¿Es pecado que Bach plagie?
Sabido es que, durante el Renacimiento y, sobre todo, durante el Barroco tardío, el plagio musical (copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias) no solo no estaba considerado una transgresión, sino que estaba bien visto. Para un humilde maestro de capilla de alguna pequeña corte perdida en medio de Europa era un honor que un compositor reputado tomara ideas de alguna de sus obras para crear a partir de ellas una pieza nueva, siempre más brillante. Luego, acabó siendo lo que es hoy: un pecado imperdonable, condenado en los juzgados desde que existen los derechos de autor (a veces, con indemnizaciones económicas millonarias). En la actualidad, el que plagia y es descubierto queda estigmatizado para los restos.
No ha habido en la historia de la música plagiador más prolífico que Georg Friedrich Haendel y, sin embargo, está considerado no solo como uno de los mayores genios del Barroco, sino de todos los tiempos. “He takes other men’s pebbles and polishes them into diamonds” (Él toma los guijarros de otros y los pule hasta convertirlos en diamantes), decía de Haendel el notable compositor inglés William Boyce. El propio Haendel asumía sin ruborizarse tal práctica; por ejemplo, cuando afirmaba que “la música de Bononcini es demasiado buena para él; no sabe qué hacer con ella”. La célebre aria Ombra mai fu, de la ópera Serse, fue copiada de manera bastante literal por Haendel de la homónima de Bononcini, aunque no fue este una de las principales fuentes de inspiración para el sajón: ese honor se lo llevan Keiser, Steffani, Lotti o Pistochi, entre otros.
Sin embargo, lo que le es concedido a Haendel sin objeción alguna, se le niega a Johann Sebastian Bach, acaso por esa consideración ampliamente aceptada de que la humanidad no ha alumbrado, hasta la fecha, mayor talento musical que el suyo. Por supuesto que Bach se inspiró, en contadas ocasiones, en otros autores. Sobre todo, en maestros venecianos como Vivaldi, Albinoni o Benedetto Marcello, aunque aquello más que plagios fueron arreglos o transcripciones, asumidas por el propio Bach sin reparos. Hay, incluso, quien sostiene que en la Suite en La menor para laúd y violín BWV 1025 Bach no hay plagio a Weiss, sino que se trata de una obra compuesta al alimón por ambos músicos, a los que unía una fraternal amistad.
Seguramente por ser tan contados los plagios de Bach, hace algunos años se montó un buen lío (con ensayo musicológico de por medio) cuando se descubrió que Bach había tomado prestados un par de compases del Concierto para flauta o violín TWV 51:G2 de su compadre Georg Philipp Telemann (era el padrino de Carl Philipp Emanuel Bach). Esos dos pequeños compases gustaron tanto a Bach que los utilizó en la sinfonía de la cantata Ich steh mit einem Fuss im Grabe BWV 156 y, más tarde, en el Concierto para clave en Fa menor BWV 1056 (que se pensaba, y aún se sigue pensando, que era arreglo de un previo concierto suyo para oboe lamentablemente extraviado).
Ilustremos el caso con varios ejemplos sonoros. Los dos primeros vídeos corresponden al Andante del Concierto TWV 51:G2 de Telemann (el primero, con flauta, en versión historicista; el segundo, con oboe moderno, ya que la primera versión con instrumentos originales saldrá pronto al mercado, en el sello Pan Classics, a cargo del grupo Musica Gloria, del que es directora la oboísta Nele Vertommen).
Los dos siguientes vídeos corresponden ya a Bach. El primero, es la sinfonía de la cantata Ich steh mit einem Fuss im Grabe BWV 156, en la versión del magnífico oboísta Leo Duarte y de la Academy of Ancient Music; el segundo es el arreglo del arreglo, o sea, el Larghetto del Concierto para clave BWV 1056, en la lectura del clavecinista Yago Mahúgo y de su grupo, Ímpetus Madrid Baroque Ensemble.
Eduardo Torrico