Duelo y consuelo en Pittsburgh

BRAHMS: Sinfonía n.4; MACMILLAN: Larghetto for orchestra / Pittsburgh Symphony Orchestra. Dir.: Manfred Honeck / Reference Recordings
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Desde que el Adagio de Samuel Barber y el Adagietto de Gustav Mahler se convirtieron en las obras estándar para expresar el duelo y el consuelo público, el primero en la década de 1940 y el segundo en la de 1970, la búsqueda ha continuado para hallar una oferta orquestal alternativa de contemplación sombría pero esperanzadora.
Cuando la Sinfónica de Pittsburgh encargó una obra a James MacMIllan para conmemorar el décimo aniversario en el cargo de su director musical, el austriaco Manfred Honeck, los pensamientos del compositor escocés se dirigieron hacia la fe católica compartida por ambos. El Larghetto, basado en la adaptación coral de MacMillan del Salmo 51, parte de un estilo Miserere para desembocar en algo mucho más alentador, una suerte de optimismo orgánico que trasciende los problemas presentes y mira a la eternidad luminosa. Yo incluiría sin dudarlo esta pieza en cualquier concierto conmemorativo de la era Covid. Se trata de la obra de un buen compositor que además se halla en su mejor momento.
La interpretación de la Cuarta de Brahms viene acompañada de unas notas de Honeck sorprendentemente instructivas, ya que explican con detalle sus decisiones interpretativas sobre los tempi y el equilibrio general del sonido. En los pasajes legato, por ejemplo, el antiguo violinista de la Filarmónica de Viena altera su práctica habitual de hacer que las cuerdas arqueen juntas en favor de movimientos de arco más rápidos, lo que produce un sonido de múltiples capas que se antoja más en consonancia con las ricas texturas de la música de Brahms.
Su enfoque de la sinfonía es decididamente menos ostentoso de lo que suele ser usual, y más satisfactorio por ello. A diferencia de otras batutas más ruidosas, Honeck permite que la sinfonía evolucione de abajo arriba, muy a la manera de la Novena de Beethoven, de la que Brahms estaba tan imbuido emocionalmente. Las conexiones entre ambas obras son inevitables a lo largo de esta reveladora interpretación.
Después de dos años sin escuchar a Brahms en directo, esta interpretación me parece reparadora en todos los sentidos, con un toque Carlos Kleiber en sus puntos de inflexión. Y no hay duda de que la ciudad del acero de Pittsburgh posee una orquesta sinfónica a la altura de las mejores de América.