmes graves y unos rotundos agudos) y una facilidad para la coloratura. Todo al servicio de unas excepcionales dotes interpretativas, que le permiten construir un personaje tan difícil como el de la gran malvada de la historia. Se convierte en la verdadera protagonista, con momentos de impresionante lucimiento como la escena inicial del segundo acto, donde cambia con facilidad del cantable (Anch’io dischiuso un giorno) a la enrabietada cabaletta (Salgo già del trono aurato). Le secunda otro extraordinario cantante: Amartuvshin Enkhbat, barítono de origen mongol, también joven y no muy conocido, que este pasado verano ha sido una de las revelaciones de la Arena de Verona con este mismo papel. Su voz hermosa, redonda y rica en timbres, mantiene una intensa línea de canto, ennobleciendo el personaje en momentos como su aria Dio di Giuda! que no desmerece en nada los grandes nombres de su cuerda.
Muy buena también la aportación del bajo de la casa Michele Pertusi, que alternará las funciones con el español Rubén Amoretti. No solo en los momentos de fuerza como la escena inicial, sino en las místicas invocaciones de su plegaria del segundo acto o la profecía del tercero. También excelentes la mezzo Annalisa Stroppa y el tenor Ivan Magrì, cuyo buen canto nos hace lamentar que sus papeles fueran tan breves. Con estas prestaciones vocales el convencional concertante del segundo acto (S’appressan gl’istanti) con sus canónicas entradas sucesivas fue un momento de una enorme belleza, subrayado visualmente por unos bailarines vestidos con un mono amarillo que jugaban con sus manos entre los cantantes.
Magnífico el coro titular del teatro de Parma, emocionando con su capacidad de contrastes y su buen sonido. Asumió con brillantez el extenso y variado papel que tiene en Nabucco. En el famoso Va pensiero, repetido ante los aplausos del público, los registas ofrecieron su visión más convencional, dejando volar el famoso canto. El coro tuvo que lidiar con la confusa dirección musical de Ciampa, un director torpe y poco delicado, que consiguió sacar un pobre sonido de una orquesta que otras muchas veces suena muy bien. Por suerte los cantantes se abstrajeron de las dificultades que salían del foso. Al final hubo división de opiniones, gritos y abucheos a los directores de escena, aunque algún grito señaló que por fin Parma estaba en Europa. Y ciertamente propuestas como este Nabucco prestigian un festival que debe ir más allá de las falsas y mitificadas tradiciones. Como dice Zaccaria en su profecía: Del futuro nel buio discerno… ecco rotta l’indegna catena!…, es decir, en la oscuridad del futuro se vislumbra que la indigna cadena será rota. Sin duda la cadena de la tradición no es tan indigna, pero no hay que mirar solo al pasado, sino también poner un pié firme en el presente avanzando hacia el futuro.
Víctor Sánchez Sánchez