CÓRDOBA / Deconstruyendo el sonido del piano
Córdoba. Conservatorio Superior de Música Rafael Orozco. 30-III3-2019. Ricardo Descalzo, piano y electrónica. Obras de Christopher Cerrone, Michelle Agnes, Anton Svetlichny, Maki Ishii, Moritz Eggert, Thomas Larcher y John Psathas.
José Antonio Cantón
La presencia del pianista alicantino Ricardo Descalzo en el Festival ha significado todo un acontecimiento dentro de su bien estructurada programación dada la impresión de asombro o de absoluto rechazo que produjo su actuación entre el público. Su interés por conocer y difundir la creación musical de nuestro tiempo le ha llevado a integrar en un programa titulado Dreaming Drums ocho obras de autores contemporáneos que han entendido el piano, instrumento romántico por antonomasia, como generador de nuevas sonoridades, distintas de las surgidas de su uso tradicional que, implementadas con electrónica, permiten crear un nuevo universo pianístico con un indudable interés musical, llegando a efectos inimaginables para el oyente.
El concierto estaba pensado desde una puesta en acción muy influenciada por la idea de la performance, en el que casi todo cabe improvisadamente ante el público con un sentido marcadamente intertextual, que hace que los títulos sean un reflejo de las intenciones para-musicales del compositor en cada caso. Así hay que entender someramente la fenomenología que encierra este programa con el que Ricardo Descalzo ha querido dejar una muestra de la infinitas posibilidades que puede ofrecer el piano deconstruyendo su primigenia naturaleza diatónica, que el interprete respeta, adentrándose en las vibraciones que pueden obtenerse de cada uno de sus elementos estructurales con predominio, como no podía ser de otra manera, de las cuerdas de su clavijero. Para Descalzo, el piano es por tanto un elemento generador de sonidos que hay que preparar buscando una nueva impronta acústica de toda su estructura. Preparar hay que entenderlo como deconstruir, abarcar la estructura de la música, en este caso, descomponiendo sus nexos ontológicos para que, desde una desenfrenada puesta en acción del intérprete, el resultado cale en la sensibilidad del oyente como un fenómeno estético nuevo que provoca la remoción de todos sus anclajes experienciales. Es un verdadero acto de ejercicio filosófico materializado en sonidos partiendo de unos esquemas previos absolutamente rompedores con el pasado que te indican cómo hay que entender la creación artística de vanguardia. En esa intención se encuentran los compositores de los que Ricardo Descalzo ha ofrecido una muy interesante selección de sus obras
Entrando a considerar algunas impresiones suscitadas por este concierto, voy a hacer un ejercicio de prelación en base al especial impacto que me causó alguna de las ocho piezas. En primer lugar Aphorismen II del japonés Maki Ishii, uno de los grandes compositores japoneses del siglo XX junto a Karen Tanaka, Toshio Hosokawa, el admirado Toru Takemisu o Akira Nishimura, compuesta en 1972 y en la que el piano se convierte en centro de una serie de instrumentos de percusión que implementan la expresividad de su sonido, cayendo en algunas ocasiones en un verdadero torbellino acústico de impactante efecto. En esta obra Descalzo alcanzó un grado tal de controlada acción que en momento alguno dejaba de producir admiración en el oyente. El factor electrónico como medio de alcanzar la sonorización deseada, importante aspecto que fue controlado por el aragonés Urbez Capablo, pianista también y experto en sonología electrónica entre otras actividades, fue determinante para conseguir romper cánones desde un tan alto nivel artístico y musical.
La creatividad del compositor estadounidense Christopher Cerrone sirvió para presentar el concierto con su obra Harriman y para mantener un ensoñador nexo de unión entre las distintas piezas que se interpretaron mientras Descalzo preparaba la infraestructura necesaria para cada una de ellas. Es el caso de la pieza Mobile de la compositora brasileña Michelle Agnes Magalhaes que, con la modificación acústica mediante imanes oscilantes instalados en el piano, propicia que surjan destellos de una especie de aparición de efectos sonoros cósmicos que deben entenderse como estímulo e implemento compositivo. Para ello ha de contar con un intérprete como Ricardo Descalzo que tiene esa facultad de leer e improvisar de manera simultánea creando seguramente una realidad diferente en cada ocasión que interpreta esta obra. En Smart dust encontramos una especie de homenaje que el compositor y pianista austriaco Thomas Larcher ha querido hacer a la “prenanotecnología” sin perder conexión con los aires musicales tradicionales. Ricardo Descalzo pasó del Muy lentoinicial a un frenético discurso, Rápido y Muy rápido, después de un sorprendente Attacca, con los que parecía querer demostrar la sorprendente instantaneidad funcional de estos así llamados, smartdusts, microsensores electrónicos.
Muy chocante resultó ser la interpretación de la obra Jerusalem del también pianista y compositor alemán Moritz Eggert con la que el piano se convierte en centro de una rueda sonora cada vez ejecutada con mayor velocidad por parte del intérprete que termina físicamente exhausto ante el esfuerzo que requiere su puesta en acción girando alrededor del instrumento mientras activa sus cuerdas o sus elementos estructurales. En palabras de Ricardo Descalzo, es una interesante gamberrada. El sonido techno hizo su a parición en la obras Techno-music del ruso Anton Svetlichny, implementada electrónicamente, y en Demonic Thesis (Songs for Simon) del neozelandés John Psathas que sólo precisa activación acústica natural accionando directamente las cuerdas del piano.
Ante el frenesí final de este programa, Ricardo Descalzo, adoptó una relajante posición de loto ante un juego de botellas afinadas que hizo sonar tocando la obra Claremont (Memory Palace) de Christopher Cerrone, que supuso el encuentro con una atmósfera sonora de balsámico efecto. Como bis, construyó una excelente versión de Con tambores y flautas, primer movimiento de la suite para piano Al aire libre de Bela Bartók que sirvió para recomponer la percepción del público. Terminaba así uno de los conciertos más interesantes y vanguardistas que yo recuerde de la historia del Festival de Música Contemporánea de Córdoba.