Dmytro Choni: “El Concurso de Santander me cambió la vida”

Si tuviéramos hoy que nombrar a un pianista todoterreno, solvente, y capaz de emocionar a cualquiera que lo escuche, ese sería Dmytro Choni. Saltó a la fama en 2018, cuando ganó una de las ediciones más reñidas del Concurso Internacional de Piano Paloma O’Shea. Desde entonces, se ha convertido en un asiduo en las grandes salas de concierto. Habla con sinceridad, sabiendo lo complejo que es en la actualidad consolidarse en el panorama musical. Y mientras construye una carrera que se augura exitosa, su única meta es seguir disfrutando del piano de la misma forma que lo lleva haciendo en estos veinte años de estudio. El próximo 16 de febrero, el pianista ucraniano abrirá el Ciclo de Jóvenes Intérpretes de la Fundación Scherzo en la Sala de Cámara del Auditorio Nacional.
La primera vez que lo entrevisté, acababa de ganar el Concurso de Santander Paloma O’Shea y se preparaba para afrontar todo lo que eso conlleva: conciertos, giras, grabaciones de discos… ¿Cómo está el Dmytro Choni de 2022 frente al de 2018?
Supongo que algo habré madurado. El Concurso de Santander me cambió la vida. Me dio la oportunidad de hacer muchos conciertos y aprender a lidiar con el escenario. Cuando empiezas, cada concierto es un mundo y exige una preparación infinita. De repente, tu agenda se llena de recitales con repertorios variados y tienes que aprender a trabajar con eficacia, aplicando los mismos criterios de calidad, pero sin todo el tiempo que tenías antes. Es una forma de madurar como instrumentista. A veces puede ser difícil y desesperante, pero, a la larga, consigues comprender mejor cómo funcionas, qué necesitas en cada momento. ¡Estoy cumpliendo el sueño de mi vida, soy pianista profesional! ¡Qué más puedo pedir! Y de repente, vino el coronavirus. Por suerte, pude seguir tocando en España, algo que agradezco de corazón, pues muchos de mis compañeros estuvieron más de un año sin poder ofrecer ni un solo concierto.
En esa entrevista afirmó que, tras el de Santander, los concursos habían terminado para usted. Sin embargo, hace unos meses era premiado en otra de las grandes competiciones musicales: la Leeds Piano Competition. ¿Cambió de opinión?
La vida real dista mucho de las expectativas que tengas y, como cualquier pianista joven, sigo buscando nuevas oportunidades. En dos o tres años no podré presentarme a ninguna competición más, y no me quiero arrepentir de algo que nunca hice. Por eso sigo estudiando y presentándome a competiciones que puedan ser un marco de exposición y que, a su vez, me ayuden a seguir desarrollándome como intérprete. Al fin y al cabo, la naturaleza del pianista es el escenario, y como todo en esta vida, cuanto más lo hagas, mejor te saldrá.
Aun así, no todos los pianistas tienen el carácter y la mentalidad para enfrentarse al estrés que supone una competición…
Para presentarte a los grandes concursos internacionales debes poseer un carácter determinado. El nivel de estrés, las horas de estudio, las pausas eternas hasta que llega tu turno y la ansiedad que produce saber si has pasado de fase y si tu esfuerzo valió la pena son aspectos con los que tienes que aprender a lidiar. La digitalización ha empeorado mucho más esta situación. Todas las competiciones se transmiten en directo para más tarde vagar por las redes hasta el fin de los tiempos. Cualquier fallo queda registrado y, cuando te subes al escenario, llevas a cuestas la presión social que supone pensar que tus errores serán vistos por miles de personas de todo el mundo. Mi primera competición fue en 2016, en San Marino. Trifonov la había ganado diez años antes y para mí era una experiencia totalmente nueva. La presión fue realmente sobrecogedora, pero poco a poco aprendí a lidiar con ese tipo de estrés para que hoy no me suponga un problema. Ganar un concurso es una cuestión estética. Tú puedes ofrecer la mejor versión de ti, pero si el criterio estético del jurado va por otro lado, da igual lo que hagas. Aunque… si no lo intentas, jamás lo sabrás.
Los concursos también le habrán otorgado la madurez para determinar qué tipo de pianista quiere ser en un futuro. ¿En qué etapa artística se encuentra actualmente?
