CUENCA / Delirivm Musica ilumina la Semana de Música Religiosa con Charpentier
Lux es el título de la sexagésimo primera edición de la Semana de Música Religiosa de Cuenca. Su director, Andoni Sierra, nos recuerda muy oportunamente que “la luz ha sido identificada en la cultura judeo-cristiana con la vida, con la belleza, con el orden y con la presencia, la acción o el recuerdo de lo divino”. Efectivamente, la luz se ha entendido, entre otras cosas, como atributo de lo divino y no hay más que recordar la influencia que esta idea tuvo en la estética medieval, primero con el neoplatonismo de Plotino de la mano de Pseudo Dionisio Areopagita y después con el pensamiento escolástico en la época del Gótico. Andando el tiempo, en el Barroco la luz no se concibe sin su opuesto, la oscuridad, las tinieblas; valgan como ejemplos el tenebrismo de Caravaggio o el claroscuro de Rembrandt. Por ello se nos antoja muy oportuno el título, Lux et tenebris, con el que Delirivm Musica y su director Juan Portilla han bautizado su programa en torno a uno de los compositores barrocos más fascinantes: Marc-Antoine Charpentier.
Lejos queda ya la época en que Charpentier era el compositor de la música con la que comenzaban las retransmisiones de Eurovisión. Especialmente desde el tricentenario de su fallecimiento, conmemorado en 2004, hemos asistido a una revalorización del posiblemente mejor compositor francés anterior a Rameau. Prueba de ello es la sorprendente cantidad de grabaciones dedicadas a él y su presencia creciente en los programas de los festivales. Sin ir más lejos, en los últimos meses he tenido la oportunidad de asistir y reseñar tres conciertos monográficos dedicados a este autor, así que me disculparán si me repito o autocito. Lo que es más insólito, es que dos de los tres conciertos han tenido lugar en nuestro país, señal de que los tiempos están cambiando en lo que concierne a la Música Antigua en España. Y es que las nuevas generaciones de músicos, sobradamente preparadas y con talento para regalar, han dejado los complejos atrás y ya no se sienten obligadas a recluirse en el repertorio hispano para justificar sus programas. En cuanto los programadores se han sumado a este espíritu –el FIAS con Pepe Mompeán ha sido modélico en ello– hemos tenido la oportunidad de comprobar que en España se podía hacer un Bach, un Vivaldi o un barroco francés de primer nivel.
En el caso que nos ocupa, dentro de las señas de identidad del festival, Delirivm Musica proponía un recorrido por distintas facetas de la música religiosa de Charpentier, género que ocupa de largo la mayor proporción dentro de su obra. Para que se hagan una idea, conservamos del autor galo más de 200 motetes y casi cien salmos, además de una docena de misas –maravillosas todas ellas–, un número similar de oratorios, las lecciones de tinieblas más bellas jamás compuestas y otras obras para la liturgia. Y todo esto a pesar de que por una fatalidad del destino Charpentier no logró el puesto de maestro de la Chapelle Royale para el que se organizó un gran concurso en 1683, al que no pudo presentarse por encontrarse gravemente enfermo por esas fechas.
Comenzó el programa con Pour un reposoir, H. 508, pieza instrumental, con partes de canto llano intercaladas, concebida para ser interpretada durante una procesión del Santo Sacramento. Compuesta para orquesta de cuerda a cinco partes pero sin indicaciones sobre el continuo a emplear, consideramos un acierto de Delirivm Musica haber incluido el clave de Juan Pérez-Escribano –pluriempleado en las últimas semanas en Madrid y alrededores–, la cuerda pulsada de Juan Carlos de Mulder y especialmente el fagot de Marta Calvo, que aportaba un color que evocaba el serpentón utilizado habitualmente en las capillas francesas.
Continuó el concierto con una obra de carácter elegíaco, el Motet pour les trépassés. Plainte des âmes du purgatoire, H.311, obra temprana del autor compuesta hacia 1670 en sus primeros años al servicio de Marie de Lorraine, Duquesa de Guisa, con un coro a 8 voces y orquesta de cuerda en este caso dividida en cuatro partes.
Cambió el tono del concierto con la Annunciate superi. Pour toutes les fêtes de la Bienheureuse Vierge Marie, H. 333, obra festiva como indica su título, de celebración en honor de la Virgen. Compuesta también para la Duquesa de Guisa pero en este caso durante los últimos años a su servicio (hacia 1683-84), está escrita para seis voces y dos dessus (en el concierto dos violines, Beatriz Amezúa y Marta Mayoral) instrumentales que conjuga perfectamente el estilo francés con la impronta italiana que adquirió Charpentier durante sus años en Roma.
Completaron el programa dos obras más habituales: el Magnificat H.73, para tres voces solistas sobre un bajo de passacaglia, y el De profundis H. 189, la obra más monumental del programa, compuesta tras la muerte de la reina María Teresa, esposa de Luis XIV e hija de Felipe IV de España.
Sobre la interpretación hay que destacar varios aspectos. En primer lugar la adecuación estilística: aunque a Juan Portilla seguramente le hubiera gustado contar con más efectivos para doblar algunas partes, el orgánico fue más que aceptable y permitió recrear solventemente el espíritu de las obras, con unos músicos perfectamente familiarizados con la particular idiosincrasia del estilo francés (ornamentaciones, pronunciación, ritmos inégales, etc.). En segundo lugar hay que hacer una reflexión sobre el lugar del concierto, la sala de cámara del Teatro-auditorio de Cuenca, un espacio con un graderío semicircular ciertamente acogedor para el público pero difícil para los intérpretes en un repertorio que pedía a gritos una iglesia que envolviese y arropase más a los músicos y con más reverberación. Y así lo entendía el propio Andoni Sierra, pero por coyunturas de la celebración de la Semana Santa no fue posible encontrar en Cuenca un templo adecuado disponible para este concierto. En consecuencia, Delirivm Musica se encontró con un tour de force del que salieron más que airosos y que desde estas lineas queremos valorar en su justa medida. La música de Charpentier no es fácil, con intervalos y giros armónicos inesperados y complejos para los cantantes, que se encontraron muy expuestos por la acústica del auditorio. Su notable prestación fue por tanto muy meritoria y fue mejorando, como tantas veces, a lo largo del concierto, a medida que se adaptaban a las condiciones del recinto con público (como sabrán, las condiciones acústicas cambian mucho cuando se ensaya en un espacio vacío).
Querríamos destacar entre los solistas vocales, dentro del buen tono general, a la joven mezzo Andrea Rey –a quien ya tuvimos ocasión de escuchar en el FIAS hace unos días en el Réquiem de Jommelli que dirigió Javier Ulises Illán–, cuya voz posee un color muy atractivo, y al tenor Ariel Hernández, como siempre cantando con enorme solidez, gusto y delicada expresividad.
A resaltar la labor de Juan Portilla, director artístico del grupo e impulsor de este programa sabiamente confeccionado, que nos permitió escuchar una música deslumbrante, llena de contrastes. Y es encomiable el entusiasmo, generosidad y buen hacer de unos músicos que se han implicado en el proyecto dando lo mejor de sí mismos. Así lo percibió el público, que aplaudió puesto en pie a unos intérpretes exultantes que correspondieron interpretando el Agnus Dei de la Messe de minuit, una de las obras religiosas más conocidas, por supuesto, de Charpentier.
Imanol Temprano Lecuona
(fotos: David Gómez)