Dear Mademoiselle (un tributo a Nadia Boulanger)
Una profesora parisina de piano y solfeo sin pretensiones recibió un inesperado empujón en su carrera cuando el victorioso general Pershing abrió en 1921 una escuela de música francesa para americanos en Fontainebleau, cerca de París. Nadia Boulanger solicitó una vacante y fue nombrada profesora de armonía. En poco tiempo se convirtió en la profesora de referencia para los americanos en París, una comunidad muy numerosa en los años veinte, cuando la vida era barata y el romance abundante. El tímido e inseguro Aaron Copland se inscribió para el primer semestre. George Gershwin solicitó a Boulanger clases particulares. En 1924, la pianista y pedagoga partió a los Estados Unidos para ampliar sus posibilidades profesionales, dirigiendo la Primera sinfonía de Copland dondequiera que pudiese.
Aún más relevante fue la amistad que forjó con Igor Stravinsky, una relación a partir de la cual el exiliado ruso enviaba alumnos a la francesa para que les diese clases en su casa familiar de la rue Ballu, mientras que ella dirigía y promocionaba en Francia las obras neoclásicas del compositor.
Boulanger faltó a menudo a las clases, aquejada de frecuentes migrañas y dolores de muelas, o simplemente a causa de la melancolía que le produjo la temprana muerte en 1918 de su hermana Lili, malograda cuando apenas iniciaba una deslumbrante carrera como compositora. Nadia, que también componía, se sentía intimidada por la reputación de Lili.
Copland dijo: ‘Nadia Boulanger sabía todo lo que había que saber sobre música’. Otros estudiantes americanos que fueron pasando por las manos de Nadia fueron Elliott Carter, Leonard Bernstein, Philip Glass, Murray Perahia y el hiperactivo compositor de Hollywood Quincy Jones. Sin olvidar a un par de brillantes argentinos -Astor Piazzola y Daniel Barenboim- y el estupendo chansonnier y compositor de cine francés, Michel Legrand.
Nadia murió en 1979. El presente álbum conceptual reúne una serie de obras firmadas por diversos estudiantes famosos de Boulanger interpretadas, a veces de forma un tanto tímida, por la violonchelista Astrig Siranossian y el pianista Nathanael Gouin, a las que se suman tres piezas de la propia Nadia Boulanger interpretadas por Siranossian con Daniel Barenboim al piano. Se trata de curiosidades, nada más. Mademoiselle no era una gran compositora, estaba demasiado preocupada por la corrección formal como para que su imaginación volase con libertad.
Las piezas más atractivas del álbum son el Grand Tango de Piazzolla, la Sonata para violonchelo de Elliott Carter y un popurrí de Monsieur Legrand que nos hará silbar en nuestro camino a casa junto a una Bossa Nova de Mister Jones. Todo es pura diversión, pero ¿por qué nada de Copland?