Puedo decir que ya sé cuáles son mis puntos fuertes y cuáles no y, actualmente, estoy abierto a las diferentes experiencias que puedan venir. Quiero tocar más música de cámara. Los últimos cinco años de mi vida se han centrado en repertorio a solo y con orquesta, y creo que es el momento de desarrollar una escucha diferente, más introspectiva. Al fin y al cabo, hacer música consiste en generar una escucha común con violinistas, cantantes, orquestas sinfónicas… Como pianista, trabajar con instrumentos como la voz o el violín me redescubre otra forma de entender el legato, un sonido al que aspiro y del que aprendo.
En el Ciclo de Jóvenes Intérpretes, presenta un programa muy variado, que va desde el Romanticismo alemán hasta la música contemporánea de Thomas Adès…
Es un programa centrado en la música del siglo XX a excepción de Schumann —como representante del siglo XIX— y Thomas Adès —como exponente del XXI—. Son piezas que, pese a ser compuestas en periodos de vanguardia, poseen un espíritu romántico exacerbado —incluso los Estudios de Ligeti tienen aires de Sturm und Drang—. El recital está articulado con una primera parte más poética —casi programática— con momentos de lirismo que se contrarrestan con otros de impulso y pasión. Schumann y Scriabin derrochan un continuo chiaroscuro, Ligeti y Debussy, colorismo e introspección. La segunda parte refleja el contraste que supuso el siglo XX, en ocasiones cargado de brutalidad, y en otros lleno de ternura y entusiasmo con Prokofiev y Ginastera.
Lo interesante de interpretar piezas de compositores vivos como Thomas Adès es el coloquio y el acercamiento a la obra que podemos realzar directamente con sus autores. En su experiencia, ¿cómo ha sido el trato a la hora de interpretar música de compositores contemporáneos?
Hay compositores que piensan que, una vez concluida la partitura, esta ya no les pertenece y su resultado sonoro es labor del intérprete. Otros, sin embargo, son estrictos con lo que está escrito y buscan que comprendas perfectamente aquello que querían mostrar. Más allá de todo esto, el intérprete debe descubrir la forma de acercarse a una partitura que desconoce con una sensibilidad propia, que muestre su forma de ver el mundo tal y como es. Aun así, la música clásica es infinita porque no existe una sola interpretación de una pieza. La salud del género reside en la variedad interpretativa. Si hubiera indicaciones estrictas de cómo se debe tocar todas y cada una de las piezas que existen, la labor del intérprete no tendría sentido.
Vivimos en una expansión artística que ha democratizado el acceso a las artes de forma positiva, haciendo que cada vez más jóvenes sientan curiosidad por tocar un instrumento. ¿Cree que hay demasiados pianistas?
Igual es osado responder que sí, pero no hay otra respuesta. Dicho de otra forma, hay muchos pianistas para la escasa oferta de conciertos que existe. ¡Y todos queremos disfrutar de nuestra oportunidad! La competitividad se ha convertido en la norma de una industria que parece haber olvidado la importancia de lo espontáneo, de lo auténtico. Hay pianistas excepcionales que jamás tendrán su momento de gloria, y esto es frustrante. Esta competitividad está asesinando la música hecha al momento. Hoy día, intérpretes como Emil Gilels o Vladimir Sofronitsky no tendrían cabida en una industria que premia la perfección, olvidándose lo importante que es y fue comunicar verdad y honestidad. ¡Qué más dan unas cuantas notas fallidas si el mensaje que estamos comunicando es sincero, es auténtico! Buscar la perfección en cualquier disciplina artística tiene que ser siempre un fin en potencia, pero sin obviar que no habría música más perfecta que aquella que hagas de corazón.
¿Acaso hemos olvidado que, en palabras de Stravinsky, “la música es el arte del tiempo”?
La grabación acabó con lo efímero de la música. Antes, escuchar un concierto era algo único e irrepetible. Hoy, en cambio, el concierto está publicado en redes sociales segundos después de finalizar y la gente puede opinar sin haber disfrutado del momento concreto que supuso ese concierto en particular. Es curioso cómo seguimos admirando a los grandes genios del pasado, pero penalizamos a cualquier pianista actual que falle en una escala. Qué injustos nos hemos vuelto, ¿no?
Nacho Castellanos
(Foto: Anna Logachova)
Dmytro choni participará en el CICLO DE JÓVENES INTÉRPRETES de la Fundación Scherzo el 16 de febrero de 2022, con un recital con obras de Debussy, Ligeti, Schumann, Scriabin, Prokofiev, Adès y Ginasterra en la Sala de Cámara del Auditorio Nacional de Música de Madrid.
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