Evgeny Kissin: “El verdadero talento pone la carne de gallina al oyente”
Encontramos a Evgeny Kissin en vísperas de un concierto en la sala del Conservatorio de Milán dedicado integralmente a Beethoven (Patética, Tempestad, Waldstein y Variaciones “Eroica”). El recital entusiasmó al público, que llenaba por completo la sala, y presentó a un artista ya maduro. Mucho se debe, quizá, a su boda en 2017 con Karina Arzumanova, su primera amiga de la infancia, a la que volvió a encontrar muchas décadas después: una figura para él fundamental, que también estuvo presente en la cena en donde tuvo lugar nuestra conversación, como también fundamental fue para Kissin la figura de Antonio Mormone (conocido organizador italiano de conciertos, fundador de la Società dei concerti), a quien dedicó su recital milanés, y a cuya memoria está titulado el Premio Internacional organizado por su mujer, Enrica Ciccarelli, y del que Kissin es presidente honorario.
Empezó usted a tocar el piano muy pronto.
Sí, en todos mis recuerdos siempre está presente el instrumento. Descubrí la música gracias a mi hermana, que es diez años mayor que yo, y que estudiaba en casa. Mi madre era profesora de piano (mientras que mi padre era ingeniero) y comprendía lo difícil que es tocar a nivel profesional. Por eso había reservado esta ‘misión’ para mi hermana, pensando que yo me dedicaría a otra profesión: no lejos de donde vivíamos, había una escuela en la que se impartía inglés de manera más intensa de lo que se hacía habitualmente en la URSS, y mi madre me apuntó ahí. Pero comprendió enseguida que yo sería pianista: pasaba todo el día con el instrumento. La primera vez que encontré a mi futura mujer fue en su segundo cumpleaños (yo tenía sólo pocos meses más): mi madre me acompañó, me hizo entrar en el apartamento donde estaba mucha gente que yo no conocía y, como me sentía incómodo, me susurró al oído que había un piano. Entonces me decidí a entrar y toqué todo el tiempo. El padre de Karina era, entre otras cosas, un conocido profesor de piano en Moscú, en la Escuela Gnessin, y mi madre me llevó ante él para que me evaluara. Sin embargo, él no fue mi profesor, porque daba clase sólo a chicos mayores. En aquella época, yo tocaba todo de oído y no fue fácil encuadrarme en el programa de enseñanza tradicional, donde se aprende poco a poco. Unos años más tarde, el padre de Karina reseñó en una importante revista mi primer disco, los Conciertos de Chopin, con Dmitri Kitaenko.
¿Ha advertido alguna vez el problema de la transición de la fase infantil y la adulta?
No, porque los chicos que tienen este problema son los que han sido explotados por sus padres o por su profesor, que han dado demasiados conciertos de pequeños, que no han tenido una vida normal y no han podido madurar como músicos. Para mí, ha sido lo contrario: cuando ofrecí mis primeros conciertos en público, mi profesora, Anna Pavlovna Kantor, impidió mi excesiva sobreexposición, incluso cuando mi nombre era ya conocido y recibía muchas propuestas. Cuando era adolescente, daba muy pocos conciertos al año. Quiero contarle una anécdota: en 2003, tras un concierto en Washington, se me acercó una familia china, padres de dos niños pequeños. Me dieron un DVD, yo lo vi y me quedé asombrado: uno de los niños tocaba páginas como la Sonata nº 1 de Beethoven y una pieza de Chopin como un músico adulto, con una madurez no sólo técnica, con un temperamento definido y potente. Y tenía 8 años. Llamé a la madre y hablamos una hora y media, intenté convencerla para que su hijo estudiara y creciera de la manera más normal posible, sin explotarlo en conciertos públicos. No me hizo caso, porque tenía miedo a que otros niños prodigio más jóvenes que el suyo le adelantasen: nunca más supe de él, ni hizo carrera profesional.
He leído que de joven componía mucha música, actividad que ha retomado de manera más metódica desde hace pocos años.
No sé explicar el porqué, pero después de muchos años he vuelto a sentir en mi cabeza mi propia música: entonces he decido sentarme a la mesa y escribirla. Lo hago sobre todo durante las largas noches de insomnio. (…)
Estamos en el Año Beethoven: ¿tiene pensado enfrentarse a todas sus sonatas tarde o temprano?
Claro, me gustan mucho, ¿por qué no? Y por supuesto me gustaría grabarlas, pero en directo: ya no hago grabaciones en estudio. También mis dos discos con Deutsche Grammophon son de este tipo. Ahora he propuesto al sello varias grabaciones, y parece que quieren publicar un concierto londinense que ofrecí hace once años con un magnífico cantante, por desgracia fallecido, Dmitri Hvorostovsky, con obras de Rachmaninov, Chaikovski y Medtner.
Nicola Cattò
(Extracto de la entrevista publicada en el nº 362 de SCHERZO, de mayo de 2020)
[Foto: Johann Sebastian Hänel]