EL ESCORIAL / Gloria y honor a la gran Barbara Strozzi
San Lorenzo de El Escorial. Real Coliseo Carlos III. 29-VIII-2020. Los Afectos Diversos (Armelle Morvan y Carmen Botella, sopranos; Jorge Enrique García, alto; Diego Blázquez y César Polo, tenores; Jesús García Aréjula, bajo; Laura Puerto, clave y arpa; Calia Álvarez, viola da gamba; Juan Carlos de Mulder, archilaúd). Director: Nacho Rodríguez. Madrigales de Barbara Strozzi.
Este concierto debería haber tenido lugar a finales del pasado mes de enero, en el Monasterio de Santa María de El Paular, pero no se celebró. Y no, no lo impidió la Covid-19, que por entonces nos sonaba a todos a chino (nunca mejor dicho), sino otra pandemia igual de nociva que la del coronavirus: el absoluto desprecio que las autoridades políticas (especialmente, las españolas) sienten por la cultura. Marta Rivera de la Cruz (Ciudadanos), que todavía hoy sigue ejerciendo de consejera de Cultura y Turismo de la Comunidad de Madrid, debió de pensar que no era saludable que el ciclo “Silencios en El Paular” fuera tan exitoso y se lo cargó de un plumazo, con la excusa de que había que “descentralizar” (inciso: el Monasterio de El Paular está a unos cien kilómetros de la capital) las actividades musicales. Los Afectos Diversos se enteraron de que se habían quedado sin concierto (y sin ciclo) un par de días antes. Y por los periódicos.
El concierto fue reprogramado para finales de este agosto, dentro de la casi inexistente oferta musical del Real Coliseo Carlos III de San Lorenzo de El Escorial (¡que tiempos aquellos —no tan lejanos— en los que este coqueto auditorio de la sierra madrileña ofrecía un ciclo de música antigua en febrero y otro en diciembre, además de programar varios conciertos en verano!), siempre con la duda de si el coronavirus se lo iba a llevar por delante. Se pudo celebrar, por fin, anoche, con la sala llena, aunque con esas limitaciones de aforo preceptivas que cada vez me cuesta más entender, porque ni hay distancia interpersonal ni nada que se le parezca. En fin, no nos pongamos exquisitos los que todavía tenemos hambre de música, que, a falta de pan, buenas son tortas.
La elección de Nacho Rodríguez, director de Los Afectos Diversos, era ambiciosa: ni más ni menos que el Primer libro de madrigales de la veneciana Barbara Strozzi (1619-1677), quien, en mi modesta opinión, es la primera gran compositora de la historia (Kassia, Hildegard von Bingen o, incluso, Francesca Caccini me siguen pareciendo, en comparación con Strozzi, simples anécdotas). Nunca es bueno especular, pero, puestos a hacerlo, tal vez Strozzi habría gozado de las mismas fama y estima que Claudio Monteverdi de no haber nacido mujer. Pero nada de lo que yo cuente aquí va a contribuir con más elocuencia a describir la hórrida postergación que ha sufrido durante siglos el sexo femenino, especialmente en el ámbito de la cultura.
Nacida de una criada griega y adoptada más tarde por el insigne poeta Giulio Strozzi (que seguramente era también su padre biológico), Barbara pudo recibir primero una esmerada educación como cantante, para ampliar más tarde estudios de composición ni más ni menos que con el gran Francesco Cavalli. Su producción musical (principalmente, cantatas y madrigales; de estos, compuso ocho libros) es abundante. Pero no es la abundancia lo que destaca, sino su enorme calidad. Lamentablemente (volvemos a lo de antes), no tuvo el mismo reconocimiento que algunos de sus colegas masculinos bastante menos capacitados que ella. Y ese menosprecio queda en evidencia en este programa de Los Afectos Diversos: con buen tino, Rodríguez selecciona para abrir y cerrar el concierto sendos madrigales con textos que se suponen anónimos, pero que seguramente se deben a la propia Strozzi; en ellos, reivindica, con una mezcla de resentimiento y sarcasmo, su valor como compositora, al punto de desafiar “a reto y querella” a quien ose a ponerlo en duda.
El Primo Libro de Madrigale, a due, tre, quattro, e cinque voce, publicado en 1644, consta de veinticinco piezas, de las que Los Afectos Diversos interpretaron una amplia selección, incluido el madrigal Canto di bella boca que da título al programa. La mayoría de ellos tratan de lo que ha sido a lo largo de la historia de la humanidad la constante que más nos ha ocupado y preocupado: el amor y el desamor. Desde los más variados puntos de vista, incluido el humorístico, como se refleja en Il contrasto de’ cinque sensi, madrigal en el que los cinco sentidos corporales debaten entre sí para discernir cuál es el mejor de todos. Al final, gana la pugna el tacto, con la rotunda aseveración de que en este mundo no hay nada que supere la sensación que produce un beso.
El de los madrigales es un repertorio difícil, en el que con mucho ánimo y no menos valor han decidido adentrarse en los últimos tiempos algunos grupos españoles. Y es difícil no solo por el idiomatismo de esta música, sino también porque la vida de un madrigalista se parece mucho a la vida de cuartetista: hay que estar prácticamente todo el tiempo ensayando e interpretando siempre junto a las mismas personas, sin hacer apenas otra cosa que eso. Pero Los Afectos Diversos salvaron con nota el examen. Las voces estuvieron plenamente afinadas y empastadas, y supieron dotar a los textos de la intensidad que estos demandan. Hay que destacar, sin duda, a Armelle Morvan, una de las sopranos jóvenes más interesantes del panorama actual de la música antigua. El acompañamiento instrumental (Laura Puerto, unas veces al arpa y otras al clave; Calia Álvarez a la viola da gamba y Juan Carlos de Mulder al archilaúd) fue servicial y nada intrusivo; o sea, cedió el protagonismo a quien corresponde, las voces. Magnífica la labor directoral de Rodríguez, no solo durante el concierto, sino, según se colige, durante los ensayos, a tenor de lo bien preparado que estuvo el programa hasta en sus más pequeños detalles.
Eduardo Torrico