CUENCA / Gradualia: esplendor polifónico
Cuenca. Iglesia de San Pedro. 6-XII-2021. Semana de Música Religiosa de Cuenca (Ciclo de Adviento). Gradualia. Director: Simón Andueza. Obras de Byrd, Mundy, Victoria, D. Lobo, Guerrero, Morales, Palestrina, Xuárez y Aguilera de Heredia.
La música sacra, como mero acto cultural, queda relegada en España a únicamente dos periodos anuales: Navidad y Semana Santa. En Navidad nos hinchamos a programar el Mesías de Haendel (obra que, paradójicamente, nunca se programa en Semana Santa, aunque haya los mismos motivos para programarla en esta que en aquella) y en Semana Santa nos hinchamos a programar la Pasión según San Mateo de Bach. Fuera de ahí, apenas hay vida. Y no me refiero solo a obras y a compositores, sino a fechas: en el año litúrgico cristiano, el ciclo de Adviento era tan importante o más, musicalmente hablando, que el de Navidad o el de Pascua. Para católicos y para protestantes. Tomás Luis de Victoria o Johann Sebastian Bach, por citar solo a dos de los más conspicuos compositores de la historia, tienen una ingente producción para Adviento. En consecuencia, ¿por qué no organizar festivales de Adviento, máxime teniendo en cuenta que el inicio de este periodo viene coincidir en nuestro país con el macropuente de la Constitución y la Inmaculada?
El inquieto gestor cultural que, además de músico, es Daniel Broncano ha tenido la feliz idea de hacerlo en Cuenca, como reclamo de la próxima edición pascual de la Semana Santa. Han funcionado tan bien los cuatro conciertos celebrados (un 93% de ocupación), que el ciclo parece que va a quedar definitivamente consolidado. Lo ha cerrado Gradualia, la formación coral que dirige el bajo Simón Andueza, con un concierto de polifonía renacentista. Andueza lo estructuró en seis bloques: una introducción, una conclusión y, entre medias, cada una de las cuatro semanas del ciclo litúrgico, que son las inmediatamente anteriores a la Navidad.
El Adviento anuncia la llegada de Jesús, pero también es un llamamiento a los fieles para que hagan penitencia y reciban libres de pecado al Salvador. Alegría por un lado, pero también arrepentimiento y recogimiento. Por ello, en cada bloque Andueza incluyó un motete de júbilo y otro de reflexión. Junto a los grandes polifonistas españoles (Victoria, Morales y Guerrero), algunos de los grandes polifonistas ingleses (Byrd y Mundy, fervorosos católicos en la Inglaterra de la revolución protestante). Sin olvidar, tampoco, a Palestrina y a otros autores españoles que lucieron en aquella época: Sebastián Aguilera de Heredia y Duarte Lobo (sí, portugués a todos los efectos, aunque justo en los años en que él vivió Portugal formaba parte de la Corona española). También hubo un pequeño hueco para un barroco como el toledano Alonso Xuárez, que pasó la mayor parte de su vida ejerciendo, en dos etapas diferentes, magisterio en la Catedral de Cuenca (fue, asimismo, maestro de capilla en la Catedral de Sevilla durante nueve años).
Andueza explicó de forma somera antes de los bloques el significado de cada obra, lo cual ha permitió tener una visión panorámica del programa. Dirigió con emoción y hasta diríase que con excitación, ya que es música que ama profundamente. Aunque Gradualia no es una formación estable (los miembros —casi siempre ocho— van rotando en función de sus agendas), se percibe una labor rigurosa y concienzuda, lo cual redunda en su empaque y homogeneidad. Las voces femeninas (sobre todo, las de las sopranos Paloma Friedhoff y Cristina Teijeiro) son especialmente sugerentes. Están cuidados con cariño todos los detalles, tanto los musicales (la alto Uxía Delgado, por ejemplo, dejó de cantar en la pieza de Xuárez para acompañar al grupo con una tiorba) como los visuales (antes de cada bloque, se fueron encendiendo, alrededor de una corona de acebo, cuatro velas de color púrpura que simbolizan cada una de las semanas de Adviento). Sin lugar a duda, donde más cómodos se encontraron los componentes de Gradualia fue en Victoria (un conmovedor Ne timeas, Maria, un brillante Ave Maria a dos coros y un cautivador Alma Redemptoris Mater), para rematar, en el apartado de propinas, con un sentidísimo O Magnum Mysterium, que fue, en mi opinión, lo mejor del concierto.
Eduardo Torrico
(Foto: Santiago Torralba – SMR)