Domingo Miras, entre la música de Valle-Inclán y el imaginario de Galdós

Decíamos ayer que la escritura de Valle-Inclán para la narrativa y el teatro poseían una musicalidad superior a cualquier otra. (¿O lo escribí con menos énfasis?) ¿Quién estaría en el lado opuesto, pero con un nivel de exigencia igual, incluso superior? Don Benito Pérez Galdós, desde luego. Hay que insistir en que Valle nunca tachó a don Benito de “garbancero”, lo hizo uno de sus personajes, Dorio de Gádex, que realmente existió y que se pretendió hijo del propio don Ramón. Dorio murió poco después de la segunda y definitiva edición de Luces de bohemia de manera muy semejante, en miseria y olvido, a la de Alejandro Sawa, el que se supone modelo para el Max Estrella de Luces de bohemia. Dorio nos hace recordar aquello que Borges atribuye, lapidario, al poeta menor: “La meta es el olvido / Yo he llegado antes”. En el Dorio de Valle se cruzan el pretendido hombre de leras y el personaje de la picaresca. No culpemos a don Ramón de esa ocurrencia que le atribuye a Dorio, porque Valle respetaba a don Benito, que ya tenía demasiados enemigos en la carcundia, y a esa tendencia no pertenecía Valle, que era simplemente un carlista a la antigua (nada que ver con el izquierdista que se nos pintaba todavía hace unos años).
Acaba de morir Domingo Miras (Campos de Criptana, 5 de enero de 1934 – Madrid, 21 de enero de 2022), uno de los escritores que me parecen más admirables de nuestro siglo XX. No exagero “ni me ciega la pasión” (permítanme que me ponga coplero, lo mismo que Domingo adoptó pose folk cuando le convenía a sus tramas). Es uno de esos dramaturgos que poseen un mundo propio de un nivel elevado y una vocación épica y popular; y no hace falta que maticemos aquí eso de popular, porque al menos se entiende a qué no me refiero.
Domingo era dramaturgo, con obras ricas, amplias, a menudo con muchos personajes, piezas de espléndido vocabulario alrededor de situaciones de la historia, de la leyenda o de la fantasía en el cruce de ambas. Veo en su obra una unión y reunión de Valle y Galdós, y por eso los traje a cuento. Sin duda le influyeron, pero no es eso lo importante. Lo que importa es que la obra de Domingo Miras se sitúa en esa secuencia. Domingo nace justo dos años antes de que muera Valle (que falleció el 5 de enero, 1936), y catorce años después de fallecer Galdós. Es como si fuera obligatorio para un dramaturgo nacido en tales coordenadas el suceder a Valle y a Galdós.
Hay un libro inencontrable de Virtudes Serrano, El teatro de Domingo Miras, de comienzos de la década de 1990. A ese libro habría que remitirse, si fuera accesible, porque para entonces Miras había escrito la mayor parte de sus grandes obras. Al menos, podemos descargar a la amplia entrevista que la propia Virtudes Serrano le hizo a Miras en 2001.
Esta entrevista es de un valor extraordinario, y nos evita entrar en la obra del autor de De San Pascual a San Gil, La venta del ahorcado, La Saturna, Las alumbradas de la Encarnación Benita, Las brujas de Barahona, El doctor Torralba…; un autor que obtuvo el premio Lope de Vega en 1975 por la primera citada, y el Premio Nacional de literatura dramática en 2000; y sus premios no se limitan a estos dos. Virtudes Serrano le dedicó un amplio estudio en la revista digital Las puertas del drama, de AAT; además de su interés como estudio, contiene material gráfico de puestas en escena y libros de Domingo Miras.
Se puede acceder a otros documentos en la red, como el programa de mano del estreno de La monja alférez con solo teclear La monja Alférez, Centro dramático nacional.
La monja alférez es una obra brillante, y no es de lo mejor de Domingo. La estrenó el Centro Dramático Nacional en 2013, con muy bella dirección de Juan Carlos Rubio y protagonismo de Carmen Conesa, y en esta página le dedicamos atención entonces.
No era de lo mejor de Domingo, de manera que podía ser aceptable para el CDN. No ha sido habitual que un director del CDN potencie lo mejor de un dramaturgo; si hay que hacer una concesión, que sea con una obra menor, aunque se trate de un autor como Domingo Miras, que no tiene obras menores, pero siempre se puede rebuscar. El caso es no montar El doctor Torralba, pongamos por caso. Hace bastantes años unos cuantos autores teatrales nos reunimos en la sala Manuel de Falla de la SGAE e hicimos un semimontado de El doctor Torralba. Todo un homenaje a Domingo Miras, toda una muestra de respeto y algo más. Pese a la torpeza de muchos de nosotros en tanto que actores (y sálvese quien pueda).
Desde hace tiempo se hacía un elogio de Domingo Miras que en rigor sirvió para no tener muy en cuenta su obra en los escenarios (o no tenerla en absoluto): “Domingo es un clásico” (a ello se refiere Virtudes en el estudio citado). Y si eres un clásico tienes que dejar sitio a los demás: ese era el mensaje subliminal del supuesto elogio. Quedan sus obras. Hace años en la AAT (Asociación de autores de teatro, entonces) publicamos dos volúmenes de sus Obras escogidas, con estudios y artículos que situaban cada obra. Entre otros, contribuyó Virtudes Serrano, claro está. Esos dos volúmenes son una joya. Creo que la edición no está agotada aún, pero le debe de quedar poco. Encierran la música de Miras, la música de su teatro.
Y ahora, un abrazo, querido Domingo. Sea como sea que se den los abrazos en situaciones así.
Santiago Martín Bermúdez