El Górecki más íntimo
HENRYK MIKOLAI GÓRECKI: Obras para piano / Anna Gorecka, piano / Accord
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Cuando un desconocido compositor polaco irrumpió en las listas de éxitos en 1992 con una etérea tercera sinfonía, concerté dos encuentros con él, en Bruselas y en Londres. Górecki sólo hablaba polaco y alemán, este último con reticencia a la luz de sus recuerdos de la guerra. Me dio la impresión de ser un hombre tenaz, de carácter fuerte, con una fe inquebrantable en Dios, un odio visceral al comunismo y un olímpico desprecio por las modas occidentales. Pierre Boulez había calificado de “merde” su Tercera sinfonía, y Górecki no fue menos demoledor con el francés.
Sin embargo, las primeras obras de Górecki no eran menos modernas que las de Boulez. Este luminoso álbum, interpretado por su hija Anna Górecka, muestra lo experimental que era Górecki antes de que la seráfica melodía de su Tercera sinfonía vendiera un millón de CDs. Su primer conjunto de preludios, fechado en 1955, es percusivamente bartokiano. Desde el nido del pájaro (1956) recuerda a los paseos campestres de Janácek. Tres piezas dodecafónicas del año siguiente se acercan a la ortodoxia weberniana. Górecki se atrevió a jugar con fuego bajo un régimen que castigaba duramente lo que llamaba “formalismo”.
Pero hay mucho más en esta música de lo que parece a primera vista. Sus preludios para piano, dedicados a una compañera de estudios con la que más tarde se casaría, revelan una pasión furtiva. Los ensayos sobre la naturaleza son más ásperos que las divagaciones checas de Janácek, e incluso su serialismo adopta un rostro humano, polaco para más señas. Mientras que su famoso contemporáneo Penderecki suavizó su estilo para apaciguar a los apparatchiks y conseguir un mercado global, Górecki permaneció en la provinciana Katowice, manteniendo su atonalidad y escribiendo intrigantes asperezas para piano, hasta que la pegadiza sinfonía destruyó su privacidad y lo convirtió en el sinfonista vivo más vendido de todos los tiempos.
La extraordinaria colección de piezas para piano interpretadas con gran conocimiento por su hija Anna muestra una inventiva sin concesiones, desde el sonido del granizo contra el cristal de una ventana hasta una rupturista y liberadora sonata.
Conozcamos al Górecki más íntimo. Merece mucho la pena.
Norman Lebrecht