DRESDE / Rusalka accede a la luz
Dresde. Semperoper. 14-VI-2022. Dvorák: Rusalka. Olesya Golovneva, Pavel Cernoch, Jolana Fogasová, Elena Guseva, Alexandros Stavrakis, Ofeliya Pogosyan, Sandra Maxheimer, Constance Heller, Sebastian Wartig, Simeon Esper. Sächsische Staatskapelle Dresden. Director musical: Christoph Gedschold . Director de escena: Christof Loy.
Todavía está viva en el recuerdo la decepción que supuso la puesta en escena prostibularia de Stefan Herheim de Rusalka en 2010; doce años después, la Semperoper ha ofrecido una nueva lectura de la obra maestra de Dvorák firmada por Christof Loy, que viene de Madrid y ha sido coproducida por los teatros de ópera de Bolonia, Barcelona y Valencia. El regista alemán también cuenta una historia diferente en su debut en la Semperoper. En su caso, la acción tiene lugar en un destartalado teatro dirigido por el duende de las aguas Vodník, en el que la bruja Jezibaba ejerce de taquillera y las tres ninfas, como bailarinas con tutú, elaboran sin cesar figuras de ballet clásico. La escenografía de Johannes Leiacker muestra el vestíbulo de un teatro rococó en un gris monocromo y apagado, donde sólo la araña de cristal sigue dando testimonio del antiguo esplendor. Mientras tanto, la naturaleza ha invadido el espacio en forma de masas de agua que se han convertido en piedra. El vestuario diseñado por Ursula Renzenbrink va desde la simple ropa de diario hasta atractivas y fantasiosas creaciones.
Debido a una lesión en el pie, Rusalka se ve obligada a caminar con muletas. Ella quiere poder bailar como sus hermanas, pero también anhela amar a un hombre y vivir con él. Para curarla, la bruja le prepara una pócima en la taza de café, pero al mismo tiempo la maldice, al igual que su padre, el duende del agua, la maldice a ella. Rusalka ahora puede bailar como sus hermanas y se convierte en el Cisne Blanco del ballet. Se encuentra, cómo no, con el príncipe, que la lleva en brazos como Albrecht lleva a su Giselle.
En el segundo acto, en el que tiene lugar la boda del príncipe con Rusalka, el director de escena y su coreógrafo Klevis Elmazaj despliegan una salvaje orgía erótica a ritmo de polonesa, con invitados semidesnudos revolcándose por el suelo y copulando con la libido desbocada. Vestida con un sofisticado traje de seda negra, la princesa extranjera aprovecha a su favor las dudas del príncipe sobre la capacidad de amar de Rusalka y lo seduce. En el tercer acto, los sentimientos de los personajes parecen congelados. Las ninfas visten prendas invernales y se rebelan, al cabo de sus fuerzas, contra los acontecimientos. Finalmente, el encuentro último de Rusalka con el príncipe aporta la escena más conmovedora de la representación. Después del beso entre ambos, él muere redimido, mientras ella sale de la habitación y accede a la luz.
En el papel protagonista, la soprano Olesya Golovneva ha constituido un hallazgo, aunque tal vez su juvenil y dramática voz se encuentre ya más cerca de una Lisa y carezca de la delicadeza lírica que el papel demanda. Sin embargo, su desarmante facilidad para llegar al registro agudo, el soberano dominio de los pasajes dramáticos y, por último, pero no menos importante, la gran prestación actoral, singularizaron enormemente su interpretación. La celebérrima Canción a la luna estuvo impregnada de tierna melancolía, la dramática escena con el Duende de las aguas en el segundo acto estuvo marcada por una gran tensión, y supo despertar la emoción del público en momentos como He perdido mi juventud del tercer acto, en el que recuerda las mágicas noches de verano sobre los delicados nenúfares. El dúo final con el Príncipe resultó sobrecogedor por su emocionante dramatismo, pero también por su dominio casi milagroso de las notas más agudas. Junto a ella, el tenor Pavel Cernoch cumplió como un apuesto príncipe de atractiva apariencia y juventud, con un timbre de voz muy viril en el registro medio y radiantes notas altas. En su aria Wundersames Traumbild (Maravillosa imagen de ensueño) del primer acto, también fue capaz de alcanzar elevadas cotas de lirismo, y en el dúo final dominó admirablemente la delicada tesitura.
La mezzosoprano Christa Mayer fue sustituida a última hora en el papel de Jezibaba por Jolana Fogasová, quien, tras un comienzo discreto, aportó interesantes colores y matices a su dramático papel. Elena Guseva como la Princesa extranjera exhibió una voz firme y un sonido estridente en el registro agudo, que es intrínseco a este papel. El Vodník del bajo Alexandros Stavrakis resultó magnífico, regulando su emisión, desde lo profundo a lo más suave, con una rica paleta expresiva. El trío de ninfas (Ofeliya Pogosyan/Sandra Maxheimer/Constance Heller) resultó maravillosamente homogéneo desde el punto de vista vocal, destacando la primera en su página solista del tercer acto (Dorado es mi pelo) con una conmovedora interpretación. Completaron el reparto Sebastian Wartig como Guardabosques, Nicole Jäger como Cocinera y Simeon Esper como Cazador. Todos ellos brindaron sólidas actuaciones.
Christoph Gedschold dirigió a la Sächsische Staatskapelle Dresden, de la que extrajo sonoridades genuinamente románticas, encendiendo el festivo fulgor de los vientos en la polonesa y acariciando un melancólico lirismo en los momentos más íntimos. El público (que, por desgracia, no llenaba el aforo) aplaudió con entusiasmo a los intérpretes.
Bernd Hoppe