En casa de Penderecki
A finales de septiembre de 2010 estábamos en casa de Penderecki. Estábamos: quiero decir, el compositor y director Fabián Panisello, y un servidor de ustedes en nombre de SCHERZO. Acompañados de trece compositores jóvenes, cuya presencia tenía una importancia especial por lo que ahora les recordaré (puesto que ya lo conté de otra manera por entonces). Y nos conducían dos damas que fueron alma de la gran excursión, allá, cerca de la frontera, a la casa de Elzbieta y Krzysztof Penderecki en Lusławice, al ese de Cracovia. Eran la joven violinista Alicja Pilarczyk y la directora del Centro Europeo de música que llevaría el nombre del compositor, Adrianna Poniecka-Piekutowska.
Había un proyecto en marcha, que ya es una realidad: el centro de música en terrenos al lado de la casa de los Penderecki, cuyo jardín contiene cientos de especies. El centro era una iniciativa para apoyar a los jóvenes compositores, con aulas, salas de ensayos y salas de conciertos. Y por ello estaban con nosoros aquellos compositores, algunas de cuyas obras tuve oportunidad de incluir en una serie de programas para Radio Clásica, Capriccio polaco, cuyos podcasts son accesibles. Fabián Panisello dio clases a aquellos compositores en un hermoso castillo cerca de Cracovia y examinó sus obras en diálogo con ellos mismos.
Era un proyecto ambicioso apoyado por el compositor que acaba de morir a los ochenta y seis años, después de una vida creativa cuya plenitud no parece discutible ahora, y en cuya trascendencia podemos confiar plenamente. A veces, el presente le da la razón al pasado. Es muy posible que en esta ocasión nuestros sucesores estén de acuerdo con la valoración que hacemos hoy de la amplia y muy diversa obra de Penderecki. No me voy a referir a ella, ya se hace en esta página y a otros colegas remito. Voy a evocar cinco epifanías (cómo llamarlas…)
Uno, el que comenzaba estas líneas: en casa de Penderecki para conocer de primera mano el proyecto en Lusławice. Un encuentro cordial en el que el anfitrión nos obsequió con vino, bocaditos y una considerable variedad de dulces. Esta foto es recuerdo de aquel momento, y la hicieron los fotógrafos de la casa. Nunca en la vida recibí tantos disparos de cámara como esa memorable tarde. Hablamos no solo de música. La historia de Polonia guarda muchos fantasmas y dan mucho juego. 2010 era un momento esperanzador. 2020 no lo es para nadie, ya lo sabemos; ni siquiera para los que de momento hacen su agosto, que son los menos. Pero en Polonia hay una regresión clara de las libertades. Un pueblo que recuperó la libertad por el tesón de su pueblo más valiente (y no por los gestos teatrales de un papa ni por la Polonia profunda que hoy vota con una proyección equivocada de su resentimiento). Recibí un regalo suplementario, que ya entonces me pareció un tesoro: el DVD con el Requiem Polaco dirigido por el propio Penderecki, producción de Telewizja Polska. Con unas palabras y un esbozo de partitura de su puño y letra.
Dos. La apoteosis de Penderecki en noviembre de 2013, cuando cumplió ochenta años y se celebró durante más de una semana, con conciertos en las dos salas de la Filarmónica, en iglesias, en la Opera Nacional. Artistas de todo el mundo vinieron a testimoniar su afecto, su admiración por la obra y la persona. Ya les conté los grandes nombres, pero quiero recordar uno en especial, el de Jesús López Cobos, que dirigió una pieza de Penderecki, y al que vi allí por última vez. Les recordaré una vez más lo que dijo Max Valdés en alguno de esos días: que este gran homenaje no lo había disfrutado en vida nadie, ni siquiera StravinskY, ni siquiera PIcasso.
Tres. Quiero señalarles el rasgo filosemita de Penderecki. En un país en cuyo territorio desplegó Alemania su maquinaria de asesinato industrial en masa, tiene mucho sentido componer obras como la Séptima Sinfonía, llamada Las Siete Puertas de Jerusalén (¿Llegó Penderecki a componer alguna vez la Sexta? El caso es que sí compuso la Octava). Recuerdo hace años a Penderecki abriéndonos estas Puertas en el Teatro Real. Pero recuerdo también, con especial emoción, al Kantor Alberto Mizrahi, de la sinagoga de Chicago, que llegó a Varsovia en noviembre de 2013 para cantar en la Filarmónica en una de las obras de Penderecki de homenaje a los judíos. Recordemos que Polonia, como la España metropolitana del siglo de Oro (como si todo lo dorado tuviera su herrumbre y su miseria no ocultas, pero sí disimuladas), tenía un importante conjunto de población de un feroz antisemitismo. En las sociedades divididas, a menudo se da esta división: el antisemitismo irracional y el filosemitismo que trata al menos de reparar. ¿Reparar? Sorprende que esto ocurra aún. En nuestro país el antisemitismo se disfraza de crítica contra la agresión israelí al pueblo palestino. En Polonia, en 1968, el Partido único lanzó una campaña antisemita con esta disculpa. Fue feroz, y fue duradera, y tuvo efectos incluso en quienes estaban en contra del sistema comunista. Hay documentos muy interesantes de aquella campaña. Les recomendaré una novela que no sé si se encuentra aún; es un autor suizo con apellido polaco, Kiebitz, de Piotr Kaminski (Alfaguara). Penderecki selló el intento de reconciliación de Polonia con los judíos. También lo hizo con Alemania, que fue el país que lo acogió en los años en que empezaba a ser ya plenamente Penderecki, el de la Pasión según San Lucas.
Cuatro. Una curiosidad que ya conté hace tiempo. Recién recuperadas las libertades en España, tuvo lugar la primera fiesta del Partido Comunista en la Casa de campo de Madrid. Era el partido que se había opuesto al franquismo, algo que es preciso recordar al margen de otras valoraciones. En el pabellón de Polonia encontré un doble álbum de elepés con Utrenja. No sabía lo que era aquello, y lo pregunté. ¿Es esto la Pasión según san Lucas? No, me respondieron, más o menos, es la continuación. Caramba. Lo comenté con Penderecki aquella tarde de 2010, junto con Panisello. Pudimos reír los tres, con eso y con otros detalles.
Cinco. Penderecki compuso varias óperas. Solo se han grabado dos, Los demonios de Loudon (hay un film excelente, ya reseñado en Scherzo) y Ubu Rey. En Youtube pueden oír El paraíso perdido, pero no hay manera de encontrar el libreto. Ni siquiera Elzbieta Penderecka nos lo consiguió. Queremos más óperas de Penderecki en CD o, todavía mejor, en audiovisual.
Disculpen ustedes. El abuelo Cebolleta les cuenta batallitas. Ahora, permítanle descansar en lo que hemos llamado la ciudad fantasma. Que es global, como sabemos: la vivimos de manera local, la sabemos infinita, la deseamos breve.
De momento, voy a oír un CD reciente con música de Penderecki, del que daré cuenta en esta revista cuanto antes: Emanacjie, Fluorescencje, Polyphormia, y dos maneras de De natura sonoris (Polskie Radio).
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