DORDOÑA / Cuando no pasa el tiempo

Cercles. Église Abbatiale Saint-Cybard. 25-VII-2019. Klaus Mertens, barítono. Ton Koopman, clave y órgano. Obras de J.S. Bach, C.P.E. Bach, Stötzel, Haendel y Mozart.
Empezó como hace dos decenios, casi como una chaladura. Ton Koopman se acababa de comprar una casa en Dordoña para pasar los veranos y se le ocurrió, como prueba de gratitud por la cálida acogida que le habían dispensado los lugareños, organizar un festival que fuera distinto a todos los demás festivales de música barroca que se hacían en Europa. Así surgió el Itinéraire Baroque, que acaba de cumplir su XVIII edición. El festival se condensa en cuatro días, con un formato insólito: el primer concierto tiene lugar el jueves por la noche. Al día siguiente, hay un concierto matinal, otro vespertino y otro nocturno, todos ellos en la misma iglesia donde se ha celebrado el inaugural. El sábado, a primera hora de la mañana, hay un concierto de apertura, tras el cual el público que ha asistido a él se distribuye en cinco grupos, que van girando para escuchar otros cinco conciertos en diferentes espacios (de ahí, lo de “itinerante”), de tal forma que los músicos tocan cinco veces el mismo concierto sin cambiar de sitio. Y el domingo, por la tarde, tiene lugar el concierto de clausura, en el cual Koopman se pone al frente de su orquesta, la Amsterdam Baroque orquesta. Los conciertos se celebran en iglesias románicas (no repite ninguna, salvo la abacial de Saint-Cybard de Cercles, localidad convertida en el centro neurálgico del festival) y en diversos châteaux de los cientos que hay Dordoña.
Fue precisamente Koopman (74 años) quien protagonizó, al clave y al órgano de cámara, el concierto inaugural, junto a un colaborador suyo de los de toda la vida: Klaus Mertens (70). Exactamente, acaban de cumplir 40 años de colaboración, que se dice pronto. La presencia de Koopman y Mertens era una especie de homenaje a aquella segunda generación del historicismo, que cambió radicalmente la forma de concebir y de percibir la música llamada antigua. Pero más allá del terreno de la nostalgia, el recital sirvió para evidenciar que ambos se hallan todavía en perfecto estado de forma. Impresiona la salud de la voz de Mertens, por la que parece no pasar el tiempo. La actividad del barítono de Cléveris, tanto en salas de conciertos como en grabaciones, sigue siendo tan intensa como lo ha sido siempre. Y su buen gusto catando se mantiene también inalterable.
Hicieron un programa no muy diferente al de su último registro discográfico, Willst Du Dein Herz Mir Schenken, aparecido hace apenas un mes, en el cual también participaba Tini Mathot, esposa y colaboradora de Koopman, quien no pudo finalmente actuar este año en el Itinéraire Baroque por culpa de una enfermedad. El programa contenía obras de los Bach (Johann Sebastian y Carl Philipp Emanuel), así como de Gottfried Heinrich Stötzel, extraídas del Cuaderno de Anna Magdalena Bach. Pero también se incluyeron la cantata haendeliana Della guerra amorosa y varias piezas de Wolfgang Amadé —como se encargó de recalcar Mertens— Mozart: el Andante en Fa mayor KV 616 y los lieder Die Zufriedenheit, Im Frühlingsanfang y Das Veilchen. Fue un emotivo (y brillante) pistoletazo de salida para lo que vendría en los días posteriores.