De paradigmas y nombramientos
Los últimos días nos han traído noticias que abundan en el cada vez más vertiginoso cambio de paradigma en el mundo de la música clásica o, mejor, en el negocio —en lo que queda de él— de la música clásica. Así, la compra por parte del opulento Conservatorio de Música de San Francisco de una de las agencias más prestigiosas y con mejor ‘cuadra’ del mundo: la londinense Askonas Holt. El SFCM era ya propietario de otra agencia —la neoyorquina Opus3— y de la casa discográfica holandesa Pentatone. La relación entre educación, representación y grabación —todas partiendo de una indudable excelencia— queda, pues, aquí, en una sola mano que deberá sortear la crisis del propio mercado para que el hilo no se convierta en un nudo difícil de desatar. Ya sabemos que a mayor concentración —parece claro que, aunque hoy lo descarten, ambas agencias acabarán por unirse y ‘optimizar” costes—, menos independencia para los programadores y, por ende, menos libertad para elegir para un público minusvalorado de ordinario por esta clase de maniobras.
Por su parte, el director gerente de la Ópera de Viena, Bogdan Roscic, ha anunciado que, a partir de 2025, la ilustre casa no tendrá ya un director musical titular. Su declaración ha coincidido con la renuncia a renovar su contrato por parte de Philippe Jordan, harto de tener que lidiar con puestas en escena de dudosa eficacia y que debió salir escaldadísimo del último Tristan. Naturalmente, la explicación de Roscic consiste en que la Filarmónica, que ocupa el foso en la Ópera del Estado, no tiene ni quiere tener director titular —asamblearismo ilustrado se llamaría la figura—. La realidad es que será él, como ejecutivo, no como músico, quien decidirá sus invitados, con lo que en el binomio escena-foso ya sabemos quién saldrá perdiendo.
Quien sí tiene nuevo director titular es la Orquesta del Capitole de Toulouse. Se trata de Tarmo Peltokoski, finlandés de 22 años, que es ya director musical de la Orquesta Sinfónica Nacional de Letonia y principal invitado de la Filarmónica de Róterdam. Lo llamativo, naturalmente, es la edad. Se supone que, a partir de aquí, se tratará de una apuesta de amplísimo recorrido para una orquesta acostumbrada a tener titulares de larga duración como Michel Plasson o Tughan Sokhiev. En cualquier caso, marea un poco pensar que haya alguien de esa edad dispuesto a enfrentarse a un repertorio del que seguramente tendrá todavía muchas cosas que aprender. El fenómeno Mäkelä tiene ya sus consecuencias comerciales, ya veremos si artísticas.
Y hablando de titularidades, el nombre de Alondra de la Parra no deja de sobrevolar la vida cotidiana de la Orquesta Nacional de España. A la hora de cerrar este número de Scherzo, el rumor constituido en portavoz de la formación informa de que la contratación de la maestra estadounidense-mexicana es prácticamente un hecho. Ya hemos manifestado nuestra opinión al respecto en el editorial del mes de noviembre de 2022. A esa opinión debiéramos añadir que es del dominio público la mecánica —no precisamente celeste— que ha movido las palancas en esta historia que puede acabar mal para el Ministerio de Cultura, para la Orquesta y hasta para la propia directora. Una historia en la que entra desde el legítimo derecho de las agencias a obtener lo máximo posible para sus representados —eso sí, obviando sus limitaciones, pues, como en el Conservatorio de San Francisco, el negocio es el negocio— hasta un ministerio paralizado ante el poder mucho mayor de aquel otro que quiere imponer a De la Parra. Ambos creyendo que les cubre una política de género, que nada tiene que ver con las cualidades de la presunta candidata, cosa que aquí hemos explicado igualmente.
Si no fuera un interés tan desmesurado como poco razonable lo que mueve este episodio, alguien debiera haber reparado a estas alturas en una posible vía de puesta en razón. Se trataría, simplemente, de prolongar por dos años más el contrato de David Afkham y proceder a un proceso de selección del nuevo titular de la Orquesta Nacional, que podría serlo antes del fin del mandato del actual y aparecer en sus programas como director titular designado. Un proceso que puede y debe ser claro y transparente —no hace falta apelar a ningún código de buenas prácticas sino simplemente al sentido común— en el que participaran los músicos a través del comité artístico de la orquesta, la gerencia y el propio Afkham y en el que no hubiera intervención alguna de instancias ajenas al Ministerio de Cultura.
Y, para terminar, una pregunta: ¿se le ha pedido opinión al respecto, tal y como señala su reglamento, al Consejo Estatal de las Artes Escénicas y de la Música? ¶
[Foto de David Afkham: Gisela Schenker]
(Editorial publicado en el nº 391 de SCHERZO, de enero de 2023)