Esplendor en las hierbas
Se ha escrito mucha literatura sobre las adicciones de Sibelius. Si bien las causas que lo llevaron al alcoholismo están sujetas a interpretaciones (la timidez de sus comienzos, el prematuro éxito, el trauma de las dos guerras mundiales, la soledad de la vejez), nadie se atreve a discutir los efectos que sus bebidas favoritas (whisky, brandy, vino y licor de hierbas) provocaban en sus partituras: más luminosas y áureas en las épocas de mayor intoxicación etílica (ahí está el exuberante Concierto para violín) e innegablemente oscuras y esencialistas en los breves periodos de asténica introspección (escúchese la Cabalgata nocturna y amanecer).
Que algunos de sus mejores valedores en el podio, como John Barbirolli, Leonard Bernstein, Paavo Berglund y Constant Lambert, compartieran esta misma afición por los destilados ha llevado a los musicólogos a preguntarse cuánto alcohol hay que digerir para dirigir bien las sinfonías de Sibelius. Tampoco el público queda a salvo de estas consideraciones de acuerdo a un hábito típicamente finés, conocido como Kalsarikänn, que consiste en escuchar música en casa, con una copa en la mano y sin apenas ropa. Ese grado de más marca también la diferencia: por quinto año consecutivo, Finlandia ocupa el primer puesto mundial de la felicidad.
Lejos de Ainola, el único contacto de Sibelius con la naturaleza pasaba por las esplendorosas hierbas del licor Bénédictine que servían en el Kämp, donde fue retratado (el primero por la derecha) en el famoso Simposio de Akseli Gallen-Kallela. Bajo las ruinas de la antigua taberna de Helsinki acaba de aparecer una botella vacía de su brandy favorito que ya se exhibe en el Museo Nacional de Finlandia. Existe una correlación entre sus sinfonías y el número de rondas que Sibelius podía tolerar: tras la concisa y genial Séptima desaparecía la inspiración. Él mismo se encargó de destruir la Octava, parece ser que lanzándola a una chimenea avivada con alcohol. ¶
Benjamín G. Rosado
(Imagen superior: Akseli Gallen-Kallela, Symposion, 1894. Gösta Serlachius Fine Arts Foundation, Finlandia. Foto: Vesa Aaltonen)