MADRID / Cuarteto de Jerusalén: amores con un público
Madrid. Auditorio Nacional. 11-I-2019. Cuarteto Jerusalén. Obras de Haydn, Beethoven y Shostakovich.
El Cuarteto de Jerusalén ha renovado con el concierto del pasado viernes 11 esa singular ceremonia amorosa que tiene con un público que es fiel pero no ciego ni sordo. Un concierto como éste es para permitir que a veces la secuencia sonora y visual te corte el aliento, como durante el segundo movimiento del Op. 68 de Shostakovich. Y ese intercambio de emociones o acaso conmociones es lo que surge siempre con el Jerusalén y su público de aquí y de ahora. Porque los propios músicos del cuarteto perciben la conmoción. No sé si están habituados a sentirla, palparla. Pero aquí lo hacen, y ese ser percibidos y acogidos actúa sobre ellos como un estímulo más para la exposición de los enigmas (del sueño, del sonido, qué importa). Un Haydn, op. 76 nº 1, en el que se ensaya el susurro (en el Adagio) en medio de las danzas; un Beethoven, op. 18 nº 5, todavía con Menuetto que, claro está, también danza, pero que sobre permite que el Jerusalén se desdoble en el Andante cantábile, que es cantabile en la medida en que el andante no se troca en Adagio, porque el juego de la ambigüedad se convierte en el despliegue del doble sentido. Y, en fin, la maravilla de un Shostakovich en el que se sugieren las mordacidades del vencido y, sobre todo, las desolaciones de las secuencias lentas, con el surgimiento de ideas que el Jerusalén sugiere, sí, porque prefiere sugerir a afirmar, insinuar a ser rotundo. En ese juego (si es que es un juego) está el secreto de la relación amorosa (que no complicidad) entre el Jerusalén y el público del Liceo de Cámara de CNDM.
Santiago Martín