Daniil Trifonov: “Es hora de aceptar que no todos los jóvenes van a escuchar música clásica”
Salió sin apenas darse un respiro. Acababa de terminar su concierto con la OCNE y, con fragmentos de Beethoven deambulando por su mirada, se reunió con SCHERZO para esta entrevista. Daniil Trifonov volvía a Madrid de manera imprevista para sustituir a Mitsuko Uchida. Le sorprendía ver la sala con público. Incluso su voz llegaba a quebrarse cuando se refería a la emoción que sentía al escuchar aplaudir. Un gesto tan simple, tan espontáneo, pero que tanto hemos echado de menos.
En su agenda sí que estaba programada su vuelta al Ciclo de Grandes Intérpretes de la Fundación Scherzo el próximo 24 de marzo. El arte de la fuga, ese bastión infranqueable de la historia del teclado, será el protagonista de un recital dedicado a J.S. Bach. Cuando habla de Bach, su voz se vuelve aterciopelada, e incluso llega a sonar solemne. Es un compositor que le ha acompañado desde pequeño. Ahora ha llegado el momento de que esas conversaciones con el genio de Eisenach que durante más de 20 años han permanecido en el estudio, recorran los escenarios de todo el mundo. Trifonov meets Bach, o Bach meets Trifonov. ¡Juzguen ustedes mismos!
¿Cómo siente la experiencia del concierto en este mundo gobernado por las mascarillas y los geles hidroalcohólicos?
Es algo que va cambiando según el destino. A finales de enero, por ejemplo, di un concierto en Alemania sin público. Pero ahora llego a España y puedo tocar con una orquesta sinfónica en un auditorio lleno de gente. Por tanto, las circunstancias son propias de cada país y las medidas que se adoptan varían según a donde vayas. Hay conciertos que se cancelan, otros se pueden hacer en streaming, y luego está la suerte de hacer conciertos con público.
Hace escasos minutos acaba de terminar un concierto con la OCNE en el que ha interpretado el Concierto para piano y orquesta nº 1 de Beethoven. Casualmente, en la última entrevista que concedió a SCHERZO, allá por el año 2017, comentaba que compositores como Beethoven, Bach o Brahms todavía le eran lejanos, no sentía que hubiera llegado el momento de sumergirse en su música. Acaba de interpretar el primer concierto de Beethoven y el próximo 24 de marzo se enfrenta El arte de la fuga de Bach en el Ciclo de Grandes Intérpretes. ¿Qué ha cambiado desde 2017 para que, de repente, encuentre la cercanía o la perspectiva para sumergirse en su música?
Bach es un compositor que te acompaña siempre. Cuando era estudiante en Moscú, recuerdo haberle dedicado horas y horas a su música. De la misma forma que Beethoven es un compositor inevitable en la carrera de cualquier músico. Que no toque a ciertos compositores en público no quiere decir que en el ámbito privado no lo haga. El que sí que es nuevo para mí es Brahms. Recientemente estuve trabajando el Primer concierto para piano que interpreté ya el año pasado en Róterdam y ahora mismo estoy profundizando en su tercera sonata para piano, que me gustaría poder incluir en mi repertorio en los próximos meses. El arte de la fuga es una obra que he estado trabajando en los últimos dos años, cuyo estudio ha sido realmente intenso. Se podría decir que es la primera gran obra en la que realmente desarrollo un estudio íntegro, llegando a pasar días y días sin tocar nada más, reflexionando sobre la partitura. Esto es algo que solo me pasa con Bach. Generalmente, mis oídos y mis manos necesitan recesos cuando estoy estudiando. Cambio de pieza, vuelvo a la que estaba, hago un parón. Con Bach el tiempo no transcurre. Con Bach el tiempo no existe. O igual pasa tan rápido que ni me entero.
¿Qué importancia cobra El Arte de la fuga en 2021?
Creo fervientemente que El arte de la fuga es un ciclo. Hay teóricos que opinan que se compuso más bien como un ejercicio compositivo, que como una obra que interpretar frente a un público. Para mí, es imposible pensar que Bach compusiese una de sus mejores creaciones como un mero ejercicio. Hay secciones de una calidez tan sincera, que cuesta creer que sus propósitos fuesen más didácticos que artísticos. Es de los ciclos más complejos que existen. Pero su estructura roza la perfección —si es que eso existe en nuestro arte—. La forma en que los diferentes contrapuntos van sucediéndose es de una lógica aplastante: las primeras once fugas sí que siguen el orden establecido por Bach y el resto fueron ordenadas por sus hijos tras su muerte.
Su cartera discográfica en los últimos años está basada en el viaje continuo: Destination Rachmaninov: Arrival & Departure, Silver age… ¿Cree que este ciclo de Bach podría unirse a ese viaje musical que comenzó allá por 2018?
Solo le puedo decir que es posible.
Comienza su concierto en Grandes Intérpretes con la transcripción para mano izquierda que Brahms hace de la Ciaccona en Re menor BWV 1004 de Bach. Es curioso que eligiera esta transcripción frente a la de Busoni, más extendida en nuestros tiempos…
Sendas transcripciones son maravillosas, pero Brahms consigue algo que va más allá de la mera transcripción. Brahms toma la partitura original de Bach y, sin perder detalle, la hace sonar al piano tal y como está. Sin añadirle más virtuosismo que el que ya tiene. Pero va más allá del hecho musical, y decide sumergirse en lo fisiológico: utiliza solo la mano izquierda, como si las 88 teclas del piano se transformaran en el mástil de un violín. La distancia entre notas e intervalos es directamente proporcional a la de un violín. Es una transcripción muy compleja, que consigue agotar a la mano izquierda pues todo el peso recae sobre ella. No es una pieza que pueda tocar dos veces seguidas. Brahms incluye esta transcripción dentro de sus Estudios, porque realmente se trata de una hazaña técnica para la mano izquierda.
