DAROCA / De Sevilla a Daroca pasando por Bach
Daroca. Basílica Colegiata de Santa María. 8-VIII-2022. Orquesta Barroca de Sevilla. Director: Alfonso Sebastián. Obras de J.S. Bach.
Al fin, tras varios intentos infructuosos por diversos motivos, acudió la Orquesta Barroca de Sevilla al Festival Internacional de Música Antigua de Daroca, donde hace ya más de cuarenta años se formó como alumno su fundador y gestor, el violonista Ventura Rico. Y lo ha hecho con el programa que más réditos artísticos y de crítica le está rindiendo últimamente, integrado por una selección de Oberturas y Conciertos de Brandemburgo de Johann Sebastian Bach, bajo la dirección desde el clave de Alfonso Sebastián.
Que el conjunto sevillano lleva años instalado en un altísimo nivel de excelencia equiparable al de muchos afamados conjuntos europeos es algo bien sabido de quien lo sigue con asiduidad tanto como de quien lo escucha por primera vez. Y así lo corroboró en esta ocasión tan querida por músicos y organizadores.
La interpretación con un instrumento por parte no debe ser entendida bajo conceptos económicos, sino también estrictamente musicales. En el caso de músicas con tan rico tejido contrapuntístico como las de Bach, esta opción permite apreciar con mayor nitidez y claridad esa riqueza polifónica. No sólo oír, sino ver la música del cantor de Santo Tomás. Así, fue un auténtico placer seguir el decurso de las voces, sus cruces y separaciones, en la sección fugada de la obertura de la segunda suite orquestal. Claro que gracias a una dirección y una interpretación transparente como la que la OBS ofreció en una noche de la mano de un Alfonso Sebastián que desde el inicio entendió este movimiento desde la perspectiva francesa, con esas notas con puntillo y esas apoyaturas enérgicamente subrayadas. Desde ese mismo momento se pudo disfrutar hasta el asombro de un Rafael Ruibérriz en estado de gracia por su sonido cálido, su articulación acentuada y por una agilidad que, combinada con una desbordante fantasía ornamental, llegó al paroxismo en una Badinerie en la que es imposible meter una nota más.
La exuberancia fraseológica de la BWV 1067 se tornó sobriedad y atención al discurso sinuoso y cambiante de la apócrifa BWV 1070, casi con seguridad creación de Wilhelm Friedmann Bach. El sonido se volvió aquí denso y oscuro, con un Adagio articulado a base de un anguloso staccato y con silencios bien marcados por Sebastián con espíritu expresivo. A cambio, el Menuetto dejó asomar un fraseo galante. En el Capriccio conclusivo Leo Rossi ofreció una primera muestra de lo que habría de ser una apabullante exhibición de sonido, agilidad y fantasía en el violín.
A pesar de un inesperado desajuste en el ataque inicial del quinto de los Brandenburgo, la obra sirvió de cauce para el festín cocinado por Sebastián, Rossi, Ruibérriz y la OBS. A la famosa cadencia, de una soberbia claridad en la conducción de la polifonía y con sutiles juegos con las dinámicas de Sebastián le secundó el violín seductor y poético de Rossi en el Affetuoso central, con algunos interesantes portamentos seguidos por la flauta de Ruibérriz. Y, como colofón, las flautas de pico de Tamar Lalo y Alberto Rodríguez para el número cuatro de la colección. Si precisas, ágiles y de bello sonido estuvieron las flautas, aquí Rossi se explayó con todo tipo de figuras retóricas, de bariolages y de diabluras técnicas y expresivas, de la mano de un Sebastián que supo toda la velada encontrar el tempo y la articulación más expresiva para cada momento.
Andrés Moreno Mengíbar
(Foto: Federico Mantecón)