El Strauss de Nelsons

Strauss, Richard:
Obras orquestales. Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig, Orquesta Sinfónica de Boston. Yuja Wang, Yo Yo Ma, Olivier Latry. Director: Andris Nelsons. DG (7 CD).
Después de grabar con sus dos orquestas, Gewandhaus de Leipzig y Sinfónica de Boston, sendos ciclos de las sinfonías de Bruckner y Shostakovich, de limitado interés, Andris Nelsons se ha embarcado en una “alianza artística mutidimensional”, cuyo primer fruto es esta semi-integral de la obra orquestal de Richard Strauss. En un excelente artículo, Pablo-L. Rodríguez comenta detalles históricos que sirven de “excusa” para este proyecto.
Que Strauss es un compositor que le va muy bien a Nelsons quedó ya sobradamente demostrado en los tres discos que grabó hace años para el sello Orfeo con la City of Birmingham Symphony Orchestra. Con respecto a aquellas versiones, las nuevas son quizá menos enérgicas, más reposadas, pero a cambio hemos ganado en refinamiento orquestal y, en el caso de la Sinfonía Alpina, una de las joyas de la caja, lo que entonces era una colección de postales es ahora un arco perfecto. Una versión de extraordinaria finura, que aúna poderío, delicadeza y capacidad evocadora.
Nelsons no acierta en las obras que tienen un referente operístico. En su impresionante disección de la Danza de los siete velos de Salomé no hay atisbo de sensualidad. Es una Danza intelectual, nada morbosa, como si la bailara Gertrude Stein. Con esta Danza, Herodes se pone a ver series en Netflix. En la Suite de El caballero de la rosa, finísima, exquisitamente tocada, faltan alma y encanto; es bastante sosa. Puede que la versión con la CBSO fuera menos personal, pero había más vida y corría el champán (relativamente; escuchen a Thielemann con la Filarmónica de Viena o a Eschenbach con la Sinfónica de Houston). Igualmente olvidable es la Fantasía sinfónica sobre ‘La mujer sin sombra’ (un ejercicio de reciclaje de 1947), una naturaleza muerta en manos de un Nelsons complaciente, melifluo, escasamente exultante, contenido y pudoroso. Una versión en las antípodas del universo de la ópera.
Señalaba Pablo L. Rodríguez en el mencionado artículo: “a grandes rasgos, las grabaciones con Gewandhaus tienen mayor nivel orquestal, aunque las interpretaciones más inspiradas proceden de Boston”, apreciación con la que estoy completamente de acuerdo. Quizá la excepción sea Muerte y transfiguración (con Boston), de brillante ejecución, mas en exceso divagante, sin tensión, con un Allegro molto agitato al que faltan desgarro y agonía, y un Moderato sinuoso, sin rumbo claro, con una transfiguración lentísima y alicaída, y un clímax grandilocuente (de inaudita transparencia marca de la casa, eso sí). Todo lo demás es muy bueno o extraordinario. El difícil Así habló Zaratustra (Gewandhaus) recibe una lectura irregular. El Amanecer, de dinámica comprimida (la toma de sonido es mejorable) es anodino; la languidez lastra el mortecino De los Transmundanos, escasamente poético o evocador. Las cosas empiezan a mejorar en La canción de la tumba, y alcanzan la excelencia en El convaleciente y La canción de la danza aunque, por desgracia, al cierre, la Canción del noctámbulo, le faltan un punto de elevación y sublimidad.
Nelsons y los de Leipzig abordan el poco frecuentado y un tanto “tchaikovskyano” Macbeth con enormes convicción, poderío y dramatismo. Un Macbeth de carne y sangre, que no da respiro al oyente. Idéntica convicción se aprecia en el soberbio Burleske (Gewandhaus), que servida así parece más de lo que probablemente es. Nelsons y Yuja Wang –es una gozada escuchar a esta enorme pianista en esta obra pirotécnica y desigual– dan en el clavo. El tono, el brillante despliegue orquestal, la solidez constructiva de la batuta y el virtuosismo de la inspirada solista (escuchen en 5:30 el tema lírico de filiación brahmsiana), de sonido poderoso, la “sinceridad” y energía contagiosa de la interpretación, redondean una versión de referencia. Vida de héroe (Gewandhaus) arrastra al oyente por la vía del puro placer auditivo. Hay cierto distanciamiento puntual (Des Helden Gefährtin), pero el control absoluto de la batuta, la perfección sonora, el uso de los silencios, la intensidad de algunos pasajes, ganan la partida.
El Till Euelenspiegel de Nelsons y Boston es civilizado, de comedida teatralidad, pero resulta deslumbrante por la riqueza tímbrica, de fraseo, el refinamiento orquestal (la muerte de Till no es tan brutal como en otras versiones, pero sí más rica en colorido), la transparencia del sonido, el humor, la intensidad… Un Till memorable. Igualmente impresionante es el soberbio Don Quijote, que subyuga por la fantasía sonora del director letón (escuchen la 7ª variación, Cabalgando por el aire), la precisa ejecución, la fluidez narrativa y el personalísimo y libérrimo violonchelo de Yo Yo Ma, variado de recursos (uso de las dinámicas, p.ej.), que abusa un tanto del vibrato. Este Don Juan (Gewandhaus) le lleva a Nelsons 20’20’’, por 18’ (una duración estándar, muy común) con CBSO. Pero no es un Don Juan de geriátrico, sino hedonista, en el que el ímpetu juvenil cede a un disfrute más relajado de los placeres que se le ofrecen. Este Don Juan lisérgico se abandona a los placeres carnales sin mirar el reloj. El pasaje central lo toma Nelsons con una lentitud sin precedentes… ¡y le funciona de maravilla! Suena convincente y necesario: pausado, onírico, el tiempo se detiene. Mágico.
A diferencia de otras interpretaciones, distanciadas, neutras, Nelsons se implica emocionalmente en una Metamorphosen dramática y triste, de desolador final. Otra cima de la semi-integral es la Symphonia Domestica, obra menospreciada y poco interpretada, que Nelsons aborda con desenfado y elegancia en una versión de mucho encanto. Completan la caja la Escena de amor de la ópera Feuersnot, el vals del ballet Schlagobers y una estupenda versión del excesivo Preludio festivo, en el que ambas orquestas aúnan sus fuerzas.
Esta de Nelsons es una buena semi-integral Strauss moderna. No sustituye a la clásica de Kempe con la Staatskapelle Dresden (Warner) u otras compilaciones (Karajan, Sinopoli, Böhm), pero en algunas obras se codea con ellas.
Miguel Ángel González Barrio
1 comentario para “El Strauss de Nelsons”
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