DRESDE / La Semperoper recupera ‘La sonnambula‘ en montaje de Rolando Villazón

Dresde. Semperoper. 23.IV.2023. Bellini: La sonnambula. Emily Pogorelc, Maxim Mironov, Georg Zeppenfeld, Rosalia Cid. Coro de la Ópera de Dresde. Staatskappelle Dresde. Director musical: Evelino Pidò. Director de escena: Rolando Villazón
La popular Norma, de Vincenzo Bellini, se estrenó en la Semperoper de Dresde en fecha tan tardía como octubre de 2021, mientras que la última vez que se había representado en este teatro su melodramma La sonnambula fue hace… 130 años. Estos días, el público de Dresde está pudiendo disfrutar de un nuevo montaje (coproducción con París, Nueva York y Niza) firmado por Rolando Villazón, quien propone una lectura muy personal e idiosincrásica de la obra. En su versión, Amina es una joven muy vital y segura de sí misma, lo que contrasta de forma un tanto extraña con la melancólica y elegíaca música que el compositor siciliano asignó al personaje. El tenor y director de escena mexicano la hace saltar, brincar, girar alegremente en círculos y jugar exuberantemente con los niños del pueblo. En el final de la obra, se muestra emancipada y abandona a Elvino, escapando de su encierro por la escalera y reuniéndose con su doble, que la ha acompañado en actitud de danza durante toda la representación. Se trata de un lieto fine en interpretación muy actual, pero que contradice completamente las intenciones del compositor, que dio a la pareja de enamorados acentos de felicidad compartida.
La escenografía de Johannes Leiacker divide el escenario verticalmente en dos mitades: en la parte inferior se ve una habitación cerrada con varias puertas y mesas estrechas, mientras que la superior muestra un paisaje alpino con glaciares cubiertos de nieve. La única forma de escapar del mundo inferior es por una escalera, símbolo de la estrecha y claustrofóbica situación en la que vive Amina. En el segundo acto, la escena adquiere un aire surrealista: una cama en la habitación y otra colgando en el aire, gente durmiendo en el suelo entre flores violetas esparcidas, una de las puertas inclinada en ángulo y estigmatizada con una cruz negra… El director de escena no extrae ningún efecto dramático de la escena de sonambulismo de Amina, que se limita a descender por un segmento de roca inclinado, sobre el que, curiosamente, también hace equilibrios Elvino.
Desde el punto de vista musical, la representación fue una fiesta, magníficamente conducida por Evelino Pidò al frente de la Staatskapelle Dresden, quien supo encontrar el equilibrio óptimo entre el melos cantabile, los valores elegíacos y el preciosismo orquestal. El coro de la Ópera Estatal de Sajonia, vestido por Brigitte Reiffenstuel con austeros trajes gris oscuro de estilo rural, cantó con compromiso y musicalidad.
En el papel titular pudimos escuchar a la estadounidense Emily Pogorelc, una soprano de voz flexible, aunque con un timbre más bien anónimo. Su brillantez en el dominio de los tremendamente difíciles solos de Bellini es indiscutible, culminando en el final con la melancólica cavatina “¡Ah! non credea mirarti” y la virtuosa cabaletta “¡Ah! non giunge” (a pesar de unas notas agudas más bien estridentes). La cantante tuvo en Maxim MIronov un brillante compañero como Elvino. El tenor ruso cantaba por vez primera un papel belliniano, y superó el examen con nota. Su timbre seductor, de color muy masculino, así como la arrebatada energía hicieron memorable su interpretación. Especialmente brillante resultó el maravilloso colorido que extrajo de su aria en el segundo acto, “Ah! perchè non posso odiarti”, deslumbrando en los dúos con Amina, ambos coronados con agudos espectaculares. El bajo Georg Zeppenfeld fue un Rodolfo de primera, cantando su parte con gran autoridad, pese a ciertas asperezas en la emisión. En su dúo con Elvino, “Signor Conte”, también destacó por su resuelta determinación. La segunda soprano de la ópera, Lisa, fue defendida por la española Rosalía Cid, que deleitó con una voz redonda y dulce en su animada aria “Tutto è gioia”, y brilló en las acrobacias y coloraturas de “De’ lieti auguri” en el segundo acto. La representación, desgraciadamente con escasa asistencia de público, aunque calurosamente aplaudida por los asistentes, puede considerarse una encomiable recuperación de la obra maestra de Bellini en la Semperoper.
Bernd Hoppe