El teatro y la peste
En narrativa es bien conocida la situación de los que, cercados por la peste, se aíslan juntos y se cuentan historias para entretenerse, acaso para espantar al miedo. Hoy, la oferta de los aislados es enorme. Pueden ver películas, series, conciertos, óperas. Pueden leer libros, claro, pero eso es un deporte que este país practica poco. Digo deporte por lo mucho que cuesta a casi todo el mundo enfrentarse con un libro de más de 200 páginas y terminarlo. Incluidos los policiales, los conspiradictos y la horterada que se pretende erótica. Somos así, qué le vas hacer.
Pero aquí queríamos referirnos a eso que hacen unos cuantos amigos finos en la Florencia de los tiempos de la peste negra, siglo XIV, y lo hacen en el Decamerón de Bocaccio. Lo mismo que hacen los invitados de The visitors, la ópera de Carlos Chávez (1899-1978) con libreto de Chester Kalman. A esa ópera nos referimos aquí hace años, cuando tuve ocasión de verla en el festival de Guanajuato en 1999, centenario del nacimiento del compositor mexicano. A punto estuvo de haber un acuerdo para poner esa obra en España. La puesta en escena de Sergio Vela era una perfecta muestra de cómo se usan el talento, la economía y el sentido del teatro. Pocos personajes, sin apenas escenografía, todo se podía transportar. El coro y la orquesta serían de aquí, claro está.
Pero no pudo ser, y prefiero no saber por qué. La verdad es que ese montaje es recuperable veinte años después. Supongo que Sergio Vela lo modificaría en parte, porque pocas cosas envejecen más que una puesta en escena teatral filmada. Pero el respeto de Vela hacia la música y el texto eran tales que él podía permitirse la creación y recreación de lo dicho por los actores. De lo cantado por las voces, quiero decir, claro está. La dirección de actores es mucho más difícil y problemática que, por ejemplo, decidir si la epifanía del rey Roger se convierte en Disneylandia. O si Monsalvat está cercado por moteros, clochards agresivos y unas cuantas putas. Solo estos ejemplos, no voy a poner más. Es solo por evocar dos emocionantes vivencias escénicas. En aquellos Visitors había una tensión dramática que ya hemos tratado en estas páginas. Hace veinte años, sí, pero ahí la hemeroteca. También lo hicimos en el ABC cultural, que también tiene hemeroteca. No vamos a descubrir The visitors en la teoría. Tendríamos que descubrirla en escena, en el Liceu, en el Real, en el Palau, en la Maestranza, en Euskalduna… No sé, en alguna parte, caramba. Sergio Vela es uno de los directores de escena más importantes. No debería parecerles extraño que aquí no sepamos gran cosa de él. Mozart, Wagner, Gluck, Richard Strauss… En sus manos, cobran vida estos nombres que tanto sentido encierran para todos los que amamos la ópera. Escribo esto sin contar con él. ¿Y si le proponemos que reviva The visitors y no le apetece?
Todo esto sería un plan para después de la recuperación. De momento, el tratamiento va a suponer la ruina de muchos. Y eso lo tratamos en otros puntos de esta página y de la propia revista.
Recuerden, The visitors se desarrolla en medio de una epidemia. Los personajes se encierran, se evaden. Pero la realidad los alcanza. No eran tiempos con seguridad social ni autoridades protectoras. Aunque no había miserias humanas como Torra o Ponsatí o como los partidos de la derechona que pretenden sacar partido de la epidemia (echan de menos el poder; ellos, que lo merecen como nadie por ser representantes del auténtico poder, el del dinero), eran tiempos mucho peores. Recuerdo un libro de René Girard, El chivo expiatorio (Anagrama), que comienza con la evocación de la peste negra a través de un escrito de Guillaume de Machaut (Jugement du Roy de Navarre). Machat trataba de contar cosas sobre la poética y los sonidos del amor cortés, y de paso recordó algunas cosas imposibles, fabulosas y algunas otras que sí tuvieron lugar, lamentablemente: la peste negra llevó a persecuciones de judíos como chivos expiatorios. Nada más natural, ¿verdad? Echarle la culpa los judíos, qué deporte tan reconfortante. De nada les sirvió. La realidad terminó por alcanzarles.
Me ha venido a la cabeza este montaje de The visitors. Y eso desde hace días. No hará explicar por qué. Pero le di vueltas, o digamos que aquello me doy vueltas a mí, cela me hantait.
Hay un registro fonográfico que proviene de aquellas funciones de Guanajuato y Ciudad de México:
CHÁVEZ: The visitors. Lourdes Ambriz, Encarnación Vázquez, Randolph Locke, Jesús Suaste, Marc Embree. Orquesta y Coro del Teatro de Bellas Artes. José Areán, director. BMG RCA VICTOR. 2 CD.
Tomo prestado el título de este escrito a Antonin Artaud. Es el del capítulo que abre su libro Le théâtre et son doublé. Es una locura; todo el libro lo es. Pero no se pueden imaginar ustedes la vigencia que le atribuimos las gentes de teatro a ese libro imposible (era a finales de los años 60, qué lejos), libro breve, exclamativo, rico en poética y poco útil para cualquier práctica escénica a través de sugerencias (o insinuaciones) y quimeras. Así que habrá que hablar pronto de ese loco y su libro, al menos de ese capítulo abundante en pestiférés. Ahora que estamos encerrados…
Santiago Martín Bermúdez