Eduardo Torrico: in memoriam

Queridos lectores: el editorial de este mes no puede sino estar dedicado a la memoria de quien fuera durante casi siete años —desde julio de 2016 hasta su muerte— redactor-jefe de Scherzo: nuestro inolvidable Eduardo Torrico, que nos dejó el pasado 20 de abril después de algo más de un mes de grave enfermedad. Poco más de un mes antes de su fallecimiento había estado trabajando con el resto del equipo de la revista en la implantación de SCHERZO PREMIUM, un proyecto en el que aportaba su experiencia en la web de la revista y en la gestión, también para la edición en papel, de los contenidos que a diario o mensualmente se entregan a nuestros lectores.
Torrico era eso que antes se conocía como un periodista de raza, es decir, alguien que parecía haber nacido para ese oficio en el que la inmediatez no puede andar reñida con el rigor porque todo está bajo la lupa de los lectores primero y del tiempo inmediatamente después. Él, que venía del periodismo deportivo, sabía muy bien la importancia que tiene dominar el terreno que se pisa, conocer sus claves, no dejarse engañar y contar las cosas con honestidad. Le gustaba sentirse periodista de toda la vida, pero después de que la música llamara a su puerta se convirtió en un experto en la interpretación históricamente informada del repertorio antiguo y barroco.
Eduardo aportó desde su llegada una enorme capacidad de trabajo, una agilidad en la escritura y en la organización de las noticias propias de quien tenía una amplia y muy directa experiencia periodística y un conocimiento bien extenso del panorama musical, sobre todo en la llamada música antigua. Era un convencido partidario de las versiones con instrumentos originales, opción que defendía sin desmayo y con vehemencia. Porque —y a veces no es tan fácil encontrarlo ahí donde creemos que todo el mundo está enamorado de su profesión cuando esta tiene que ver con las artes— a Eduardo le apasionaba escuchar esa música, se le podía encontrar en todos los conciertos, en los festivales más importantes, en España y más allá, viajando donde hiciera falta y adecuando esa necesidad puntual a las obligaciones de la información diaria o de las fechas de cierre de nuestra edición en papel. Para él no había horario porque era el lector quien debía tener la noticia o la crítica en su momento y leerla aquí antes que en cualquier otro medio.
A Eduardo Torrico lo conocía todo el mundo de la música con instrumentos originales. Dentro o fuera de España. Lo conocía y lo reconocía. No son fáciles las relaciones entre los críticos y los intérpretes, pero, en el caso de Eduardo, el hecho de desarrollarse desde el respeto mutuo y la naturalidad más absoluta hacía que lo que, en otras ocasiones o con otros protagonistas, desvirtúa la relación entre quien produce música y quien la juzga no fuera, en su caso, sino un elemento más que le ayudaba a saber del estado de la profesión entre nosotros. Por eso colaboró tanto a que en España los intérpretes nacionales empezaran a tener una consideración acorde con su categoría. Todos recordamos sus quejas acerca de lo constreñido de los orgánicos con que se presentaban los grupos españoles frente a otros extranjeros con el mismo repertorio, una lucha que afectaba por igual a la búsqueda de la autenticidad y a la justicia a la hora de las contrataciones.
La mayoría de nuestros lectores no habrán conocido personalmente a Eduardo. Por eso queremos que este editorial, fruto de considerar su desaparición como una noticia que afecta a todo el mundo de la música en España, sirva para que aquellos sepan qué clase de persona era y lo que significa su pérdida. Y también, porque la vida sigue, para dar la bienvenida como nuevo redactor-jefe de Scherzo a Stefano Russomanno, musicólogo, periodista, escritor —es autor de libros como Dante Alighieri y la música, La musa al oído o La música invisible— y colaborador de esta casa desde hace mucho tiempo. Stefano fue durante veinte años coordinador de la sección de música de ABC Cultural y ahora pondrá toda su experiencia y buen hacer al servicio de estas páginas desde las que le agradecemos profundamente su disposición y su generosidad al afrontar esta nueva etapa en su vida profesional.
Vaya, finalmente, con estas líneas de recuerdo a Eduardo Torrico, el abrazo para Isabel, su mujer, y para sus hijos, que vivieron de cerca ese mes y pico de esperanza en una recuperación que, finalmente, no pudo ser. Nos unimos a ellos en el dolor y el afecto. ¶