El extraño caso de Mr. Rubio, de profesión lutier

Si alguien se toma la molestia de indagar en los libretos de los discos que grabaron en los años 80 del pasado siglo orquestas como The English Concert, The Academy of Ancient Music o The English Baroque Soloists, comprobará que la mayoría de los claves utilizados estaban firmados por un enigmático personaje llamado David Rubio. Sin posibilidad de acceder a más información, porque en aquella época no existía Internet, éramos muchos los que aventurábamos que Rubio, dado su nombre y su apellido, estaba relacionado de alguna manera con España, lo cual era en sí mismo un contrasentido, porque entonces en España todo lo que tuviera que ver con la música antigua (y más aún, con la interpretación históricamente documentada) sonaba a ciencia-ficción. Con el correr de los años, supimos que Rubio había dejado de fabricar claves y se había dedicado a construir violines, vihuelas y laúdes, hasta que falleció en Cambridge, en octubre de 2000, a la edad de 65 años.
La vida de Mr. Rubio daría para escribir una buena novela. En realidad, se llamaba David (aunque no pronunciado “davíd”, sino “déivid”), pero no se apellidaba Rubio, sino Spinks. Su nombre completo era David Joseph Spinks, y apenas tenía que ver con España, porque nació, vivió la mayor parte de su existencia y murió en Inglaterra. Tal era su fama, que hasta llegó a crearse un cuarteto con su nombre: The Rubio Quartet. Fama que no se reducía a Inglaterra, porque los integrantes de este cuarteto, fundado en 1991, eran (y siguen siendo, ya que la formación aún está en activo) flamencos (de los de Flandes, no de los de Andalucía). El famoso guitarrista inglés Julian Bream solía tocar con guitarras de Rubio, instrumentos que construía antes de dedicarse a fabricar claves (si es que alguna vez fabricó alguno, como luego explicaremos).
Rubio nació en Londres en 1934 y a los 20 años decidió cambiarse el apellido, justo cuando empezaba a tocar profesionalmente la guitarra flamenca (la de Andalucía, no la de Flandes) en España. Había estudiado guitarra en Sevilla, entre otros, con el célebre Pepe Martínez, acompañante de grandes figuras del cante jondo como Pepe Marchena, La Niña de Antequera, La Niña de la Puebla o Juanito Valderrama. No hace falta ser un lince para deducir por qué se cambió el apellido: con la consabida guasa andaluza, todo el mundo le debía de llamar “rubio” por el color de su pelo, así que decidió oficializar el apodo.
A principios de los años 60, Rubio viajó a Estados Unidos formando parte de la compañía de baile flamenco de Rafael de Córdoba. Y fue en la ciudad de los rascacielos donde decidió dejar de tocar la guitarra flamenca y ponerse a construir guitarras. Levantó su primer taller en el Greenwich Village, en Carmine Street. Sin embargo, no debieron de irle muy bien las cosas, porque pronto regresó a Inglaterra, para instalarse en Oxford. Tampoco allí estuvo mucho tiempo: poco después trasladó el taller de Oxford a la gran rival de esta, Cambridge.
Aunque en biografías cuentan que fue en Cambridge donde empezó a interesarse por los claves y donde se convirtió en un gran investigador en la recuperación de instrumentos históricos de tecla, se rumoreaba que en su vida construyó uno. Avispado comerciante, se dio cuenta del potencial que tenía el clavicémbalo, porque la demanda de este instrumento cada vez era mayor. ¿Y qué hizo? Pues parece ser que se dedicó a espiar en los talleres de constructores de claves que había en Londres y a entablar contacto con los subalternos, ofreciéndoles a estos más dinero del que ganaban allí por hacer el mismo trabajo para él. Solo les ponía una condición: los claves que a partir de entonces construirían, deberían llevar siempre la firma de David Rubio. Y, por supuesto, no podrían revelar a nadie este secreto. Si es verdad o no es verdad, es algo que no estoy en condiciones de aclarar, pero un secreto como este es difícil de guardar y, ya a finales de los años 80, era vox populi que Rubio no se caracterizaba precisamente por su destreza para construir instrumentos de teclado.
De la misma misteriosa forma en que dejó de construir guitarras y empezó a construir claves, Rubio dejó de construir claves y empezó a construir violines e instrumentos históricos de cuerda pulsada. Se afirmaba, para agrandar su leyenda, que era el mayor experto del mundo en todo lo relacionado con los violines Stradivarius y que había sido capaz de desvelar, en colaboración con el profesor Ralph Raphael —de nombre y apellido tan sugerentes o más que los de David Rubio— y con otros científicos de la Universidad de Cambridge los materiales (maderas y barnices) que se habían utilizado en Cremona en los siglos XVII y XVIII para construir los ‘Strad’. Incluso, Rubio y Raphael llegaron a afirmar que tenían en su poder la auténtica fórmula química de los barnices empleados por Stradivari y que esa ‘poción mágica’ serviría para mejorar el sonido de los violines modernos.
En su biografía se asegura que construyó más de mil instrumentos, los cuales siguen siendo apreciados y codiciados tanto por clavecinistas como por violinistas y guitarristas. Pero la gran duda está en saber si, dentro de ese millar de instrumentos que construyó Rubio, hubo de verdad algún clave fabricado con sus propias manos.
Eduardo Torrico