De la misma forma que Chopin adapta el bel canto al piano, Brahms intenta adaptar el canto del violín al piano…
Sí, pero en este caso la forma que tiene Brahms de acercarse a los intervalos del violín, el camino que decide tomar es muy visual. Si ves a un violinista tocar esta Chacona y después ves a otro tocar la transcripción de Brahms, encuentras infinidad de similitudes en la forma de interpretarla: gestos, movimientos, posiciones… ¡Hay algo que te dice que esta transcripción no es solo música, va más allá!
¿Qué importancia diría que tiene la música de Bach, y más en concreto el Arte de la fuga dentro de la escuela rusa de piano?
Cuando estaba en el conservatorio, teníamos por costumbre aprendernos al menos un preludio y una fuga de Bach cada curso. Era el único compositor que, año sí, año también, debía formar parte de nuestro aprendizaje. Incluso hay muchos pianistas rusos que han dedicado parte de su carrera a la música de Bach: Sergei Babayan, Evgeni Koroliov, Konstantin Lifschitz… Todos ellos han encontrado en Bach un camino a seguir dentro de su madurez musical.
En estos tiempos a menudo el solista apenas tiene uno o dos ensayos con las orquestas antes de los conciertos. Hay intérpretes (por ejemplo su compatriota Sokolov) que consideran que eso es insuficiente para conseguir una interpretación satisfactoria. ¿Cómo ve usted esa situación? ¿Discute antes con el director su visión de la obra para aprovechar al máximo el tiempo de ensayo?
Soy de esos intérpretes a los que les gusta experimentar sobre el escenario, y además tengo la suerte de que, generalmente los directores suelen ser bastante flexibles al respecto. Yo confío en la interacción. Da igual el número de ensayos que se haga, da igual las restricciones que existan. Lo importante es conversar con la orquesta, escuchar a los músicos y que ellos te escuchen a ti. El resto es una circunstancia propia de los tiempos en los que vivimos. Cada concierto tiene su universo, y cada ensayo sus pautas a seguir. Pero confiemos en el diálogo entre músicos. Es lo único que verdaderamente importa.
Supongo que tras estos meses de confinamiento, habrá podido desarrollar algo más su carrera como compositor…
Durante el confinamiento en lo que realmente me involucré fue en las labores y aprendizajes de la paternidad. Estuve aprendiendo repertorio nuevo y algo compuse, pero no le dediqué un tiempo excesivo.
¿Cree que la industria musical está preparada para esa dualidad intérprete-compositor, o precisa de productos concretos e inamovibles?
No es algo en lo que haya pensado. Todavía no tengo suficientes composiciones propias como para grabar un disco. ¿En un futuro? Es posible, pero debo seguir descubriendo a los grandes compositores, interpretarlos, estudiarlos, y si hay suerte, comprenderlos. Componer es algo que muchos intérpretes hacemos en secreto. Pero de ahí a publicar un disco con nuestras composiciones, hay un paso.
¿Qué diría que no está funcionando en la música clásica a 2021?
Hay tantas cosas que no funcionan y es tan complejo cambiarlas… Nos hemos creído que internet es algo real, que los streaming son un futuro inmediato, pero no somos conscientes de lo que la gente ansía asistir a un concierto en directo. ¿Se imagina una gira de conciertos en streaming? Sería un auténtico sinsentido. Justo hace un rato, antes de salir a tocar con la OCNE, estaba en mi camerino disfrutando de un concierto en directo que estaba ofreciendo Martha Argerich desde Hamburgo. Es increíble pensar que, a cientos de kilómetros de distancia, puedo disfrutar de un concierto en directo segundos antes de que me toque a mi ofrecer otro concierto. Es una experiencia maravillosa. Pero jamás sustituirá a lo real.
¿Cómo podemos ayudar a que la música clásica sea más cercana a públicos más jóvenes?
Lo primero de todo es asumir que no hay una fórmula mágica que llene los teatros de personas menores de 30 años. Y también tenemos que darnos cuenta de que no todo el mundo lee grandes obras de la literatura, a no todo el mundo le gusta pasar tardes en museos viendo cuadros, o viendo cine clásico. Y partiendo de esto, es hora de aceptar que no todos los jóvenes van a escuchar música clásica. ¿Tenemos que facilitar los accesos? Si. ¿Debemos trabajar en que la música tenga un papel clave en la educación? También. Pero más allá de lo que podamos hacer, cada uno es libre de elegir. El gusto por la música clásica es una elección. Hay gente que siente sinergias por ella, y otros jamás las sentirán. La vida es una búsqueda continua de experiencias. Aquellos que buscan la belleza, la acaban encontrando. Lo único que tienes que descubrir es dónde buscar.
Para concluir, ¿qué le pediría al futuro?
Me gustaría que, en un futuro próximo, hubiera un acuerdo internacional para ayudar al sector cultural y musical en su restauración. Ahora mismo cada país hace lo que puede, pero no hay un gesto común que nos una a todos. Y es obvio que las circunstancias en cada país son diferentes, pero deberíamos parar por un momento e intentar poner ideas y propuestas en común para conseguir una cooperación internacional.
Nacho Castellanos y Rafael Ortega Basagoiti
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