En el adiós a un maestro
Como se está recordando al lamentar la muerte de Luis de Pablo, el maestro ha sido muchas cosas: organizador, promotor, escritor, traductor, conferenciante, profesor, académico, miembro honorario de universidades y academias, jurado en mil y un concursos internacionales…, pero, sin duda, ha sido principalmente compositor: uno de los grandes creadores de música que ha dado España y Europa en las cuatro últimas décadas del siglo XX y las dos primeras del XXI. Su ingente obra -más de doscientas composiciones-, desarrollada a lo largo de más de sesenta años abarca literalmente todos los géneros: seis óperas, obras diversas con algún componente teatral, cantatas sinfónico-corales, obras para orquesta en distintas formaciones -desde la orquesta de cuerda hasta la gran masa sinfónica-, conciertos u obras orquestales con solistas diversos (voz, piano, violín, violonchelo, flauta, oboe, clarinete, saxofón, percusiones, guitarra, arpa, órgano, acordeón…), partituras de cámara para las más variadas combinaciones instrumentales (en las que con frecuencia entra la voz), música coral, música instrumental a solo para piano, clave, órgano, violín, viola, violonchelo, flauta, clarinete, clarinete bajo, saxofón, guitarra, percusión…
En tan larga y fecunda trayectoria, la música de Luis de Pablo muestra -cómo no- cierta evolución, aunque su sello personal se ha mantenido reconocible. Acaso la señal evolutiva más marcada es el camino que va desde un lenguaje descarnado, rompedor y, en ocasiones, incluso un punto agresivo -el practicado en los años de afianzamiento de su adscripción a las vanguardias y de voluntad de ofrecer propuestas musicales deliberadamente apartadas de la tradición española- hasta el lenguaje de la madurez (cuando el aire se serena) que, progresivamente, sin bruscos movimientos de timón, fue dando paso a una musicalidad caracterizada por agregados tímbricos tan bellos como llamativos y, sobre todo, a un lirismo raro, especial, personalísimo y, en todo caso, muy intenso, el que ha dado lugar a que Luis necesitara no solo contar con la voz humana, sino también abrir la puerta al compositor teatral que llevaba dentro: Kiu (libreto de Luis de Pablo a partir de Alfonso Vallejo), El viajero indiscreto (libreto de Vicente Molina Foix), La madre invita a comer (libreto de Vicente Molina Foix), La señorita Cristina (libreto de Luis de Pablo a partir de Mircea Eliade), Un parque (libreto de Luis de Pablo a partir de Yukio Mishima) y El abrecartas (libreto de Vicente Molina Foix, cuyo estreno anuncia el Teatro Real para febrero de 2022) son las seis óperas que nos ha legado, pero el lirismo al que aludía más arriba ilumina y da vida a composiciones de muy vario planteamiento, con presencia vocal (Sonido de la guerra (Aleixandre), Tarde de poetas (Gabirol, Larrea, Góngora, Marcial, Porta y Aleixandre), Relámpagos (Ullán), Passio (Levi), Trío de doses (Ullán)… o meramente instrumentales, como Libro de imágenes, Concierto para violín y orquesta o el extraordinario Concierto para violonchelo y orquesta titulado Frondoso misterio, uno de cuyos movimientos (Elegía) sería fondo sonoro adecuadísimo para este trance.
En los muy problemáticos dos últimos años, en los que el deterioro de la formidable capacidad intelectual del maestro ha sido notoria, tremenda -un período en el que incluso dejó de acudir a las sesiones plenarias de la Academia, en las que nos veíamos y charlábamos un poquillo los lunes-, prácticamente solo pude hablar con él de dos de sus obras. Una, en sentido positivo, La caída de Bilbao, cuya escucha me facilitó en su casa -no sin arduos problemas para poner en marcha la grabación- y que, además, pude seguir con la partitura manuscrita delante. La verdad es que sus comentarios, mucho más que a la música, se refirieron a la formidable acogida que la ciudad de Bilbao -su pueblo- le había hecho: se sintió mimado, recibido con cariño, sus paisanos le hicieron feliz durante días y Luis me mostraba orgulloso recortes de prensa, como nunca había hecho en los más de cincuenta años que hemos llevado de trato y amistad. Parecía un novel… Y la otra obra de la que hablaba iba siempre acompañada de carga negativa: desde sus primeras conversaciones al respecto con Molina Foix me tenía al tanto del proyecto de su sexta ópera, El abrecartas, hablaba de Federico García Lorca, de Miguel Hernández pero, sobre todo, Luis revivía sus lejanas conversaciones con Vicente Aleixandre y me daba a entender lo mucho de sí mismo que iba a volcar en los pentagramas de esa ópera… a la vez que expresaba sus negros presentimientos de que nunca iba a verla puesta en pie. Yo, claro, protestaba y, cuando por fin vimos programado el estreno en el Teatro Real, vino lo más penoso: la lacerante sensación de que era tarde como para que Luis pudiera disfrutar del acontecimiento… Finalmente, se han cumplido sus presagios.
Pero el estreno de El abrecartas llegará y él revivirá, porque Luis de Pablo es su música.
Foto: Juan Lucas