El guitarrista Pedro Mateo para el sello Eudora: Bach, naturalmente
ONDULATION:
Obras de Bach & Kurtág. Pedro Mateo González, guitarra. EUDORA
Pedro Mateo presentó este disco el 27 de marzo en la temporada de conciertos de la Sociedad Española de la Guitarra ante un Auditorio Manuel de Falla (Real Conservatorio Superior de Música de Madrid) prácticamente lleno y expectante. Porque este músico, maestro reconocido entre los jóvenes, se encuentra ya entre los que interesan a los entendidos del gremio guitarrístico. Y no defrauda. Quien escribe esta reseña da fe de que lo que registra esta nueva producción del excelente sello discográfico Eudora –sueño de cualquier guitarrista, por muchas razones– se corresponde exactamente con lo que el intérprete presentó en directo: partita BWV 1004 y suites BWV 997 y 1007 de Bach, con unas micropiezas de Kurtág a modo de interludios, todo –lo más conocido de Bach y las discográficamente inéditas piezas de Kurtág que se escondían en un método húngaro de guitarra– interpretado con criterio interesante, fuerza, un buen rango dinámico, una pulcritud extrema y un sonido muy hermoso, para mí sencillamente ideal. Quizá, el que se grabó en el Auditorio del convento abulense de San Francisco resulta algo más seco que el que escuchamos en el concierto. Eso acerca la guitarra a la sonoridad del laúd, pero sobre todo sirve al enfoque interpretativo de Pedro Mateo que evita cuidadosamente cualquier prolongación de sonidos más allá del valor exacto que da sentido a la música de Bach. Las resonancias de la guitarra son el peligro que conjura hábilmente este guitarrista en sus interpretaciones. Lo hizo precisamente en vivo, pero la grabación permite subrayarlo. Gusta, no obstante, verle tocar y contemplar la perfección de su técnica y la maravillosa adecuación de la música de Bach –violinística, violonchelística o laudística, que aquí hay de todo– al diapasón de la guitarra. Gusta también ver cómo no hay un solo movimiento de la mano izquierda que produzca el más mínimo ruido. Todo es Bach. Solo Bach. Y una respiración discreta que incorporara al intérprete y que se escucha con tanto gusto en vivo como se registra en la grabación. Detrás de las ideas portentosas dispuestas por Bach, hay un intérprete… que respira, vive y da vida y sonido a esas ideas. Con total naturalidad. Esta es la palabra: la interpretación de Pedro Mateo es natural. La gracia está en los acentos y en el elegante ir y venir de las dinámicas acompasadas con el tempo, no en grandes gestos teatrales. Ni siquiera en la luctuosa monumentalidad de la Ciaccona.
Está claro que, con la suite de cuatro piezas de Kurtág repartida en dos partes y colocada a modo de interludio entre los tres conjuntos de Bach, y terminando en punta con la enorme Ciaccona de la segunda partita para violín, el intérprete invita a una audición continua y completa de los casi 70 minutos de música de su programa. Su invitación se acepta y se disfruta. En este sentido los escasos tres minutos de Kurtág tienen una función muy acertada y constituyen una revelación importante al repertorio guitarrístico grabado. El título del disco, “Ondulation”, viene de la primera de las piezas del compositor húngaro, que tiene más la informal y natural forma de un rizo de cabello que la regularidad física de una onda, pero es verdad que el fraseo bachiano del intérprete, con trazos de aliento justo, no largo, es igualmente ondulado (o rizado) en su dinámica de tal manera que el título tiene total sentido.
Una última sorpresa que sella el carácter excepcional de esta producción se encuentra en las notas que la acompañan y que son las mismas que ilustraron el programa de mano de su presentación. Lejos del ensayo explicativo del repertorio, estas notas son una pieza de literatura breve de Sebastián Wise o, mejor diríamos, una pequeña suite de cuatro danzas literarias que ilustran con arte y gracia cosas de Bach, los Kurtág, el tiempo –“desocupado de presencia humana”– en el que se produjo este disco y de la grabación en plenas restricciones sanitarias del año 2020, todo hilado con oportunidad y estilo.
Tras la apariencia de hombre normal –desprecio andante de lo ampuloso– que no necesita encarnar ningún personaje para hacerse valer, se encuentra un verdadero maestro y uno de los valores más sobresalientes de la guitarra. Que no les pase desapercibido. Y atiendan no solo a este disco sino también a los anteriores –Brouwer, Rebay…– y a los que habrán de venir en el futuro.
Javier Suárez-Pajares
(Crítica publicada en 384 de Scherzo, de mayo de 2022)